6 de octubre de 2024 en Buenos Aires

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Biodiversidad: ¿cuál es su aporte a los sistemas productivos agrícolas?

Estudios realizados por el Instituto IRNAD y DAT CREA destacan los beneficios de los hábitats naturales para mejorar el rendimiento de los cultivos y controlar malezas resistentes.

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La biodiversidad y el mantenimiento de hábitats naturales pueden convertirse en grandes aliados para las empresas agropecuarias. Estos espacios de vegetación situados junto a los lotes productivos ofrecen una serie de servicios ecosistémicos clave, como la polinización y el control biológico de plagas y malezas. Estas funciones no sólo contribuyen a incrementar el rendimiento de los cultivos, sino que también permiten reducir el uso de insumos agrícolas, con beneficios tanto para el medio ambiente como para la economía del sector.

Un equipo del Instituto de Investigaciones en Recursos Naturales, Agroecología y Desarrollo Rural (IRNAD), de la Universidad Nacional de Río Negro (UNRN) y del CONICET, en colaboración con DAT CREA y numerosos de establecimientos del Movimiento, trabaja en la evaluación de estos efectos a través de una serie de estudios que ya arrojaron resultados prometedores.

En los últimos años, los investigadores del IRNAD publicaron tres trabajos científicos que exploran el impacto de la vegetación natural sobre la productividad, el uso de agroquímicos y el ambiente en campos cultivados con soja, maíz y girasol. Estos estudios proporcionan información fundamental para avanzar hacia la sostenibilidad de los agroecosistemas.

“Estamos colaborando con DAT CREA para comprender cómo los paisajes amigables para los polinizadores influyen en dos aspectos fundamentales: la productividad y los costos ambientales”, señaló Lucas Garibaldi, investigador principal del CONICET y director del IRNAD.

“En general, observamos que los paisajes que tienen bordes con flores o parches de restauración de hábitats naturales y seminaturales tienden a incrementar la productividad o a reducir los costos. En algunos casos, se dan ambos efectos; en otros, la productividad se mantiene, pero disminuyen significativamente los costos ambientales y el uso de agroquímicos. Lo importante es que siempre hay una mejora en alguna variable de la ecuación, dependiendo del cultivo y de las circunstancias”, explicó.

Los resultados obtenidos hasta el momento son alentadores: “Registramos incrementos del 24% en los rendimientos de girasol, y una reducción de hasta tres veces en la aparición de malezas resistentes a herbicidas en cultivos de maíz y soja”, sostuvo Garibaldi.

Freno a las malezas resistentes

El equipo de investigación realizó una extensa evaluación en 2846 campos de soja y 1539 de maíz, sobre un área de 159 millones de hectáreas en la región pampeana, con el objetivo de analizar la relación entre el paisaje y la presencia de malezas resistentes a los herbicidas. Los datos fueron recopilados y sistematizados por CREA, y almacenados en DAT CREA, una base de datos agropecuaria centralizada que facilita el análisis de variables productivas clave.

En este estudio, publicado en la revista “Agricultura, ecosistemas y medio ambiente” en febrero de 2023, cuyo principal autor es Garibaldi, se evaluó la presencia de malezas resistentes a herbicidas, considerando factores como el tamaño del campo, la proporción de hábitat natural y la densidad de los bordes del paisaje. También se tuvo en cuenta el manejo agrícola (como la fertilización), los tipos de cultivos y la ecorregión en la que está ubicada cada establecimiento. Para definir la composición del paisaje, se calculó el tamaño promedio de áreas naturales y seminaturales, como pastizales, humedales, matorrales y bosques.

El análisis reveló que el 22% de los campos de maíz y el 20% de los de soja presentaban malezas resistentes, en mayor medida especies como Amaranthus sp., Conyza sp., Echinocloa sp., Chloris sp., Trichloris sp. y Sorghum halepense. Sin embargo, los lotes más pequeños, con mayor densidad de bordes y hábitats naturales más amplios, registraron menor presencia de malezas resistentes.

En los campos de maíz, los paisajes con más bordes y hábitats naturales adyacentes de mayor tamaño mostraron una menor incidencia de malezas resistentes. Por el contrario, los campos más extensos se asociaron a una mayor presencia de estas malezas. Un patrón similar se observó en los campos de soja, donde la resistencia a los herbicidas fue menor en paisajes con mayor densidad de bordes, aunque en este caso no se encontró relación con el tamaño del hábitat natural.

Según este trabajo, los paisajes diversos pueden reducir la propagación de malezas resistentes por varias razones. En primer lugar, porque la composición de la comunidad de malezas varía en función de la distancia respecto al borde del campo, mientras que los campos pequeños cercanos a hábitats naturales grandes pueden actuar como barreras naturales para las malezas resistentes. Luego, las mutaciones que otorgan resistencia a los herbicidas suelen tener un costo adaptativo en ausencia de su aplicación, por lo que un mayor cruzamiento entre malezas dentro y fuera de los campos, favorecido por paisajes más complejos, puede reducir la propagación de estos rasgos.

En definitiva, los resultados del estudio indicarían que una mayor proporción de hábitats naturales y una producción en lotes de menor superficie, podría ofrecer un mecanismo eficaz y natural de control de malezas resistentes a los herbicidas.

Girasol con mayor rinde

Otro estudio, publicado en la revista Ecología Austral en abril de 2023, cuyo autor principal es Matías Goldenberg, analizó el impacto del porcentaje de hábitats naturales sobre los rendimientos de girasol -cultivo dependiente de polinizadores- en 105 lotes de la región pampeana. Para ello, se evaluaron factores como el tamaño de las parcelas, la densidad de los bordes con vegetación natural y el manejo del cultivo, considerando variables como la fertilización nitrogenada, la densidad y fecha de siembra, y el tipo de cultivar.

Los resultados obtenidos revelaron que tanto el tamaño del lote como la densidad de los bordes son predictores clave del rendimiento del girasol: por ejemplo, duplicar la densidad de los bordes de 40 a 80 metros por hectárea predijo un aumento promedio en el rendimiento del 11,3% (equivalente a 269 kg/ha). En contraste, duplicar el tamaño del lote de 40 a 80 hectáreas se asoció a una reducción promedio del rendimiento del 6,1% (149 kg/ha).

Uno de los factores que podría explicar este fenómeno es la polinización. En lotes más pequeños y con mayor densidad de bordes, los polinizadores silvestres tienen que recorrer distancias más cortas para llegar a las flores del cultivo, lo cual eleva la probabilidad de que tenga lugar una polinización eficiente.

Además, la presencia de bordes densos y cercanos a hábitats naturales no solo favorece la polinización, sino que también promueve otros servicios ecosistémicos, como el control biológico de plagas y la reducción de malezas resistentes, lo cual contribuye a mejorar el rendimiento del cultivo. Por otro lado, en campos más grandes, una mayor proporción de cultivos queda alejada de los bordes, disminuyendo la efectividad de las abejas silvestres en la polinización, un factor determinante en el rendimiento del girasol.

En resumen, los resultados sugieren que una mayor complejidad del paisaje, caracterizada por una mayor densidad de bordes y lotes más pequeños, contribuye a mejorar el rendimiento del girasol. Esto se debe, en gran parte, a la mejora de los servicios ecosistémicos, en especial la polinización. Por lo tanto, para maximizar los rendimientos del girasol, es fundamental tener en cuenta la configuración del paisaje y fomentar su complejidad.

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Soja y maíz con beneficios

Otro estudio reciente, realizado en colaboración con el Movimiento CREA, analizó la influencia del hábitat natural en los rendimientos de soja y maíz. La investigación, publicada en la revista “Agricultura, ecosistemas y medio ambiente” en noviembre 2022, también firmada por Matías Goldenberg, evaluó más de 4400 campos agrícolas (2858 de soja y 1548 de maíz), sobre una superficie total de 324.000 hectáreas en la región pampeana. El objetivo fue identificar cómo la estructura del paisaje, incluyendo la proporción de hábitat natural y la densidad de los bordes, influye en la producción de estos cultivos, más allá de las estrategias tradicionales de manejo.

Una de las conclusiones más destacadas fue que los campos que habían sido transformados recientemente a partir de hábitats naturales mostraron rendimientos más altos que aquellos que poseían una larga trayectoria agrícola. Este hallazgo sugiere que los ecosistemas naturales pueden proporcionar servicios ecosistémicos valiosos que mejoran la productividad agrícola, como la conservación de la fertilidad del suelo y la polinización. El estudio también reveló que paisajes agrícolas con mayor porcentaje de hábitat natural y una mayor densidad de bordes de vegetación natural tienden a ser más productivos.

Según los investigadores, la presencia de hábitats naturales adyacentes actúa como un regulador ecológico, influyendo no sólo en los rendimientos, sino también en la resiliencia de los cultivos frente a plagas y enfermedades. Esto evidencia la importancia de mantener la biodiversidad en entornos agrícolas para optimizar la producción de cultivos en el largo plazo.

Sostenibilidad

Estos estudios abren la puerta a nuevas estrategias de manejo agrícola que integren la conservación del hábitat natural como una herramienta para mejorar los rendimientos. Además, refuerzan la idea de que los servicios ecosistémicos proporcionados por la biodiversidad pueden jugar un rol clave en la sostenibilidad de la agricultura.

En conclusión, las investigaciones sugieren que la planificación del paisaje agrícola, que incorpore áreas de hábitat natural y promueva una mayor densidad de bordes vegetales, podría mejorar significativamente la productividad de los cultivos. Esto no solo contribuiría a aumentar los rendimientos, sino también a fortalecer la sostenibilidad de la producción agrícola en el largo plazo.

“Un aspecto clave es la necesidad de comenzar a monitorear estos aspectos. Si bien en la agronomía tradicional se hace un seguimiento de diferentes factores, ellos no involucran a la biodiversidad ni a los servicios ambientales”, afirmó Garibaldi. En este sentido, destacó la creación de Eirú, un sistema de Monitoreo, Reporte y Verificación (MRV) de la biodiversidad, basado en el comportamiento de polinizadores y plantas nativas.

El modelo desarrollado por el equipo científico permite conocer el estado de salud de un sitio con el aporte de imágenes satelitales y evaluar las acciones de restauración necesarias. “Esta herramienta nos sirve para estimar el impacto de las prácticas agrícolas sobre la biodiversidad y sobre los polinizadores y, de esa manera, acompañar la generación de paisajes biodiversos mediante la creación de corredores biológicos, entre otras estrategias”, concluyó.

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