1 de diciembre de 2024 en Buenos Aires

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Agroecología: las dimensiones de la sostenibilidad

Una iniciativa producto de la articulación público-privada.

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Por CREA

Un grupo de agrónomos de la región sudeste de Buenos Aires comenzó a preguntarse qué podían hacer para generar información sobre planteos agroecológicos de agricultura extensiva continua, dado que, si bien se viene hablando mucho al respecto en los últimos tiempos, la realidad es que no existe un gran volumen de datos científicos validados sobre el tema.

Esa inquietud se trasformó en un proyecto de investigación de largo plazo iniciado en 2020 en el marco de una red institucional integrada por la Asociación Cooperadora de la Chacra Experimental Miramar, el INTA Balcarce, las Facultades de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Mar del Plata y de la Universidad Nacional del Centro, CREA y Aapresid.

El ensayo, que tendrá una duración de al menos seis años, se está desarrollando en la Chacra Experimental de Miramar, una de las 15 que tiene el Ministerio de Desarrollo Agrario en la provincia de Buenos Aires.

El propósito de la iniciativa –que evaluará la sostenibilidad de los sistemas en todas sus dimensiones– es comparar una misma rotación con tres modelos productivos diferentes: el convencional, que comprende un elevado nivel de uso de tecnologías de insumos; el periurbano, caracterizado por un alto nivel de tecnologías de procesos y restricción total de aplicación de insumos de síntesis química, y el denominado intensificación sostenible, que contempla tecnologías de procesos con una restricción parcial del uso insumos de síntesis química (cuadro 1).

Cuadro 1. Características de los tratamientos
Convencional (T1), Periurbano (T2) e Intensificación Sostenible (T3).

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Referencias. SC: Siembra directa. LC: Labranza convencional.

“Cada tratamiento se realiza sobre una misma secuencia de cultivos: trigo-maíz-girasol-cebada-soja, de manera tal que cada año tenemos al mismo cultivo manejado de tres maneras distintas. Por otro lado, cada tratamiento tiene tres repeticiones, lo que nos da un total de nueve parcelas de media hectárea cada una”, explica Leandro Pontaroli, responsable técnico administrativo de la Chacra Experimental Miramar.

La red de ensayos, que comenzó con la siembra de trigo en la campaña 2020/21, requirió la realización de una caracterización ambiental inicial del sitio experimental, para lo cual se recolectaron muestras de suelo con el propósito de describir la situación de base (aspectos químicos, físicos, microbiológicos y presencia de residuos de agroquímicos). Adicionalmente, se realizó una descripción de la flora existente previo al inicio del experimento junto con la evolución del banco de semillas, además de caracterizar la micro y meso fauna edáfica. Tales variables se determinarán cada uno o dos años con el objetivo de evaluar la evolución en cada tratamiento.

En el módulo convencional (T1), luego del trigo se sembró soja de segunda para luego realizar un barbecho químico que dio paso a un cultivo de maíz temprano, mientras que en el sistema de intensificación sostenible (T3) se sembró –previa pasada de un equipo WeedIt– un cultivo de servicio compuesto por vicia y avena, el cual, luego de suprimirse, fue antecesor del maíz. En cuanto al módulo periurbano (T2), una vez cosechado el trigo, se sembró vicia villosa, trigo y soja, a modo de cultivo de servicio, con el propósito de incorporar nitrógeno disponible para el cultivo de maíz. Como este módulo no contempla el uso de fertilizantes de síntesis química, para reponer el fósforo extraído por el trigo se incorporó roca fosfórica.

En las primeras tres secuencias de cultivos el margen bruto obtenido en el modelo convencional triplicó al del módulo periurbano y resultó 40% superior al del sistema de intensificación sostenible (cuadro 2).

Cuadro 2. Rendimiento, ingresos, costos directos y margen bruto de los tratamientos e índice de impacto ambiental EIQ

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Vale recordar que el margen bruto es el beneficio directo que se obtiene por medio de la diferencia entre los ingresos brutos (rendimientos agrícolas por precio de venta) y los costos de producción. Ester valor es útil para obtener una primera aproximación a los números de un negocio, dado que, si es negativo, eso implica que no vale la pena analizarlo porque no va a cubrir el resto de los costos presentes en una empresa. Sin embargo, el número que define cuán rentable es una actividad no es el margen bruto, sino el margen neto, que se obtiene luego de tomar el primero para descontarle impuestos nacionales, provinciales y municipales, salarios y cargas sociales, costos financieros (como intereses de préstamos), servicios (energía eléctrica, gas, comunicaciones, etcétera), gastos de mantenimiento de estructura y movilidad, entre otros.

En lo que respecta a la evaluación del EIQ (Coeficiente de Impacto Ambiental por sus siglas en inglés) -un indicador creado por el Programa de Manejo Integrado de Plagas de la Universidad de Cornell (EE.UU.)- el resultado fue nulo en el módulo periurbano, dado que no contempla el uso de productos de síntesis química, mientras que en el sistema convencional fue de casi 135 y en el de intensificación sostenible de 73,6.

“Más allá de los resultados productivos obtenidos hasta el presente, es relevante tener en cuenta que estos constituyen una foto de un proceso que se encuentra en marcha, pero que aún no está estabilizado, por lo que sería prematuro sacar conclusiones basadas en esa información”, apunta Leandro.

“La mayoría de las variables observadas, sobre todo las relacionadas con las propiedades químicas y físicas del suelo, no presentaron cambios inmediatos bajo el efecto de los tratamientos, pero es de esperar que los contrastes y las respuestas se vayan acentuando o estabilizando con el paso del tiempo. A su vez, es necesario contar con datos de más campañas para minimizar el efecto de la meteorología presente cada año”, añade.

El proyecto de investigación, además de los objetivos intrínsecos, tiene como finalidad generar un ámbito de trabajo interinstitucional en el que se destaque la articulación y coordinación de las capacidades técnicas, científicas, tecnológicas y económicas complementarias de los distintos participantes.

“Diferentes instituciones, diferentes visiones, diferentes fortalezas: el hecho de impulsar proyectos con un abordaje amplio, que sean analizados desde múltiples enfoques, generando debate interno y favoreciendo el intercambio es lo que permite lograr un mejor impacto productivo, social y ambiental. Además, se convierte en un recurso clave para el desarrollo territorial y el diseño o aplicación de políticas públicas. Por otra parte, siendo conscientes del contexto en el que nos desempeñamos, es nuestro deber optimizar la utilización de los recursos”, remarcó el responsable de la Chacra Experimental Miramar.

La iniciativa, que cuenta con el apoyo económico de Corteva, constituye un caso exitoso de articulación público-privada que permite la complementariedad y optimización de recursos y capacidades. “A través de esa articulación somos capaces de analizar un problema desde múltiples perspectivas, profundizar el análisis en una realidad concreta y arribar a un entendimiento más íntegro de un proceso”, expresó Leandro.

“Las capacidades de innovación y colaboración pueden brindarnos las soluciones necesarias para satisfacer las futuras demandas de alimentos, aprovechar la oportunidad que tiene la Argentina para promover el desarrollo equitativo de los territorios y, paralelamente, reducir el impacto ambiental. Tenemos la ambición de que este proyecto público-privado, en el que nos hemos embarcado, sirva precisamente para brindar parte de estas soluciones, al menos para la zona en la cual estamos desarrollando la experiencia”, concluye.

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