El cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación ambiental son temas que hasta hace unos años no eran de interés general, pero que hoy en día marcan la agenda política y empresarial a nivel internacional.
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SUSCRIBITEEl cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación ambiental son temas que hasta hace unos años no eran de interés general, pero que hoy en día marcan la agenda política y empresarial a nivel internacional.
En el Acuerdo de París, por ejemplo, se confirmó la meta colectiva de alcanzar cero emisiones netas de carbono para la aviación internacional en 2050 (Torroba et al., 2023). Dentro de este objetivo, se busca desarrollar biocombustibles a partir de la producción de cultivos. De aquí nace una enorme demanda de cultivos para producción de energía, que ha llegado, también, a la Argentina.
En ese marco, en los últimos tiempos un nuevo cultivo introducido en la Argentina ha ido cobrando protagonismo: la Camelina. Muchos productores han sembrado una fracción de la superficie de sus tierras con este cultivo, que parece ser muy prometedor.
La Camelina es un cultivo de la familia de las Crucíferas que se caracteriza por ser adaptable a distintos tipos de climas y calidades de suelo, tener un bajo requerimiento de insumos, y tener un ciclo de crecimiento corto (Obour et al., 2015). Los requerimientos de lluvia son entre 330 y 490 milímetros, siendo la mitad necesarios en el periodo vegetativo y la otra mitad en la etapa reproductiva (Neupane et al., 2022).
Sin embargo, es un cultivo tolerante a la sequía que puede prosperar y producir rendimientos razonables en condiciones de baja humedad. Las plántulas pueden sobrevivir a temperaturas de congelación de -2 °C (Obour et al., 2015).
En la Argentina tiene un gran potencial para ser producida en la región pampeana en el período invernal, en superficies donde suele hacerse un barbecho largo, ya que se siembra en junio/julio y cosecha en octubre/noviembre. Esto es ideal, ya que después de su cosecha hay suficiente tiempo para que precipitaciones primaverales rellenen el perfil de suelo antes de la siembra de los próximos cultivos.
La Camelina se siembra a poca profundidad (6-8 milímetros). La fertilización recomendada del cultivo está compuesta por una fertilización de base de fósforo y posteriormente un ajuste por nitrógeno. Se caracteriza por tener un buen stand de plantas y por tanto buena competencia contra malezas. Debido a la falta de herbicidas post-emergentes registrados, el control de malezas con pre-emergentes es especialmente importante (Obour et al., 2015). Hasta ahora la aplicación de Glifosato y Trifluralina ha demostrado buenos resultados.
La Camelina es susceptible al hongo Mildiu, lo cual potencialmente podría reducir los rendimientos (Obour et al., 2015). Si bien expertos de Camelina en el país aseguran que no hay mayores inconvenientes durante la cosecha, sí se debe tener en cuenta posibles atascos de la cosechadora, una compleja regulación del caudal de aire (debe ser bajo porque la semilla es muy chica) y por tanto un difícil resultado de limpieza de semillas (Obour et al., 2015). Rindes promedio a nivel mundial son de 1410 kg/ha (Neupane et al., 2022) y en Argentina hasta ahora se han experimentado rindes del orden de 1200 kg/ha.
Un desafío de este cultivo es que debe certificarse para poder venderlo. Tramitar estas certificaciones es una tarea a la que muchas empresas no están acostumbradas, aunque es algo que de cara al futuro que probablemente haya que implementar cada vez más y para distintos cultivos.
Otro desafío es que, al ser un tema en auge, el mercado de la Camelina aún no está desarrollado, por lo que no tiene un precio de mercado. Hoy en día hay empresas que le pagan al productor un bono por sembrar y adquirir experiencia con el cultivo (independientemente de lo que se coseche), que es en general más rentable que hacer un período de barbecho largo.
Por la poca experiencia que hay en el manejo de este cultivo en la Argentina, es recomendable implementarlo en superficies pequeñas a modo de ensayo para ir aprendiendo a campo y a través de la experiencia sobre la viabilidad de producción de este cultivo en la zona donde uno se encuentre.
Nuevo paradigma
Interpretar la implementación de este cultivo como uno más en la zona sería un análisis incompleto y superficial. Primero porque es un cultivo sembrado a gran escala para producción de energía de primera generación (especialmente usado como combustible de aviones) y no de alimentos. Segundo porque propone el cambio de paradigma de producción agrícola en Argentina desde un sistema simplificado a uno de intensificación sustentable.
La “simplificación del sistema” que incluye baja rotación de cultivos, el período de invierno con suelo desnudo (conocido como “barbecho largo”), y las altas aplicaciones de insumos externos traen consecuencias negativas, sumando a esto las complejidades actuales del cambio climático (Jägermeyr, 2020). Estos problemas incluyen la erosión-, la compactación-, y la salinización del suelo, el aumento del riesgo de contaminación por herbicidas y fitosanitarios, el aumento de especies de malezas y plagas tolerantes a los productos herbicidas y fitosanitarios, desequilibrios de nitrógeno y fósforo que producen contaminación local debido a la eutrofización o la disminución de la fertilidad, pérdida de materia orgánica, pérdida de biodiversidad, eventos de lluvias más frecuentes e intensos y una tendencia hacia un clima más seco (Viglizzo et al., 2003) (Viglizzo et al., 2006) (Manuel-Navarrete et al., 2007) (Restovich et al., 2012) (Vignola, 2022).
Las dificultades y retos anteriormente mencionadas actúan como fuerzas impulsoras de la aparición de un nuevo paradigma agrícola, conocido mundialmente como “la Segunda Revolución Verde” (Jägermeyr, 2020). También denominado “paradigma de la intensificación sustentable” y/o “paradigma de la intensificación ecológica” (Tittonell, 2014); este movimiento propone "intensificar la producción de alimentos dentro de los límites medioambientales" (Jägermeyr, 2020) mediante la aplicación de prácticas agrícolas como los sistemas agrícolas diversificados, la agricultura de conservación, la agricultura ecológica y la imitación de la naturaleza (Tittonell, 2014 citado en Pinto et al., 2017).
Como expresan Pinto et. Al. 2017 explicando el potencial de intensificación en Argentina, "una gran porción de la Pampa central (...), una de las mayores áreas agrícolas del mundo, permanece sin vegetación durante fines del otoño, invierno y comienzos de la primavera, representando una oportunidad para la intensificación ecológica de las secuencias de cultivos en la región (Caviglia, 2004; Novelli et al., 2017; Piñeiro et al., 2014). (...) orientadas a mitigar las preocupaciones ambientales planteadas por los monocultivos y la simplificación agrícola". Uno de los cultivos que logra intensificar la producción por medio de reemplazar el barbecho largo por un cultivo es la Camelina. Algunos de los beneficios que trae la intensificación son nombrados a continuación.
1. Se aumenta la biodiversidad sobre y dentro del suelo. Hay más macro-, meso-, y microfauna que es importante para mantener la calidad del suelo y los ciclos del agua y los nutrientes (Kremen & Miles, 2012). Un ejemplo importante es que la diversidad y cantidad en microbiología logra que el fertilizante aplicado esté en forma disponible para las plantas.
2. Se mejora la calidad del suelo. Las características físicas, químicas y biológicas del suelo se ven mejoradas por tener el suelo cubierto todo el año, tener distintas raíces (en tamaño y forma), generar más materia orgánica joven y aumentar la biodiversidad, entre otros (Kremen & Miles, 2012).
3. Existe mayor regulación de nutrientes. Como en el caso anterior, distintas especies de biología de suelo logran poner de forma disponible nutrientes que antes no eran accesibles para la planta, por su profundidad o composición química. Una mejor estructura y capacidad de retención de agua del suelo contribuye a que menos nutrientes lleguen a capas profundas donde la planta no las puede alcanzar (“lixiviación”).
4. Las malezas compiten con el cultivo, lo que se traduce en una menor y más débil emergencia de malezas (Schipanski et al., 2014). Se disminuye la probabilidad de que surjan malezas y plagas resistentes, por mayor diversidad genética.
5. Se mejora el control de plagas. Al haber distintos cultivos, los insectos que afectan a cada uno son distintos y en parte se regulan entre ellos. Tener mayor variedad de plantas lleva a mayor variedad de especies de insectos y por tanto ralentiza la propagación de una sola especie en tiempo y espacio.
6. Mayor facilidad en el manejo de enfermedades (Schipanski et al., 2014). Bajo la misma lógica mencionada en el punto anterior, los hongos, virus o bacterias que causan enfermedades a cada cultivo son distintos, y aumentar la diversidad de cultivos lleva a aumentar la diversidad de los causantes de enfermedades, logrando que ninguna especie se propague demasiado en tamaño de población y por demasiado tiempo, generando un equilibrio y control mayor de las poblaciones.
7. Se aumenta la polinización. Por medio de más variedad de cultivos, se atraen más insectos polinizadores, generando más flores con distintos momentos de floración, lo cual aumenta los rindes de los cultivos. Paralelamente, genera posibilidades de desarrollar economías regionales como la Apicultura.
8. Hay mayor resiliencia a inundaciones. Por una mejor estructura de suelos, el mismo puede infiltrar el agua con más velocidad, disminuyendo que el agua corra por la superficie. Además, el suelo tiene mayor estabilidad de los agregados, lo cual contribuye a la infiltración y a la capacidad de retención del agua
9. Al mejorar distintas características del suelo, tanto físicas como químicas y biológicas, al igual que otros servicios del ecosistema como la polinización, los sistemas productivos mejoran de forma notable su performance económica, aunque esto no se vea reflejado en ingresos directos al productor ya que los servicios ecosistémicos no son, aún, remunerados. No obstante, determinados factores como el aumento en los rendimientos de los cultivos de renta y la disminución en el uso de fertilizantes, con su consecuente menor gasto en compra de insumos, representan beneficios directos y palpables. Debido a que dichos rendimientos y esquema de fertilización varían de forma temporal, geográfica y dependiendo de los sistemas de producción elegidos, podemos destacar que la mejora económica es potencial y merece un análisis extensivo según cada caso.
10. Al generar puestos de trabajo, tanto de forma directa como indirecta, contribuye al desarrollo de economías regionales y locales, fortaleciendo el tejido social de la zona donde se desarrollen.
Es importante resaltar que una introducción responsable de estos cultivos invernales (sobre todo si existe la intención de avanzar hacia la sostenibilidad de la producción agrícola), se debe dar en un marco de concientización hacia todos los actores del sector, para considerar a estos cultivos como una nueva alternativa y herramienta a implementar durante el período invernal, pero entendiendo que no deben ser la única alternativa de producción. En caso de que esto último suceda, la inserción de estos cultivos no sería un propulsor hacia una nueva forma de producir, sino un cambio de cultivo dentro del mismo modelo. Insertar cultivos donde se suelen hacer barbechos largos durante el inverno presenta diversos beneficios como los mencionados anteriormente. A su vez hay algunos aspectos discutibles que se deben probar a modo de ensayo para poder entender la forma de manejo pertinente.
Sofía Stieglitz y Lucas Andreoni. Consultora Biored
Referencias
Jägermeyr, J. (2020). Agriculture’s Historic Twin-Challenge Toward Sustainable Water Use and Food Supply for All. Frontiers in Sustainable Food Systems, 4. https://doi.org/10.3389/fsufs.2020.00035
Kremen, C., & Miles, A. (2012). Ecosystem Services in Biologically Diversified versus Conventional Farming Systems: Benefits, Externalities, and Trade-Offs. Ecology and Society, 17(4). https://doi.org/10.5751/es-05035-170440
Manuel-Navarrete, D., Gallopín, G. C., Blanco, M., Díaz-Zorita, M., Ferraro, D. O., Herzer, H., Laterra, P., Murmis, M. R., Podestá, G. P., Rabinovich, J., Satorre, E. H., Torres, F., & Viglizzo, E. F. (2007). Multi-causal and integrated assessment of sustainability: the case of agriculturization in the Argentine Pampas. Environment, Development and Sustainability, 11(3), 621–638. https://doi.org/10.1007/s10668-007-9133-0
Neupane, D., Lohaus, R. H., Solomon, J. K. Q., & Cushman, J. C. (2022). Realizing the Potential of Camelina sativa as a Bioenergy Crop for a Changing Global Climate. Plants, 11(6), 772. https://doi.org/10.3390/plants11060772
Obour, A. K., Sintim, H. Y., Obeng, E., & Jeliazkov, V. D. (2015). Oilseed Camelina (Camelina sativa L Crantz): Production Systems, Prospects and Challenges in the USA Great Plains. Advances in Plants and Agriculture Research, 2(2). https://doi.org/10.15406/apar.2015.02.00043
Pinto, P., Fernández Long, M. E., & Piñeiro, G. (2017). Including cover crops during fallow periods for increasing ecosystem services: Is it possible in croplands of Southern South America? Agriculture, Ecosystems &Amp; Environment, 248, 48–57. https://doi.org/10.1016/j.agee.2017.07.028
Restovich, S. B., Andriulo, A. E., & Portela, S. I. (2012). Introduction of cover crops in a maize soybean rotation of the Humid Pampas: Effect on nitrogen and water dynamics. Field Crops Research, 128, 62–70. https://doi.org/10.1016/j.fcr.2011.12.012
Schipanski, M. E., Barbercheck, M. E., Douglas, M., Finney, D. M., Haider, K., Kaye, J. P., Kemanian, A. R., Mortensen, D. A., Ryan, M. W., Tooker, J. F., & White, C. (2014). A framework for evaluating ecosystem services provided by cover crops in agroecosystems. Agricultural Systems, 125, 12–22. https://doi.org/10.1016/j.agsy.2013.11.004
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Torroba, A., Brenes Porras, C., Orozco Montoya, R., & Souza De Resende, M. (2023). Descarbonizando los cielos: biocombustibles sostenibles de aviación. In IICA (No. 978-92-9273-032–1). IICA. Retrieved August 24, 2023, from http://www.iica.int.
Viglizzo, E. F., & Frank, F. C. (2006). Land-use options for Del Plata Basin in South America: Tradeoffs analysis based on ecosystem service provision. Ecological Economics, 57(1), 140–151. https://doi.org/10.1016/j.ecolecon.2005.03.025
Viglizzo, E. F., Pordomingo, A. J., Castro, M., & Lertora, F. A. (2003). Environmental Assessment of Agriculture at a Regional Scale in the Pampas of Argentina. Environmental Monitoring and Assessment, 87(2), 169–195. https://doi.org/10.1023/a:1024654316879
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