Genética propia
El cáñamo es un cultivo que se originó hace más de 20.000 años en Asia y, con el tiempo, se expandió a diferentes regiones del mundo. En la Argentina, su siembra fue común hasta la década de 1950, principalmente en la provincia de Buenos Aires, con menor presencia en Santa Fe y Mendoza. En la localidad bonaerense de Jáuregui, cercana a Luján, la empresa Linera Bonaerense, de origen belga, impulsaba su cultivo y empleaba a unas 3000 personas en las tareas de siembra, cosecha y procesamiento de lino y cáñamo. Su fundador, Julio Adolfo Steverlynck, aún es recordado con un monumento en Villa Flandria, el "pueblo fábrica" que creó a principios de 1930.
Las fibras del cáñamo se utilizaban para fabricar cabos de barco, los tradicionales "cueritos" de canillas e incluso las suelas de las alpargatas, entre otros usos posibles. Sin embargo, su cultivo comenzó a declinar con el cierre de la empresa y la llegada de fibras sintéticas como el nailon, que reemplazaron a las naturales. Este fenómeno se repitió en toda América Latina.
“El cáñamo industrial es una especie cercana a Cannabis sativa, aunque sus variedades no contienen THC (tetrahidrocannabinol, principal componente psicoactivo de la marihuana) o lo tienen en porcentajes insignificantes”, explicó Delavechia. Afirmó que esta asociación limitó el desarrollo del cáñamo en la región y generó una pérdida de la genética local: “Estamos comenzando desde cero, y debemos reconstruir una industria”.
Uruguay ya comenzó a avanzar en este proceso. Desde la modificación de su legislación en 2013, es el único país de América Latina con un desarrollo consolidado que incluye siembra, cosecha, materiales genéticos y un producto alimenticio que se comercializa en supermercados. A nivel global, países como EE.UU., Canadá, Francia, Polonia e Italia también avanzaron en el desarrollo de semillas con genética propia.
Avances del proyecto
Para impulsar el desarrollo del cáñamo industrial en la Argentina se establecieron vínculos con países que ya cuentan con materiales genéticos propios, como Francia, cuyas cooperativas lograron avances significativos en la genética desde hace más de 40 años. Además, se generaron contactos con Canadá, EE.UU., Italia, China, Australia y Nueva Zelanda, que también fomentaron el crecimiento de la industria relacionada con este cultivo.
Finalmente, el semillero Buck gestionó la importación de semillas provenientes de Canadá. “Como empresa semillera estábamos buscando una alternativa de cultivo para diversificar nuestro portafolio de cultivos, y decidimos apostar al proyecto”, comentó Santiago Chavallier Boutell, miembro del CREA Tres Arroyos, y gerente de Nuevos Negocios de Buck Semillas.
“Buscamos desarrollar un cultivo que no sólo contribuya a la descarbonización del sistema, sino que también agregue valor en las zonas de producción, incluso en áreas donde la agricultura aún no tiene un cultivo establecido”, explicó Chavallier Boutell. Comparó este proceso con el de la caña de azúcar, donde los ingenios se nutren de producciones cercanas para la transformación local. “En el caso del cáñamo, las oportunidades son aún más amplias, tanto para el grano como para la fibra, que pueden abastecer una variedad de industrias”, agregó.
Actualmente, se están evaluando 10 variedades en 9 estaciones experimentales del INTA y en otras cuatro localidades con empresas privadas de primer nivel. “El objetivo es caracterizar y validar los materiales en las distintas ecorregiones del país, y analizar su potencial para impulsar un desarrollo industrial que abarque tanto granos como fibras. De esta manera, queremos lograr una soberanía genética y no depender de materiales de otros países”, señaló Delavechia. “La idea es integrar el manejo, el genotipo y el ambiente en cada región”, agregó.
A raíz de este proyecto, se creó la empresa Enviroseed, que también apunta a desarrollar otros cultivos no convencionales que ayudarán a descarbonizar las cadenas de suministro. “Empezamos con el cáñamo, pero la idea es incorporar cultivos como camelina, carinata, ricino, miscanthus y lino, que tendrán un gran impacto en los próximos 10 años”, adelantó Federico Calcabrini, gerente comercial de la firma.
“En la Argentina tenemos una gran extensión de suelos para desarrollar estos cultivos, además, contamos con personal capacitado y semilla para dar los primeros pasos. A través de convenios con INTA y CONICET estamos avanzando en un programa de mejoramiento para generar materiales destinados a las industrias locales. El objetivo es acelerar el aprendizaje y llevar el cultivo a los productores”, explicó Calcabrini. Sin embargo, subrayó que para que el sector crezca, es clave que la legislación acompañe, como ocurre en Uruguay desde hace varios años.
“Por ahora, solo estamos trabajando en investigación y desarrollo, porque es lo que permite la legislación vigente. Todavía no hay un registro abierto de cultivares”, mencionó Calcabrini, en referencia a la Ley N.º 27.669 y las funciones que deberá asumir la Agencia Regulatoria de la Industria del Cáñamo y del Cannabis Medicinal (ARICCAME), encargada de regular las actividades vinculadas con la planta y sus productos derivados con fines medicinales o industriales.
Delavechia agregó que desde la Secretaría de Producción de la Nación se comprometieron a incluir al cáñamo industrial en su agenda prioritaria para los próximos años, y se trabajará en un marco regulatorio adecuado para facilitar su desarrollo.
Potencial
El cáñamo industrial ofrece un amplio potencial, tanto a nivel ambiental como comercial. “Con la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y los objetivos hacia 2050, los países desarrollados aumentarán sus esfuerzos y ejercerán mayor presión para la adopción de tecnologías y el manejo de cultivos alternativos”, explicó Delavechia, y resaltó que el cáñamo se perfila como una opción viable en ese sentido.
“La fibra de cáñamo podría sustituir a las producciones forestales, ya que tiene la capacidad de capturar hasta cuatro veces más dióxido de carbono que una hectárea de plantaciones de árboles”, señaló. Además, algunas de las principales empresas textiles del mundo están comenzando a enfocarse en las fibras naturales debido a su bajo impacto ambiental, mientras la demanda de los consumidores por productos más sostenibles continúa en aumento.
El cáñamo también está ganando terreno en sectores como la construcción, los biocombustibles, los bioplásticos y la industria automotriz. Según Calcabrini, “existe una presión global impulsada por la demanda. Empresas como Jaguar y BMW ya están utilizando fibra de cáñamo en lugar de plásticos para los componentes interiores de los vehículos, debido a la obligación de destinar un porcentaje de su presupuesto a materias primas sostenibles. A partir de 2028, Volkswagen también sustituirá el cuero por fibras de cáñamo en todos los automóviles producidos en Alemania”.
La industria de los alimentos no es ajena a este proceso. “El cáñamo es un alimento proteico de altísima calidad, que hoy representa un nicho en el mercado europeo, con un alto valor económico”, concluyó Delavechia.