Por lo general, las empresas agropecuarias tienen una cuenta pendiente en lo que respecta a la gestión de riesgos, a pesar de tratarse de una actividad que tiene una elevada exposición en ese sentido. El primer aspecto clave consiste en realizar un diagnóstico de los diferentes riesgos que enfrenta para implementar medidas orientadas a eliminarlos o bien a reducir su probabilidad de ocurrencia.
“Si no conocemos los riesgos presentes en una organización es imposible gestionarlos y estamos hablando de una cuestión esencial para garantizar el patrimonio y la estabilidad de las empresas agropecuarias”, afirmó Juan Palmer, director de Agroindustria de Asset Broker de Seguros.
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“Es importante diseñar un mapa de riesgos para cada empresa, los cuales pueden ser diferentes a pesar de tratarse de situaciones aparentemente similares”, añadió durante una charla en línea ofrecida a integrantes de la región CREA NOA.
Un mapa de riesgo comprende cuatro categorías para dos variables: probabilidad de ocurrencia e intensidad del daño potencial. Los riesgos se clasifican en tres niveles. El primero (rojo) representa los riesgos que no tienen cobertura por parte de aseguradoras o que, en caso de tenerla, resulta extremadamente onerosa. El segundo (amarillo) está conformado por los riesgos que deben gestionarse de manera profesional. Y la última (verde) representa aquellas situaciones que, por la menor magnitud de daño probable, pueden ser evaluadas una vez atendidas las dos primeras instancias.
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Ejemplo de mapa de riesgos de una empresa agropecuaria
“Siempre hay que prestarles mucha atención a los eventos muy improbables que puedan tener una intensidad de daño catastrófica. Un ejemplo es una tragedia provocada por un escape de hacienda; se trata de un riesgo factible de asegurar, que tiene una muy baja probabilidad de ocurrencia pero que, en caso de suceder, representa un problema mayúsculo en términos emocionales y económicos”, expresó Palmer.
El especialista recordó que el control documental de todos los terceros que ingresan a un campo para prestar servicios es vital para cuidar los activos y la continuidad de la empresa, dado que, en caso de un siniestro, el propietario del establecimiento productivo y el de la firma agropecuaria son solidariamente responsables si el contratista no cuenta con personal debidamente formalizado y asegurado.
“Si un contratista no tiene la cobertura correspondiente, la empresa agropecuaria lo debe asegurar antes de su ingreso al establecimiento, porque el daño potencial en caso de accidente es enorme”, explicó.
Palmer, además, indicó que es fundamental contar con asesoramiento en la gestión de seguros para evitar sorpresas en lo que respecta a las coberturas efectivamente contratadas.
Este año, por ejemplo, coberturas de incendio y granizo en maíz con adicional de vientos no fueron reconocidas en algunas situaciones por las aseguradoras al constatar que el vuelco fue propiciado por daños causados por Spiroplasma y no por vientos intensos, dado que la póliza no cubre en ningún caso riesgos biológicos.
“En las pólizas de responsabilidad civil, por ejemplo, es factible incluir daño ambiental provocado por operaciones realizadas por contratistas, algo que no todos saben y que puede resultar importante en caso de un evento de tales características”, apuntó.
“Así como es esencial conocer todos los riesgos, también lo es estar al tanto de toda la oferta de coberturas disponibles para luego armar una a medida de las posibilidades y necesidades de cada empresa agropecuaria”, añadió Palmer.
Asset Broker de Seguros, empresa integrante del Grupo Gaman, en el marco de un convenio firmado por CREA en 2018 viene desde entonces asesorando a empresas de la red de diferentes regiones productivas. En ese marco, la firma diseñó una cobertura integral para empresas agropecuarias que contempla protección contra incendios, lesiones y daños a terceros, maquinaria agrícola, silobolsa, equipos electrónicos y robos.