Triplican la producción de carne con ganadería regenerativa
Con ganadería regenerativa y cultivos de servicio en las rotaciones agrícolas, Santa Isabel mejoró la materia orgánica mediante una mayor captura de carbono.
Ganadería regenerativa
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La empresa Santa Isabel, en Rojas, Buenos Aires, la integración agrícola-ganadera demostró que es posible mantener el suelo cubierto casi todo el año, mejorar la materia orgánica y triplicar la producción de carne sin afectar la agricultura, con mayor eficiencia en el uso del agua, menor erosión y con el objetivo de acceder a créditos de carbono.
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El sistema se mostró en la jornada “Carbono y suelos vivos. Modelos de integración agrícola-ganadera”, organizada por la Comunidad de Sistemas Agrosostenibles y la Región Norte de Buenos Aires de CREA. Carlos Robertson Lavalle, socio administrador de Santa Isabel Hermanos S.A., miembro del CREA Arroyo del Medio, junto con el asesor del grupo Juan Radrizzani, brindaron la charla “Integración agrícola-ganadera en campos de aptitud agrícola y pastoreo de cultivos de servicio como tecnología de triple impacto”.
Robertson Lavalle mostró cómo la empresa viene desarrollando en la integración de los cultivos de servicios y pastoreo controlado de los mismos, dentro del planteo agrícola. “En nuestros lotes agrícolas, antes del cultivo de renta implantamos cultivos de servicios —gramíneas, leguminosas y crucíferas— que, además de proteger el suelo frente a la erosión hídrica, contribuyen a la mayor captura de carbono”, explicó.
“El rebrote posterior al pastoreo reactiva la actividad radicular y aérea a través de la fotosíntesis, incrementando el flujo de carbono hacia el suelo. En cada ciclo de pastoreo el rebrote aporta carbono para la formación de la materia orgánica”, precisó.
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Ganadería regenerativa. La empresa integración cultivos de servicios y pastoreo controlado de los mismos, dentro del planteo agrícola.
Este manejo implica una mayor demanda de agua y radiación, y requiere un seguimiento agronómico. “No es una práctica sencilla: demanda planificación, conocimiento y decisiones. Pero permite avanzar hacia esquemas más sostenibles, por su impacto ambiental, productivo y económico positivo”, indicó.
La empresa busca ser reconocida por los mecanismos voluntarios de créditos de carbono. “Hoy no existe en el país un protocolo que contemple la fijación de carbono a partir del pastoreo de cultivos de servicios en lotes agrícolas. Los productores de Estados Unidos que aplican estas prácticas regenerativas del suelo ya pueden certificar y comercializar créditos de carbono bajo esquemas similares. Creemos que ese proceso también se irá consolidando en Argentina”, añadió.
Un sistema en marcha
Según Radrizzani, “buscamos demostrar que es posible sostener un planteo agrícola que mantiene el suelo cubierto la mayor parte del año, reduciendo al mínimo los períodos de barbecho tradicional y, al mismo tiempo, integrarlo con la ganadería. Para eso hay que ajustar procesos: definir cómo superponer cultivos de servicios, en qué momento interrumpir su ciclo para manejar el consumo de agua y cómo controlar la cobertura mediante el pastoreo”, detalló.
El establecimiento trabaja con una rotación por tercios: un tercio maíz, un tercio trigo/soja y un tercio soja de primera. A partir de esa base, se incorporaron cultivos de servicios después del maíz temprano y tardío a soja de primera, y después de soja de segunda a maíz tardío, lo que permite mantener cubierto el suelo más del 50% del tiempo libre entre cultivos de renta. “El desafío es incorporar coberturas entre la soja de segunda y el maíz temprano, donde la ventana es más corta”, agregó.
Hace cinco años, la empresa comenzó a aprovechar esos cultivos de servicios con la ganadería, lo cual potenció la actividad biológica del suelo. “Observamos diferencias en la actividad de raíces y la generación de exudados entre lotes pastoreados y no pastoreados. Esa interacción mejora la fijación de materia orgánica y la estabilidad del sistema”, dijo. El manejo combina especies leguminosas como vicia villosa, gramíneas como avena strigosa, raigrás y triticale, y en los últimos tres años se incorporó rabanito forrajero, por su exploración radicular y aporte de biomasa.
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El manejo combina especies leguminosas como vicia villosa, gramíneas como avena strigosa, raigrás y triticale, y rabanito forrajero.
Robertson Lavalle aportó un ejemplo de manejo en lotes de maíz temprano seguidos por soja de primera, donde los cultivos de servicio se siembran anticipadamente, antes de la cosecha del maíz. “En la campaña pasada los implantamos el 20 de febrero, un mes antes de cosechar el maíz, utilizando una sembradora neumática tipo Altina. El maíz ya había completado su ciclo y dejado de demandar recursos —radiación, agua, temperatura—, por lo que pudimos aprovecharlos con los cultivos de servicios siguientes”, explicó. Esa práctica permite ganar entre 30 y 45 días de crecimiento activo, en comparación con la siembra posterior a la cosecha. “Si uno espera a cosechar, ese mes y medio se pierde, y son recursos gratuitos que quedan sin aprovechar”, indicó.
La estrategia surgió del análisis de los registros de lluvia entre marzo y agosto. “En años como este, donde tuvimos casi 1000 mm en ese período, sin cobertura se pierde buena parte del agua por escurrimiento superficial, con altísimo riesgo de erosión hídrica. En cambio, con este sistema logramos transformar el excedente hídrico en materia seca, a través de los cultivos de servicios que, a su vez, incrementan la materia orgánica, mejorando la estructura del suelo”, sostuvo.
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Los cultivos de servicio se siembran anticipadamente, antes de la cosecha del maíz.
Manejo ganadero
En el sistema de integración agrícola-ganadera de Santa Isabel, la hacienda se incorpora a los cultivos de servicio bajo un manejo planificado para evitar daños por pisoteo y preservar la estructura del suelo. “Siempre ingresamos con los animales cuando el piso está firme. Después de una lluvia esperamos los días necesarios hasta que las condiciones de reingreso a la parcela lo permitan”, explicó Robertson Lavalle.
El establecimiento cuenta con una superficie de suelos bajos de cañadas, que actúan como áreas de resguardo. “Cuando llueve, la hacienda se retira de los lotes agrícolas y se traslada a los bajos. Es el fusible del sistema: nos permite proteger los ambientes de aptitud agrícola y mantener el pastoreo sin degradar los suelos”, detalló.
Durante el último otoño, el esquema se puso a prueba en mayo, con 300 milímetros de lluvia que se registraron en menos de 24 horas. “El campo se cubrió de agua, pero gracias a la topografía y al buen escurrimiento, pudimos manejar la situación. En dos o tres días el agua drenó por el arroyo que bordea el campo, y la hacienda nunca pasó hambre”, relató.
Además, destacó el efecto de la cobertura sobre la infiltración y el aprovechamiento del agua. “Tener el campo siempre verde mejora la capacidad de infiltración, sobre todo frente a fenómenos de lluvias intensas. En los lotes cubiertos, el agua se retiene en el lugar en vez de escurrir, lo que reduce la erosión hídrica y aprovecha mejor las lluvias”, aseguró.
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“Siempre ingresamos con los animales cuando el piso está firme. Después de una lluvia esperamos los días necesarios hasta que las condiciones de reingreso a la parcela lo permitan”, explicó Robertson Lavalle.
Márgenes económicos
La incorporación de la ganadería sobre los cultivos de servicio modificó de manera sustancial los resultados del establecimiento. “La producción de carne sobre estas coberturas prácticamente no tiene techo; en términos económicos, nos agrandó el campo”, señaló Radrizzani.
Antes de integrar el pastoreo de los cultivos de cobertura, la ganadería representaba menos del 5% del resultado global de la empresa. “Hoy, con este manejo, que demanda más inversión y eficiencia, la participación de la ganadería llega al 20 o incluso 25% del margen bruto total, según los registros económicos de Santa Isabel”, detalló. Durante la sequía de la campaña 2022/23, cuando el margen agrícola fue negativo, la ganadería permitió compensar el resultado global.
El establecimiento cuenta con 1.508 hectáreas, de las cuales 1.045 son agrícolas y 463 ganaderas, y mantiene un rodeo estabilizado de alrededor de 400 vientres anuales, con recría ajustada a la oferta de los cultivos de servicio. En este contexto, Robertson Lavalle destacó que la empresa logró triplicar la producción de carne. “Hasta hace cuatro años la ganadería estaba confinada a los bajos y cañadas, con un planteo de cría. Con los cultivos de servicio sumamos superficie y pasamos a un esquema de cría y recría. Los terneros se recrían en el campo y se venden en septiembre, antes de secar las coberturas para sembrar los cultivos de renta”, explicó.
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Ese cambio permitió agregar kilos al momento de la venta, estabilizar los flujos de caja y aprovechar mejor los picos de oferta forrajera. “El desafío ahora es sostener la carga en verano, a diferencia de los sistemas tradicionales. En otoño, invierno y parte de la primavera tenemos una oferta forrajera muy alta, producto de los cultivos de servicio, y los animales nunca se quedan sin pasto. Los engordes en la salida del invierno compensan las ganancias más moderadas del otoño”, precisó.
En términos productivos, la empresa apunta a generar al menos 400 terneros del rodeo de cría, según el clima y las coberturas. “De esos, se recrían unos 350 terneros destetados entre abril y mayo. Los machos se llevan hasta 260–280 kg, y una parte de las hembras se seleccionan para reposición. Este año dejamos 100 hembras y, al ver que los cultivos se habían logrado muy bien por las lluvias de febrero y marzo, compramos 200 terneras adicionales para aprovechar la oferta de forraje. En total, tuvimos unos 500 terneros macho y hembra entre marzo y octubre”, describió.
Debido a las lluvias excepcionales de la campaña, la venta de los animales se demoró respecto de lo habitual. “Ahora hay que liberar los lotes para implantar los cultivos de renta. De los 500 animales, quedarán 100 vaquillonas de reposición y los 400 restantes se venderán con pesos estimados en torno a los 280-300 kilos”, indicó.
Mejoras en todos los aspectos
El esquema de pastoreo sobre cultivos de servicio se enmarca en los principios de la ganadería regenerativa, con mejoras visibles en lotes agrícolas y otros ambientes. “Con este manejo logramos regenerar toda la superficie de campo natural de cañadas, porque al incorporar el pastoreo de cultivos de servicio les damos más tiempo de descanso. En los últimos años se notó una recuperación en la oferta forrajera de esos ambientes, que antes estaban muy exigidos”, explicó Robertson Lavalle.
Radrizzani señaló que el manejo del pastoreo también tiene un efecto regenerativo sobre los suelos agrícolas. “El pastoreo controlado de las coberturas reactiva los procesos biológicos y contribuye a la mejora del suelo. Vemos aumentos en la materia orgánica y una corrección gradual del pH, efectos en los que la combinación de coberturas y ganadería cumple un rol decisivo”, indicó.
El sistema, con casi 15 años de trabajo continuo en cultivos de servicio, requiere un nivel alto de planificación y decisión permanente. “Es un planteo más exigente, donde hay que estar muy encima todas las semanas. Hay que decidir si seguir pastoreando, si secar una cobertura, si rolar o desmalezar para favorecer determinadas especies. Es un proceso dinámico y de aprendizaje constante”, agregó Robertson Lavalle.
Radrizzani coincidió en que la infraestructura y el capital humano son claves para sostener este modelo. “Para entrar en un esquema así, el campo tiene que haber mantenido sus aguadas y, en algunos casos, alambrados. Además, se necesita un equipo estable, con gente que viva y trabaje en el campo. La ganadería arraiga a las personas. Hoy hay más tecnología disponible y accesible para montar aguadas, pero los campos que preservaron su infraestructura parten con una clara ventaja”, sostuvo.
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El sistema se mostró en la jornada “Carbono y suelos vivos. Modelos de integración agrícola-ganadera”, organizada por la Comunidad de Sistemas Agrosostenibles y la Región Norte de Buenos Aires de CREA.
Bonos de carbono
“Este trabajo que iniciamos hace 15 años podría aprovecharse como créditos de carbono”, sostuvo Robertson Lavalle. “Hemos mejorado la producción de carne y la salud del suelo, o al menos evitado su degradación. Poder generar créditos de carbono y comercializarlos en el mercado voluntario sería una forma de reconocer y retribuir ese esfuerzo”, agregó.
“El objetivo fue recomponer el suelo y recuperar la materia orgánica. Lo importante es que el campo alcance un nivel productivo superior, con una base más sustentable”, señaló Radrizzani. Certificar las prácticas implementadas permitiría demostrar los resultados obtenidos y abriría la puerta a una futura valorización ambiental. “Hoy en la Argentina todavía no existe un protocolo específico para sistemas agrícolas con cultivos anuales, pero hay que trabajar para desarrollarlo”, concluyó.
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