En los últimos años, la gestión del tambo de 300 vacas de Javier Linari se tornó cada vez más compleja porque cuestiones administrativas y financieras comenzaron a quitarle cada vez más tiempo. Qué medidas adoptó para sortear estas dificultades.
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SUSCRIBITEEn los últimos años, la gestión del tambo de 300 vacas de Javier Linari se tornó cada vez más compleja porque cuestiones administrativas y financieras comenzaron a quitarle cada vez más tiempo. Qué medidas adoptó para sortear estas dificultades.
Javier y Juan José Linari perdieron a sus padres cuando tenían apenas 13 y 15 años de edad. Pocos años después, debieron hacerse cargo de la empresa agropecuaria familiar que habían fundado sus abuelos en la década del 30 del siglo pasado.
Juan José (“Juanito”), quien luego se dedicaría a la actividad gremial y política hasta llegar a ser coordinador del Programa Nacional de Política Lechera y director nacional de Lechería, se dedicó a gestionar inicialmente la empresa para que su hermano pudiese terminar la carrera de Agronomía. En ese camino, en el cual debieron transformarse en empresarios de manera urgente y temprana, la ayuda de la red CREA resultó fundamental para contar con la guía de pares experimentados en la gestión del negocio.
Comenzaron integrando el CREA Abascay, que posteriormente se disolvió, para pasar a formar parte del CREA Samborombón, que luego se integró con el CREA Luján (región Este). “En el grupo uno se siente siempre acompañado; no concibo ser empresario agropecuario sin estar en CREA”, comenta Javier. “Durante algunos años trabajé como asesor en otra zona y tuve que dejar el grupo porque no tenía tiempo, pero la verdad es que lo extrañaba”, añade.
La empresa familiar localizada en Brandsen, Buenos Aires, integrada por un tambo y un rodeo de cría, comenzó así a crecer con el foco puesto en la actividad lechera.
“El tambo me parecía más desafiante por la cantidad de procesos que intervienen en la actividad”, señala Javier, quien residió muchos años en el campo y actualmente alterna su estancia entre el establecimiento agropecuario y la cercana ciudad de Buenos Aires.
En los últimos años, la gestión del tambo de 300 vacas se tornó cada vez más compleja porque las cuestiones administrativas y financieras comenzaron a quitarle cada vez más tiempo. “La recorrida semanal con el tambero era pospuesta con frecuencia para atender alguna urgencia de cuestiones que, si bien no tenían que ver con la parte productiva, resultaban esenciales en el contexto económico presente en la Argentina”, apunta.
De este modo, la gestión forrajera se fue resintiendo, algo que, cuando sobra el pasto, puede pasar desapercibido, pero cuando éste falta, pasa factura de manera inmediata a las vacas y, por extensión, a la empresa.
“Si tuviéramos una escala más importante, podríamos pensar en contratar a un gerente de producción, pero en nuestro caso eso no es factible. Así que decidí pedir ayuda a una consultora (Smart Farming) para sistematizar la gestión de los pastoreos, la alimentación, el seguimiento de la condición corporal de las vacas y la capacitación del personal”, relata Javier.
La visita semanal programada de un técnico, que realiza una recorrida integral junto a Javier (cuando está disponible) y al tambero, permite optimizar la gestión de los recursos en función de las necesidades nutricionales de las vacas.
La asistencia de la consultora, que se inició dos años atrás, llegó en el momento justo, porque desde entonces las restricciones hídricas se tornaron severas y fue necesario ser mucho más eficientes en la gestión del poco pasto disponible.
“Seguimos la regla de las ‘tres R’, una metodología diseñada por Santiago Fariña y Gonzalo Tuñón, que consiste en: recorrida, rotación y remanente de pasto”, remarca Javier.
Una recorrida efectuada a conciencia permite que el responsable a cargo entienda el comportamiento de toda la superficie de pastoreo, que conozca qué sucede en cada potrero y esté en condiciones de tomar decisiones proactivas y a tiempo en forma semanal. Una rotación de pastoreo ajustada exige apretar el acelerador en algunos momentos y en otros pisar el freno; la velocidad siempre es dictada por el crecimiento, con un ojo en el estado fisiológico de las pasturas. Finalmente, la posibilidad de contar con remanentes óptimos asegura que las pasturas alcancen su potencial, cuidando el consumo de las vacas y la calidad del bocado.
“El seguimiento semanal de los litros libres de suplementación resultó clave para desarrollar una gestión financiera acorde a las urgencias que se presentaron en la campaña 2022/23”, resalta.
Tras el desastre climático, el sistema pastoril terminó transformado en una suerte de dry lot con vacas encerradas a base de balanceado, subproductos y rollos. Ahora la apuesta es que, con la regularización del régimen hídrico, puedan desarrollarse favorablemente los verdeos de invierno para volver a usar las fuentes de recursos forrajeros más eficientes.
“La situación de la lechería no es buena en la actual coyuntura, pero los precios de la leche deberían comenzar a mejorar para ajustarse a la menor oferta que seguramente habrá en los próximos meses”, proyecta el empresario CREA.