¿Cómo debería ser el sistema de producción tambera de los próximos años? ¿Sobre qué pilares debería basarse la lechería nacional en el futuro para garantizar su sostenibilidad económica y productiva?
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Fernando Preumayr, líder de Factor Humano en Tambo, junto a Miguel Taverna, coordinador del Programa de Leche del INTA y presidente de la FunPEL, fueron invitados a transmitir su visión durante la quinta edición del Outlook de la Cadena Láctea Argentina. Los acompañó en la conversación la licenciada María Inés Rimondi, especialista en comunicación de la consultora InnovarAgro.
Lo primero en plantearse fue la necesidad de un cambio de enfoque. Mientras el abordaje tradicional situaba al negocio en el centro de la escena, hoy es necesario tener presentes otros componentes periféricos estrechamente ligados a la actividad, que no pueden desagregarse: el ambiente, el bienestar animal y el bienestar de las personas. Sin ellos es imposible pensar en una lechería sostenible, eficiente y rentable.
Esto implica un abordaje multidisciplinario y también un reto, que se puso de manifiesto en la última edición (2021/22) de la encuesta sectorial lechera del INTA.
Según la pesquisa, que se realiza cada dos años sobre una muestra importante de productores de distintas cuencas, la mayoría de los encuestados se ve en la actividad, con una proporción importante de tamberos que se proyecta, incluso, creciendo. Sólo un 8% aseguró estar preparando su salida de la actividad a través de una reducción de la producción, alquiler del campo, etcétera. “¿Por qué es importante esto para nosotros? Porque es un gran desafío en términos de nuestro trabajo a futuro: implica responder de alguna manera a esta demanda, que es transversal a todas las escalas de tambos”, indicó Taverna
La segunda pregunta de la encuesta puso de manifiesto las principales preocupaciones de los productores para lograr este crecimiento: la variabilidad climática y su impacto en el sistema de producción; los problemas macroeconómicos y una política “errática”, y el incremento de los costos. “Fíjense que se trata de aspectos muy vinculados a lo anterior”, subrayó el presidente de la entidad.
“¿Es posible pensar los recursos humanos como un potenciador para desarrollar el negocio?”, inquirió entonces Rimondi. Fernando Preumayr, especialista en el tema, tomó la palabra. “Nosotros no hablamos de ‘recursos humanos’, sino que preferimos hablar de ‘capital’ o de ‘factor humano’, porque son las personas básicamente las que permiten que esta actividad se desarrolle y evolucione. Y yo sitúo a la persona en el centro de tres variables: los objetivos, que son los resultados económico-productivos esperados, pero también aquellos que tienen que ver con el sentido de la empresa; los recursos, que tienen que estar alineados con esos objetivos, y los procesos, es decir, aquellas cosas que hacemos para llevar adelante la producción y hacer del tambo una actividad rentable”, señaló.
Esos son, según el líder de Factor Humano en Tambo, los grandes factores de un “tablero de comando”, que nos permite mirar la empresa con un poco de perspectiva. “Estos factores deben estar alineados y ser consistentes. ¿Por qué? Porque tengo que tener objetivos que sean alcanzables y que estén en línea con los recursos disponibles, pero también tengo que establecer procesos simples, que puedan ser llevados adelante con un equipo de gente motivada y formada para eso”, agregó.
Preumayr destacó que, durante mucho tiempo, la lechería puso en el centro del sistema a la vaca y postergó a las personas, mientras que su bienestar, su capacidad y su compromiso deberían ser lo más importante.
En la misma línea, Fernando se refirió a un concepto muy utilizado, pero a menudo malinterpretado por la mayoría de quienes tienen personas a cargo. “En mis cursos, cuándo pregunto qué esperan de su equipo, en el 90% de los casos la primera palabra que aparece es ‘compromiso’. Demandamos compromiso a nuestra gente. En ese caso, yo suelo responder: ‘Les tengo una mala noticia, y es que el compromiso es un resultado, no es algo que se pueda pedir por anticipado’. Esto significa que todo lo que yo esté dispuesto a poner, en términos de energía, esfuerzo, tiempo e inversión para que mi gente quiera trabajar conmigo es lo que va a generar adhesión y posibilitar que yo tenga un negocio eficiente y sostenible”, advirtió.
Algo similar ocurre con la productividad. Tal como ocurre como el compromiso, la productividad es generada dentro de la propia empresa en la medida en que se es capaz de ofrecer las condiciones necesarias para que las personas puedan desplegar todo su potencial. Entendiendo que los empleados son individuos de carne y hueso, con nombre y apellido, con una historia, con necesidades, con motivaciones e intereses propios.
“Esto es lo que hemos visto en el proyecto cuando nos pusimos a pensar cuáles son las variables determinantes para que la gente decida quedarse o irse de un trabajo. Vimos que, en realidad, se trata de muchos factores concurrentes. La atracción y la permanencia son el resultado de una suma de aspectos”, subrayó Preumayr.
Uno de ellos es la capacidad de diseñar un sistema donde las personas tengan a su disposición los medios, la tecnología, el tiempo, los descansos y la organización que posibilite mejorar esa productividad. También están los factores relacionados con el ambiente de trabajo, que tienen que ver con la comunicación interna, con la posibilidad de generar equipos donde el respeto y el buen trato sean la norma, y donde la gente puede verse, de alguna manera, proyectada. Por último, hay cuestiones vinculadas a la vivienda, el acceso a la educación, a la salud y a los centros urbanos más cercanos, así como los aspectos legales y contractuales que hacen al trabajo en el tambo. “En definitiva, la productividad termina siendo el resultado de un montón de situaciones alrededor de las cuales hay que trabajar”, enfatizó el especialista.
Miguel Taverna completó el análisis citando nuevamente la encuesta sectorial del INTA. El presidente de la FunPEL puso en evidencia dos hechos: el primero, que la productividad en términos de litros de leche ordeñados por persona no se modificó a lo largo de 10 años. El segundo, que existe una brecha del 300% entre el cuartil inferior y el cuartil superior de la población estudiada (8000 litros de leche por equivalente hombre por año versus 24.000).
Si se compara este valor con el de países como EE.UU., Nueva Zelanda y Australia, la Argentina se encuentra casi tres veces por debajo en términos de productividad de la mano de obra. Esto lo llevó a preguntarse: “¿Por qué este aspecto no logra despertar el interés del empresario, teniendo en cuenta que, si invirtiera lo necesario, podría diluir este costo a través de la facturación? Le permitiría, incluso, justificar económicamente diversas inversiones. Paralelamente, al empleado, el hecho de incrementar la eficiencia, lo habilita a mejorar sus ingresos, lo que lógicamente va a repercutir en su calidad de vida y de trabajo”, explicó.
Para cerrar este punto, Miguel realizó una interesante reflexión: “¿Por qué la gente prefiere la agricultura como actividad principal sabiendo que un tambo manejado eficientemente puede arrojar una rentabilidad mucho mayor y con menor riesgo? Acá viene uno de los aspectos más importantes que es necesario entender, que es cómo remuneran ambas actividades la hora trabajada. Mientras que la agricultura lo hace en 50.000 pesos, el tambo lo hace en 5000, entonces, estamos compitiendo en el mismo territorio”, advirtió.
Independientemente de las cuestiones éticas y de la mirada pública que hay sobre este tema, ¿cómo juega el bienestar animal en el sistema productivo? Taverna se refirió a ello a través de una situación clásica en el tambo: “Sabemos que el tema de la humedad, el barro y el calor es tremendamente complejo para la vaca más para una de alta producción, y en nuestro país tenemos que convivir con estas situaciones más de la mitad del año”.
Con un Índice de Temperatura y Humedad (ITH) por encima de 68 la vaca se estresa y eso se traduce en una catarata de efectos indeseados, que conllevan una merma en la producción, la reproducción, una reducción de las defensas, etcétera.
En términos numéricos, en un lapso de eventos extremos la cadena de producción primaria y la industria pierden alrededor de 3000 millones de dólares. Si se divide esta cifra por la cantidad de vacas que hoy hay en el país, se obtiene un valor de 1600-1800 dólares por cabeza, que podrían ser utilizados para implementar algún tipo de mejora que reduzca ese impacto.
“Habitualmente se suele valorizar esta situación en términos sanitarios, pero no de producción. Entonces la pregunta es: ¿podemos cerrar los ojos y dejarla pasar o es necesario empezar a pensar en un abordaje integral con alternativas que permitan morigerarla?”, planteó.
Finalmente, el panel llegó al eje Ambiente. Al respecto, se plantearon tres cuestiones relacionadas con las oportunidades que la Argentina tiene en este sentido.
La primera es que nuestro país no tiene que volver de un proceso de intensificación extrema, como sí deben hacerlo las naciones de Europa y EE.UU. “La Argentina puede planificar una lechería sobre la base de una intensificación sostenible, manejando adecuadamente el impacto de la actividad sobre el entorno. Es muy importante que lo tengamos claro, porque se trata de abordajes completamente distintos”, destacó Taverna.
El segundo tiene que ver con la posibilidad que tiene el país de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero gracias a su sistema de producción, y de capturar carbono a través de la forestación estratégica, una ventaja con la que pocas naciones cuentan. “Es importante tomar noción de la enorme oportunidad que tenemos en este sentido, porque una mayor eficiencia de la productividad nos va a permitir reducir sustancialmente la intensidad de la emisión; es decir, la cantidad de equivalentes de dióxido de carbono que emitimos por cada 1000 litros de leche producida”, aseveró.
El último mensaje giró en torno a la bioeconomía circular, un nuevo concepto que propone considerar el sistema de producción como un componente integrado a la industria, la sociedad y al ambiente, para producir alimentos en forma sostenible.
En función de estos conceptos, ¿qué rol juega y jugará la adopción de tecnología en los establecimientos? Uno importante, siempre y cuando vaya acompañado de una adecuada capacitación.
“Hoy hay 150.000 vacas monitoreadas, 200.000 vacas con medición de leche y 214 robots de ordeñe en la Argentina. Ahora, todas estas tecnologías pueden solventarse en la medida en que sean bien gestionadas, y esto sólo puede concretarse si estamos capacitados. ¿Lo estamos? ¿Está preparado el personal para capitalizar todos estos elementos que nos atraviesan tan rápidamente?”, inquirió Miguel.
Siguiendo con este razonamiento, Fernando instó a poner este tema en la agenda. Para lo cual se remontó a su época de extensionista, en la década del 80 y 90, cuando la formación de productores era fruto del esfuerzo mancomunado de los sectores público y privado. “Instituciones oficiales junto a empresas lácteas y proveedores de insumos compartían una misma visión, y si bien se establecía cierta competencia entre los que capacitaban, ese esfuerzo resultó en una cosecha muy grande de profesionales en todo el país. Creo que eso es algo que hay que recuperar”, señaló.
En este punto, además de un desafío, se presenta nuevamente una oportunidad: incentivar a los jóvenes para que ingresen a la actividad y situar a la lechería argentina en los primeros niveles de competitividad internacional. “Hoy la vara está más alta, porque además de un escenario distinto, tenemos que promover la incorporación de gente joven, lo que significa ilusionarlos, lograr que para ellos valga la pena. Y esto implica generar proyectos por los cuales puedan sentirse atraídos”, aseveró Preumayr.
El proyecto Factor Humano en Tambo tiene un carácter fundacional en ese sentido. Sus comienzos, hace ya nueve años, no fueron de la mano de los técnicos sino “de productores hacia productores” para resolver necesidades y problemas en torno a la gente. “Esa idea, nacida en la zona Santa Fe Centro, fue de tal impacto que alcanzó envergadura nacional, interdisciplinaria y de largo plazo. En cierta forma, se logró definir con claridad la necesidad de hacer algo y se empezó a trabajar en ello”, destacó Fernando.
Hacia el cierre, María Inés Rimondi puso sobre el tapete un tema central de cara a 2030: la mirada de la sociedad sobre la actividad y el rol clave de la comunicación para construir ese futuro.
“De un tiempo a esta parte, estamos siendo interpelados como cadena de valor por una comunidad que nos pregunta con insistencia: ¿estás cuidando la tierra, los animales y tus equipos de trabajo? Tenemos un largo camino por recorrer en lo que respecta a nuestra capacidad para escuchar y construir una agenda propia que nos permita establecer conversaciones fértiles, atraer talentos y asegurarnos la licencia social”, advirtió.
La especialista en comunicación repasó entonces qué están haciendo al respecto países que son referentes. EE.UU. se ocupa a través de distintos programas de embajadores y de la creación de un sello de calidad; los australianos entrenan asesores, productores y periodistas con conocimiento sobre el sector; en Canadá abordan el tema con una enunciación única a través de una fuerte institucionalidad. Así, ellos dicen: “Esto somos, así trabajamos y queremos construir confianza. Y para lograrlo tenemos que conversar”, facilitándole a los docentes todo el material que generan”, explicó Rimondi.
A modo de cierre, Taverna y Preumayr trazaron dos conclusiones. La primera, la importancia de un abordaje institucional para generar consistencia, coherencia e impacto. “Trabajar para contar con una institución que convoque y genere un ámbito de trabajo que permita desarrollar estos proyectos”, resaltó Miguel.
La segunda está relacionada con la necesidad del sector de contar con un acompañamiento crediticio que contemple plazos y años de gracia acordes a este tipo de inversiones. “Uno modifica una instalación que tiene un impacto importante en la organización del sistema, pero no sucede lo mismo con la rentabilidad. Además, está el tema del clima, que determina que uno no tenga la posibilidad de responder de la misma manera todos los años”, advirtió.
En definitiva, faltan señales claras que le permitan al sector creer que hay interés en que su actividad crezca. “Una política de incentivos es fundamental para que la lechería vuelva a ser lo que fue en otra época, aquella en la que fuimos capaces de duplicar la producción”, concluyó Preumayr convencido.
Outlook 2022
Con el lema “Un reencuentro para unir lo mejor de nuestra actividad”, cerca de 300 productores, técnicos, industriales, dirigentes, profesionales y estudiantes, se acercaron al Centro Metropolitano de Rosario para compartir conocimientos y experiencias.
El temario del encuentro estuvo organizado en cuatro bloques, que contaron con la participación de especialistas nacionales e internacionales, a través de los cuales se realizó un amplio análisis de la situación sectorial y las oportunidades, desafíos y amenazas de cara a los próximos años. Las diferentes charlas pueden verse en http://www.fundacionpel.org/