Cuando un grupo humano está mayoritariamente integrado por personas interesadas en dar todo lo que pueden ofrecer de sí mismas, el balance final, tanto en términos individuales como grupales, es superavitario, porque en tales circunstancias el desarrollo personal viene acompañado de un crecimiento social generalizado.
La vivencia genuina de la experiencia humana reside en el hecho de vivir en una comunidad en la cual la mayor parte de sus integrantes dan todo de sí mismos para recibir, finalmente, más de lo que entregan.
Somos seres gregarios diseñados para recibir a través del dar. Si todos los integrantes de un grupo deciden ofrecer su tiempo, dedicación, energía, creatividad e inteligencia al resto, al final del día cada uno de ellos habrá obtenido mucho más de lo que aportó. Estamos hechos para realizarnos como personas a través de los otros.
En marzo de 2021 Lucila Losano recibió la peor noticia: Emilio Sella, su pareja y padre de su hijo de tres años de edad, había fallecido en un accidente.
A pesar de la dramática situación, Lucila –de profesión nutricionista– no tuvo tiempo de hacer el duelo porque de manera inmediata debió hacerse cargo de la empresa agropecuaria creada por Emilio. Pocos días después del velorio, aparecieron llamados y mensajes de proveedores buscando cobrar, al tiempo que el empleado de la firma necesitaba precisiones sobre su situación.
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Emilio Sella junto a su hijo.
Además, faltaban pocos días para el comienzo de la cosecha de granos gruesos, al tiempo que había que ocuparse de los animales integrantes del negocio de cría bovina y de una cabaña de Limangus.
“Con nuestro hijo visitábamos el campo para participar de los momentos de siembra y de cosecha, pero no conocía nada del negocio”, relata Lucila.
“Recuerdo que me levantaba a las cinco de la mañana para ver los cuadros de Excel de las gestiones y los flujos de fondos sin entender de qué se trataba; fue como empezar la primaria de nuevo”, añade.
Sin embargo, afortunadamente no estaba sola, porque Emilio era parte del CREA Barranca Yaco (región Córdoba Norte) y el asesor y los integrantes del grupo desde el primer día se pusieron a disposición para que Lucila pudiese continuar con las actividades de las empresa.
“Todas las decisiones que tomé, desde el primer momento, siempre las definí con la ayuda del asesor Pedro Meriggiola y de los integrantes del CREA; no hubiese podido lograr nada sin su ayuda”, comenta.
Uno de los aspectos más difíciles para Lucila fue el hecho de intentar dilucidar las razones de determinadas decisiones empresarias tomadas por Emilio. En ese sentido, el aporte del CREA resultó fundamental para poder armar ese rompecabezas.
“Siempre estuvieron cuando los necesité y me ayudaron a entender cómo gestionaba la empresa Emilio. Posteriormente, el CREA me animó a tomar mis propias decisiones como empresaria”, señala.
Lucila emprendió un proceso acelerado de capacitación sobre la dinámica del negocio agropecuario al leer toneladas de libros y artículos sobre la materia, además de asistir a múltiples cursos y eventos sectoriales.
“La actividad que me resultó más exigente es la ganadería porque requiere estar encima todos los días para atender cuestiones operativas en el ámbito productivo, sanitario y reproductivo; la ayuda del CREA resultó esencial al respecto”, manifiesta.
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Ejemplares de la cabaña Limangus.
La cosecha lograda en 2021 resultó satisfactoria, pero en los dos años siguientes una sequía recortó gran parte de la producción prevista y este año el cultivo de maíz fue liquidado por un ataque severo de Spiroplasma. En ese marco, Lucila decidió retirarse de la actividad.
“La decisión de salir del negocio agrícola y ganadero fue debatida en el grupo CREA y tanto ellos como yo coincidimos que es mejor retirarse a tiempo cuando las condiciones del negocio no son las apropiadas”, comenta.
“Voy a seguir formando parte del CREA Barranca Yaco porque su ayuda será vital para poder decidir qué actividad emprender cuando termine de cerrar las unidades agropecuarias”, añade.
El grupo, además de ofrecer una gran ayuda en lo que respecta a gestión empresaria, resultó también fundamental como apoyo emocional para que Lucila pueda salir adelante y asegurar el capital perteneciente a su hijo en una proporción del 95% (el 5% restante está a nombre de ella).
“El cierre de las unidades agropecuarias coincide también con la necesidad de realizar el duelo, algo que no puede hacer en su momento por la necesidad de mantenerme entera por mi hijo –que hoy tiene seis años de edad– y las urgencias que tuve que atender”, remarca.
Si bien Lucila nunca abandonó su trabajo como nutricionista en una clínica, lo realizó a tiempo parcial y ahora también quiere reencontrarse con su profesión, más allá de cuál sea el camino que finalmente tome como empresaria.
“No tengo palabras para agradecer a los integrantes del CREA Barranca Yaco, con quienes compartimos muchas cuestiones tanto empresarias como personales y me ayudaron a atravesar el peor momento de mi vida”, resume Lucila.