−¿Cómo surgió esta inquietud que definió el tema de tu tesis?
−Al recorrer las fincas veía plantas muertas, dañadas, con malas brotaciones, y cuando los dueños o técnicos me preguntaban qué había pasado, no podía darles una respuesta. Se trataba de un conjunto de síntomas. Y cuando llevaba las muestras a distintas instituciones o se las mostraba a otros colegas, nadie sabía bien qué era lo que ocurría.
Fue así que conocí a Markus Keller, un fisiólogo vegetal estadounidense que brinda continuamente cursos de capacitación en Mendoza. Según él era muy probable que el problema estuviera relacionado con las heladas, aunque le extrañaba, porque esos daños solían detectarse con temperaturas más bajas que las presentes en nuestras zonas vitícolas. Fue entonces que surgió la idea de la tesis. Me propuse descubrir qué era lo que estaba sucediendo y demostrarlo. Y lo hice con el apoyo del Conicet, que financió la investigación. Visité incluso el laboratorio de Keller (IAREC), localizado en una zona muy fría del estado de Washington, donde aprendí a usar los instrumentos y me familiaricé con los conceptos teóricos que me permitieron comprender mejor está problemática.
−¿Nunca antes se había estudiado el daño por heladas?
−A nivel internacional hay bastante información relacionada con heladas, tanto invernales como primaverales, pero no consideran el punto de vista que adopté yo. En general, es una temática que se suele abordar desde la Meteorología, sin considerar lo que ocurre con la planta y su fisiología. El aporte de mi tesis consistió precisamente en demostrar que la planta modula su resistencia al frío en función de las temperaturas previas al evento de la helada. Además, pude demostrar que, durante el invierno, se producen daños en el tronco de las plantas susceptibles, que impiden un correcto flujo de reservas entre las raíces y las estructuras aéreas. La gravedad de los síntomas dependerá del nivel del daño ocasionado. En el ámbito local, la información era nula y ni siquiera se identificaban los síntomas en nuestros viñedos.
Imagen 2 A. Evolución de los daños en el floema del tronco de la vid a través de un corte anatómico observado en microscopio
Imagen 2 b. Daño en floema de tronco de vid visto con lupa
−¿Por qué elegiste la variedad Malbec?
−La idea inicial del trabajo era probar variedades de distintos largos de ciclo, por ejemplo, Chardonnay, que es temprana; Cabernet, que es tardía; y Malbec, que es intermedia. Pero el trabajo se volvió muy extenso, surgieron problemas de financiamiento, por lo que decidí dedicarme a la variedad tinta más utilizada en el país, que hoy ocupa una superficie de cerca de 40.000 hectáreas. Si íbamos a resolver algún problema, teníamos que hacerlo primero con el Malbec, para luego seguir con las demás variedades; esa fue mi lógica. Luego en mi etapa pos doctoral trabajé con las que me habían quedado en el tintero. Hoy estas mediciones las ofrecemos como servicio desde la empresa.
−¿Cómo llevaste a cabo la investigación?
−La primera etapa consistió en aprender todo lo posible en cuanto a teoría y equipamiento en EE.UU. A mi regreso me esperaba el desafío de conseguir los equipos que había aprendido a usar. Esa fue la segunda etapa, que consistió en desarrollar la misma investigación en el país. En principio, tenía que conseguir un simulador de heladas de laboratorio, que consiste, básicamente, en un freezer gobernado por un software al que uno le ingresa todas las variables que caracterizan a una helada (pendiente, duración, forma de la curva, etc.). Ese freezer tiene, además, unas placas Peltier, que son unas pequeñas celdas de cerámica capaces de detectar un salto voltaico, es decir, los cambios de energía por cambios de fase que indican que el agua se está congelando dentro del tejido. Al mismo tiempo, se hicieron cortes anatómicos de la planta para comprobarlo visualmente, ya que el tejido cuando muere adquiere un color marrón.
En la tercera etapa, lo que hice fue medir la producción, el vigor, cuánto cargaban de azúcar los racimos. Todos aspectos que permitían demostrar hasta dónde podía llegar el daño si las plantas sobrevivían.
Resultados
−¿Cuáles fueron las principales conclusiones de la tesis?
−La primera es que las temperaturas invernales de la región, si bien no son tan bajas como las de las zonas vitivinícolas de otras latitudes, pueden causar daños mortales a los tejidos. Y esto es así porque el ambiente influye notablemente en la aclimatación del Malbec: la resistencia que tiene cada planta está determinada por el lugar donde se desarrolla.
Así, resultó que el Malbec que yo había plantado en condiciones cálidas, se desaclimataba a una tasa mucho mayor que aquel que se había desarrollado originalmente en una zona fría. Es como si la planta pensara "el invierno ya terminó" y empezara a perder resistencia. En cambio, las plantas de una zona fría necesitan mayores umbrales térmicos para desaclimatarse.
En este marco, las heladas más peligrosas para los tejidos permanentes de la planta son las del late winter o early spring, momentos en los cuales pueden ocurrir heladas muy fuertes, incluso a temperatura cercanas a los -10°C. En esta época del año, las plantas ya comienzan a hidratarse, lo que conlleva una desaclimatación o pérdida de resistencia. Esto se acentúa más aún si el invierno es benigno, tal como ocurrió en 2023.
La segunda conclusión es que el daño se produce en el floema, especialmente en los individuos jóvenes. El nivel de daño determinará la magnitud de los síntomas que se verán en la planta y la afectación en la futura producción.
Por último, esta tesis también sirvió para tomar conciencia de la gran amplitud térmica diaria presente en nuestras zonas vitícolas durante todo el año. Condición que contrasta con la de otras zonas vitícolas, que son aquellas donde se ha generado la mayor parte de la información respecto a la resistencia de las vides. Esta diferencia agroclimática determina que, en general, las plantas de nuestra zona ofrezcan una menor resistencia al frío que las de regiones donde la amplitud térmica diaria es escasa.
−¿Cuáles pueden ser esos daños?
−Bajo vigor, rendimientos acotados y heterogeneidad en la cosecha, siempre y cuando la planta sufra daños leves o moderados. Si, en cambio, presentara daños severos, la planta empezaría a rebrotar desde la base y se perderían posiciones. En este caso sería necesario replantar o a reformar plantas, perdiendo dos o tres cosechas en el camino.
Imagen 4 A: Racimos más pequeños y livianos. Pérdida de producción.
Imagen 4 B: Brotación heterogénea con pérdida de posiciones de brotes
Imagen 4.2 Síntomas leves-moderaos.jpg
El peor escenario es el de la planta muerta. Una planta muerta equivale a la pérdida de tres cosechas. Pero, además, hay que considerar las complicaciones de manejo, porque las plantas de al lado o las de enfrente, de tres o cuatro años, están sanas, y uno tiene que atender una planta recién puesta, entonces aumenta considerablemente la heterogeneidad dentro del viñedo y con ello las dificultades de manejo. Se trata, en definitiva, de una cuestión de sostenibilidad. Más allá del aspecto económico, no es lo mismo, desde el punto de vista ambiental, efectuar una aplicación de agroquímicos a un plantel completo que a otro diezmado, donde la eficiencia de aplicación es baja.
Imagen 5 A: planta muerta desde la base. Quinto intento de formación.
Imagen 5.1 Rebrotación.JPG
−¿Cómo debería cambiar el cuidado y manejo de las plantaciones? ¿Qué prácticas recomendás?
−Lo primero que hay que hacer es tomar las decisiones de plantación y manejo sobre la base del conocimiento de la finca. Antes de plantar Malbec o cualquier otro varietal es recomendable realizar un estudio microclimático de la zona. Luego, se debe procurar que las plantas lleguen bien ‘agostadas’ al otoño, a fin de mejorar la resistencia de los tejidos durante el invierno.
El concepto vitícola de "agostamiento", viene de "agosto", porque ese proceso fisiológico tiene lugar en ese mes en el hemisferio norte. Acá se produce en marzo-abril. Lo que significa, básicamente, es que la planta se endurece para enfrentar el invierno. Los brotes verdes se tornan marrones, pierden agua y se deshidratan, las yemas se llenan de pelos y aparece una piel dura, una especie de coraza, llamada pérula. Por eso, siempre recomiendo que en las zonas con más riesgo de daños las plantas se formen en, por lo menos, dos años con dosis racionadas de nitrógeno y agua.
Todo ese proceso sucede naturalmente por una disminución de las temperaturas y acortamiento de los días. Pero en otoños cálidos será necesario limitar el agua de la planta y los fertilizantes para favorecer la acción de la hormona que activa el receso de la planta.
Otra medida que puede ser crucial en zonas donde hace mucho frío es levantar el protector plástico (polainas) que se les pone a las plantaciones jóvenes para aplicar herbicidas sin que éstos toquen la planta. Ese plástico genera una especie de cámara de frío y crea condiciones de temperatura más bajas que las del ambiente.
Imagen 6. Planta agostado en reposo invernal con alta resistencia al frío pero modulada por las temperaturas
Imagen 6.1 Agostamiento.JPG
−¿Qué es específicamente un mapeo microclimático y cómo ayuda en la defensa contra heladas?
−Cuando la temperatura del aire disminuye, no lo hace en forma homogénea. Esto depende de muchos factores, entre ellos, de la capacidad de absorción de energía solar por parte del suelo, del tipo de cobertura, de la textura, de la pedregosidad, del grado de humedad, etc. Tamaña heterogeneidad no puede ser capturada por una estación meteorológica, en caso de que la finca contase con una de ellas, ya que se trata de un único punto de medición. Para “revelar” (porque el aire no se ve, y menos aún de noche) lo que está sucediendo en una finca cuando recibe una helada es necesario contar con una red de sensores con una elevada densidad de medición espacio-temporal. A su vez, las heladas pueden ser diferentes unas de otras. Esta es otra fuente de variabilidad adicional. Cuando se miden muchas heladas con esta red de sensores y se las somete a un procesamiento estadístico aparecen los patrones térmicos de la propiedad. Contar con ellos permite tomar decisiones estratégicas en lugar de correr detrás de cada helada cada vez que ocurre.
Este tipo de mapeos permite identificar la superficie que requiere algún tipo de defensa activa, y distinguirla de otras que pueden ser manejadas con defensa pasiva e incluso otras en las que nos podemos “arriesgar” a no hacer nada en virtud del escaso riesgo de daños.
Imagen 7 A y B: Mapeo térmico
Imagen 7.1 Mapeo térmico.png
Los colores azules representan zonas más frías y los amarillos zonas menos frías. En nuestra experiencia monitoreando la heterogeneidad térmica de las propiedades, es común encontrar diferencias de entre 4 y 5 °C de diferencia entre las zonas frías y cálidas en una misma noche. Estos mapas permiten determinar zonas de manejo, y características puntuales de las heladas como duración, intensidad y tasa de descenso.
−¿Qué participación tuvo CREA?
−Mi relación con los CREA es de larga data, en especial, la que mantengo con los miembros de los grupos de la zona de Luján de Cuyo y Valle de Uco, así como con los del CREA Las Acequias. De hecho, cuando empecé, en 2012, hubo un encuentro donde se reunieron representantes de distintos grupos que aportaron los datos que luego me permitirían elaborar el plan de trabajo. Al final, hemos conformado una red a través de la cual nos comunicamos constantemente acerca de las cosas que observamos en el campo.
Con el paso del tiempo, la relación se ha hecho más estrecha y hoy todos los grupos de la zona están involucrados de alguna manera. En la actualidad, prácticamente todos los técnicos son capaces de identificar el daño por frío en invierno. Queda por generar relación con los grupos no vitícolas de la región que también sufren las consecuencias de las heladas en sus cultivos.