La Agrobioindustria: clave para un modelo superador
Un aporte a la opinión pública en general y a la política en particular, sobre las potencialidades que ofrece la Agrobioindustria.
Nicolás Pino, presidente de la SRA, presenta el trabajo Agrobioindustria: aportes para un país diferente, cuyo autor es el docente e investigador en Economía Agraria, Innovación y Cambio Tecnológico, Roberto Bisang
Durante la primera jornada de la 135ª Exposición de Ganadería, Agricultura e Industria Internacional se presentó el documento Agrobioindustria, aportes para un país diferente, desarrollado por un grupo de referentes de más de 60 instituciones vinculadas a la producción agrobioindustrial.
El objetivo del informe fue pensar una nueva visión de desarrollo para el país, teniendo en cuenta los cambios tecnológicos, productivos, comerciales y geopolíticos que ocurren a nivel global, regional y local.
Los desequilibrios macroeconómicos actuales reflejan los desbalances generados por la estructura productiva adoptada en el país desde mediados del siglo pasado, la cual resulta en una respuesta insuficiente a las demandas de los actores económicos y de la sociedad en su conjunto (generación de empleo, crecimiento de la actividad económica, equilibrio territorial, acceso a la modernidad, cuidado del ambiente).
En contraste, la Agrobioindustria se presenta como un motor de desarrollo genuino para el país, consecuencia de los cambios tecnológicos, organizacionales y de la ampliación de los mercados internacionales: hoy representa el 18% del PBI y tiene relevancia en el comercio mundial de granos, carnes, lácteos, subproductos y alimentos, que suman el 64% de las exportaciones argentinas.
Al mismo tiempo aporta, de mínima, el 19% del total de la ocupación (2,6 millones) generada por la producción de bienes y servicios; es, además, un factor de arraigo poblacional en el territorio y el eje de varias economías del interior del país.
Su creciente organización en red establece vasos comunicantes con el resto del entramado económico: así, la industria de los alimentos tiene un efecto multiplicador de la producción de 2,26 y del empleo de 4,6 (de los cuales 3,6 son indirectos); o sea, cualquier desarrollo adicional más que duplica el impacto en producción y lo triplica por sus efectos indirectos en el empleo.
Esta capacidad productiva se asienta en un dinamismo innovador que ha permitido reducir las brechas de productividad respecto de nuestros competidores a nivel mundial, establecer incipientes corrientes exportadoras de tecnología y contribuir con otras actividades del tramado productivo. Todo esto mediante el uso destacado de la siembra directa, la ganadería pastoril y silvopastoril, la forestación y los biocombustibles, entre otras acciones que contribuyen al cuidado del ambiente.
Junto a un puñado de actividades dinámicas –como los servicios basados en conocimientos, las industrias culturales, las energías fósiles no convencionales y las primeras fases de la minería– la Agrobioindustria constituye el núcleo dinámico y genuinamente competitivo de la economía local.
Mientras tanto, buena parte del resto de la estructura económica del país transita, en general, andariveles separados en materia de competitividad. Con una fuerte impronta del pasado, presentan marcadas diferencias en términos de productividad, una orientación neta al protegido mercado interno, una limitada inserción en el mercado internacional, desintegración productiva y acotadas posibilidades de crecimiento en el empobrecido mercado local.
El grueso de los sistemas de promoción vigentes (con costos fiscales explícitos o traslaciones de recursos implícitos) apuntalan varias de estas actividades que, en las últimas décadas, han menguado su capacidad de generación de empleo, encadenamientos productivos y posibilidades de equilibrar los crecientes desbalances externos y territoriales.
Una perspectiva de conjunto indica que estas transferencias de ingresos se sustentan y financian gracias a regulaciones y tributos que recaen sobre actividades dinámicas -mayoritariamente la Agrobioindustria- limitando su pleno potencial y desarrollo futuro. Como resultado, la marcha actual de la estructura productiva tiene altas limitantes para responder positivamente a los desafíos que plantea el nuevo contexto.
La Agrobioindustria posee un alto potencial para liderar, en forma coordinada y concurrente con otras actividades dinámicas, un modelo de desarrollo superador al actual; para ello cuenta con una sólida plataforma para producir de manera eficiente y sustentable diversas biomasas (granos, animales, forestas); y posteriores capacidades para industrializarla convirtiéndola en alimentos, bioenergías, biomateriales y servicios especializados en forma integral y sustentable. Lo hace estableciendo múltiples relaciones con el resto de la economía y re-balanceando la localización de la actividad económica.
La sociedad está frente a la oportunidad de lograr un nuevo camino hacia el desarrollo de nuestro país. La Argentina tiene futuro y la Agrobioindustria está preparada para impulsarlo a partir de las oportunidades que abren los mercados internacionales y la revitalización de las actividades locales que aportan al entramado productivo interno.
La posibilidad de potenciarlo dependerá de la capacidad que tengan tanto los dirigentes políticos en particular, como la sociedad en su conjunto, de repensar los argumentos que sostienen los viejos paradigmas y dar lugar a nuevas visiones para el progreso argentino.