Durante los años 80, la soja se instaló definitivamente. Su crecimiento fue lento pero, hacia el final de la década, llegó a ocupar cerca de 5 millones de hectáreas, contando la soja de segunda. En aquel momento, la Argentina producía los principales cultivos de grano: trigo, maíz, soja, girasol y sorgo, totalizando unas 35-38 millones de toneladas y 16 millones de hectáreas sembradas.
A partir de ese momento, el aumento de la producción fue muy importante. En el último quinquenio hemos alcanzado los 124 millones de toneladas promedio; es decir, nuestra producción se multiplicó casi tres veces y medio, mientras que la superficie sembrada total lo hizo en más de dos veces, llegando a totalizar 37 millones de hectáreas.
Este proceso evidencia una expansión importantísima de la agricultura, que sólo fue posible de la mano de la adopción de un conjunto de tecnologías que lo permitieron y favorecieron.
−Y la soja, un cultivo hasta entonces un tanto desconocido, pasó a convertirse en la reina indiscutida…
−Sí, dejamos de ser el “granero cerealero del mundo”. La soja comenzó a ocupar la mayor parte del área sembrada y asumió un papel fundamental en la economía de las empresas del sector y del país en su conjunto. Y esto significó un cambio tremendo. Para tomar una verdadera dimensión del desafío que se enfrentaba, hay que pensar que el crecimiento del área avanzó sobre muchas regiones que hasta ese momento no eran siquiera agrícolas, con lo cual no había ni tecnología, técnicos ni conocimiento acerca de esas áreas como para que pudieran enfrentar los problemas de un sistema totalmente distinto, que les era ajeno.
Desde los inicios de la agronomía en la Argentina, la mayor parte de las tecnologías que se desarrollaban lo hacían en el campo de la genética. Fundamentalmente en trigo, el cultivo más importante en aquel entonces. Era la genética la que contribuía casi exclusivamente al crecimiento de nuestra agronomía. Pero en los 60 aparece el INTA, aparece CREA, y aparecen conceptos nuevos: experimentación, generación de información y conocimiento, y el esfuerzo en agricultura empieza a ser depositado en los cereales, fundamentalmente en el trigo y el maíz.
Si uno mira y recopila la información generada por el Movimiento CREA hasta la década del 80, verá que hay muy poco escrito sobre soja y otros cultivos alternativos. Con lo cual, en materia de agricultura nuestros conocimientos se centraban en aquello que estaba cambiando, que comenzaba a perder importancia. Simultáneamente, áreas predominantemente ganaderas comenzaban a volcarse a la agricultura.
−¿Qué rol jugó CREA en esta evolución productiva?
−Desde fines de los 80 y comienzos de los 90 el rol de CREA fue fundamental en muchos aspectos. Primero, porque mantuvo ese perfil de adoptador temprano de tecnologías y de generador de cambios sobre la base de conocimientos científicamente probados, lo que determinó una participación crucial del Movimiento en el uso y transferencia de un conjunto de aspectos innovadores, como los modelos matemáticos de simulación y la aplicación de principios de la ecofisiología al diseño de los cultivos. Esto favoreció cambios en los sistemas productivos en cuanto a densidad, fechas de siembra, variedades, genotipos y demás. Todos aspectos de muchísima importancia para adaptar los sistemas de cultivo al universo de situaciones que se abrían a la producción.
El rol del asesor CREA
−Con el advenimiento de esos cambios, ¿cómo evolucionó el rol del asesor CREA?
−Su rol evolucionó notablemente. Cuando comencé a vincularme con CREA, lo hice con un tipo de asesor convencional, cuyo papel era el de un clínico generalista muy definido. Poco tiempo después, a comienzos de los 90, los asesores se involucraron en un proceso de capacitación importante que les permitiría enfrentar los nuevos desafíos que la agricultura estaba proponiendo.
Ese fue un primer cambio, producto de la conjunción del trabajo de CREA y FundaCREA que pusieron en marcha los primeros cursos agrícolas, donde se desarrollaban tanto cuestiones técnicas como de formación de los técnicos en otros aspectos básicos. Aquellas primeras capacitaciones contribuyeron a pensar de otro modo los cultivos e incluso a que se hablara un nuevo lenguaje. Cambió la percepción acerca de las nuevas tecnologías y comenzó a entenderse la importancia de romper con los viejos modelos para pensar la agricultura de una manera distinta. Los asesores CREA mostraron una increíble capacidad de adaptación para enfrentar este nuevo escenario.
Todo esto, por supuesto, ocurría mientras los cambios tecnológicos se iban produciendo, entre ellos la siembra directa, la introducción de la soja, el aumento en la demanda y uso de fertilizantes y fitosanitarios, la introducción de los cultivos transgénicos, el comienzo de la era de la digitalización de la agricultura, etc. CREA los tomó inmediatamente como base para potenciar sus sistemas productivos y los asesores tuvieron el tino y la capacidad de enfrentar, independientemente de sus edades, los nuevos desafíos que se les presentaban.
Hay que comprender que frente a esta situación el asesor tenía dos opciones: resistirse o acompañar el proceso y convertirse en protagonistas del cambio. Las cosas estaban modificándose en muchos aspectos en el sistema agropecuario, desde la tenencia de la tierra −comenzaban los pooles de siembra−, los sistemas de producción y de labranza, e incluso la gestión de la empresa agropecuaria en su conjunto, donde por ejemplo desaparecía la empresa maquinaria.
Este proceso fue dinamizado desde CREA a partir de proyectos que favorecieron el intercambio con expertos extranjeros y viajes de capacitación al exterior para ver justamente cuáles eran las cosas que se sabía podían llegar desde allá. Y cuando llegaron, los asesores estaban por lo menos alertados de la capacitación que debían tener para utilizar con criterio esas nuevas herramientas.
−Fue un gran desafío para los jóvenes profesionales de esa época…
−Sin dudas. El oeste pampeano, por ejemplo, una zona muy importante y que hoy nos parece prácticamente agrícola, en la década del 80 no tenía nada que ver con lo que es ahora. En aquel entonces el asesor era mucho más ganadero y debió convertirse en un asesor agrícola. CREA y FundaCREA fueron un ámbito clave de capacitación, de formación y de adaptación al cambio.
Como profesionales nos ha tocado vivir una época inusitada, soñada para cualquier profesional y persona.
−También el asesor tenía en ese entonces una mirada más local…
−Ya en la primera década de este nuevo ciclo, otro cambio fue justamente ese, ampliar la visión de lo local a lo más general. Es decir, enriquecer el trabajo con la experiencia de otros, aún cuando ese otro se encontraba en un ambiente diferente del que ellos manejaban.
Durante mucho tiempo, el asesor CREA fue un asesor local con un fuerte conocimiento de lo que ocurría en su zona. En este sentido, se registró una apertura en todo sentido, es decir hubo que salir de la caja en la que se encontraban resolviendo los problemas.
CREA hoy
−¿Qué tiene CREA para dar y para hacer en el contexto actual?
−Antes que nada, CREA tiene para ofrecer su experiencia de más de 60 años. Habiendo comenzado con un problema muy definido y cuasi local, como era el de la erosión eólica en el oeste pampeano, evolucionó hasta abarcar todo el país de la mano de una metodología concreta y de un conjunto de valores, de un contrato no escrito sobre la forma de hacer las cosas, cediendo información generosamente dentro y fuera del Movimiento. Proyectos tales como DAT son testimonio de ello, contribuyendo con registros únicos en el mundo de la agricultura en una de sus principales regiones productivas.
Allá por la década del 90, una evaluación bastante intuitiva mostraba que CREA tenía la capacidad de proyectar sus propias experiencias y resultados en casi 40 veces; es decir, un miembro podía llegar a otros 40 productores CREA. Y esa capacidad transformadora y adaptativa era y sigue siendo observada por el resto del sector.
−¿Cuáles son los desafíos que enfrenta actualmente el asesor?
−Yo diría que, en esta segunda década del siglo XXI, se vuelve a ver nuevamente esa ductilidad y flexibilidad que tienen los asesores CREA, esa capacidad enorme para detectar cuándo es necesario cambiar. Hoy se enfrentan nuevos desafíos, que implican, por ejemplo, sostener o aumentar la productividad de los cultivos y la rentabilidad de la empresa reduciendo el impacto sobre el ambiente. Incorporar la sostenibilidad de los sistemas productivos en la agenda técnica y empresarial.
En este último período comenzaron a aparecer conflictos entre algunos temas ambientales y los sistemas productivos, y el asesor vuelve a mostrar, una vez más, todo el potencial que tiene para generar espacios de capacitación, de reflexión y desarrollar las interacciones necesarias para identificar la magnitud de esos problemas y ver cómo contribuir −sin modificar los principios generales que hacen a la producción y a la empresa− para desarrollar una nueva agricultura.
El futuro
−De cara al futuro, ¿cuál cree que debería ser el aporte de CREA?
−En el futuro, creo que el Movimiento seguirá aportando su consistencia de trabajo y su historia para absorber, regular y servir de ejemplo al resto de la sociedad, que también observa y enfrenta cambios, y que muchas veces no tiene ni los instrumentos ni las personas que CREA tiene para, rápidamente, llevarlos a cabo de una manera confiable. En la búsqueda de soluciones a los desafíos del sector CREA no es un instrumento, es un proceso, allí radica su fortaleza y el valor de su aporte a la sociedad.
−¿Cuáles cree que son los grandes retos que tiene por delante?
−En sus inicios, CREA mantenía un sistema de producción que cualquiera podría calificar hoy en día como absolutamente "agroecológico". Tenía planteos mixtos, extensivos, con bajo uso de insumos y un proceso mucho más efectivo de extensión que el que hoy puede ofrecer cualquier comunidad: un sistema de transferencia de experiencias entre pares sumamente organizado, periódico, normado y dirigido técnicamente para ser llevado a la práctica en las distintas empresas agropecuarias.
Yo creo que CREA contribuyó realmente al país con el desarrollo de sistemas de producción que no sólo incrementaron la productividad sino que permitieron a las empresas y a los productores persistir dentro del negocio con bajo impacto ambiental.
Yo creo que CREA contribuyó realmente al país con el desarrollo de sistemas de producción que no sólo incrementaron la productividad sino que permitieron a las empresas y a los productores persistir dentro del negocio con bajo impacto ambiental.
Si uno mira lo ocurrido en otros países con procesos semejantes, el impacto ha sido mucho más fuerte. Nuestro país se encuentra en una situación donde los conflictos aparecen frecuentemente apoyados sobre muy poca información "dura" o racional. Y hay varios ejemplos de ello, de evidencia bien documentada que es absolutamente antagónica con lo que la llamada ‘posverdad’ instaló durante los últimos 15 o 20 años.
Obviamente, hay cosas para cambiar y CREA tiene, en ese sentido, la aptitud y actitud como para mirar hacia adentro y reconocer las cosas que puede mejorar. En ese afán de buscar siempre la excelencia y de seguir haciendo con otros, más allá de lo que se haya logrado.
Por eso, considero que el desafío más importante que tiene el Movimiento hoy es contribuir a encontrar los caminos para sostener y aumentar la productividad del agro argentino, la producción de alimentos y la rentabilidad de las empresas en forma sostenible, con un mínimo impacto ambiental, volviendo a reconstruir un sistema productivo que sea confiable para el miembro y para la sociedad en su conjunto.
−Trabajar hacia adentro, ¿y cuánto hacia afuera?
−La comunicación es siempre un tema conflictivo. No es sencillo comunicar a sectores que no tienen pleno conocimiento del terreno en el uno se mueve o a aquellos que piensan distinto. Ciertamente, CREA tiene que adoptar un rol protagónico, pero primero tiene que hacerse de los elementos para poder hacerlo. Para mostrar los cambios, los resultados y los datos del Movimiento para empezar a conversar con la comunidad desde ese lugar.
Hace ya ocho años aproximadamente comenzamos a introducir, en los cursos agrícolas de capacitación, módulos que tuvieran que ver con el tema de la comunicación, y para eso nos apoyamos mucho en sociólogos, ecólogos, historiadores, personas que están formadas en disciplinas muy distintas a las tecnológicas duras a las que estamos acostumbrados. Y sobre las que estamos acostumbrados a desarrollar y usar un determinado lenguaje. Una misma palabra dicha dentro del Movimiento CREA puede tener un significado totalmente distinto en la cabeza de quien no se ha formado dentro de él.
Es muy importante tratar de entender cómo tenemos que comunicarnos para cerrar las grietas. CREA nunca estuvo lejos de la sociedad, y la comunicación es el puente que nos ha mantenido y nos puede mantener unidos a ella en el futuro. La idea no es confrontar sino sumar.
El desafío de la comunicación es muy importante, pero no lo es por la comunicación misma. No es para convencer al otro de lo que yo hago, sino para que sea el reflejo inequívoco de lo que estamos haciendo. Desde el hacer, construir un mensaje que sea claro para el resto de la sociedad.