La gestión de campos ganaderos en regiones áridas, como la del partido de Patagones en la provincia de Buenos Aires, supone un desafío que trasciende lo económico, pero que puede asumirse al combinar criterios que combinan sostenibilidad y biodiversidad agropecuaria.
Una empresa con una rica historia y una apuesta por la sostenibilidad
Con una historia ganadera familiar que se remonta a 1938, el establecimiento administrado desde 2010 por Miguel Ángel Silva, que forma parte del CREA Holístico de la región Semiárida, ha debido adaptarse a cambios ambientales y climáticos que afectaron la productividad y biodiversidad de la zona. En los últimos años se decidió implementar en el mismo una serie de medidas tendientes a mitigar los efectos negativos del cambio en el uso del suelo.
Originalmente orientado a la cría ovina, a partir de los años 80 el establecimiento fue evolucionando hacia la producción bovina. Sin embargo, el pastoreo continuo de los ovinos provocó una degradación del ecosistema que impactó directamente en la regeneración del forraje. El ganado vacuno, en cambio, permitió una mejor conservación del suelo y una menor presión sobre las especies forrajeras.
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Evolución de la carga de equinos, ovinos y bovinos entre los años 1949 y 2023 en el establecimiento de Miguel Ángel Silva.
Estrategias para enfrentar la escasez hídrica
Uno de los retos más significativos ha sido la irregularidad en las precipitaciones. Durante los últimos 40 años, el promedio anual ha sido de 421 milímetros, pero desde 2018 las lluvias han disminuido drásticamente, alcanzando solo 292 milímetros en 2024. Esta escasez hídrica limitó la regeneración de los pastos generando una fuerte presión sobre la disponibilidad de alimento para la hacienda.
“Ante esa situación, implementamos diversas estrategias de manejo sostenible. Una de ellas fue la instalación de aguadas con bombas alimentadas por energía solar, lo que redujo la necesidad de que los animales recorran grandes distancias en busca de agua y disminuyó el impacto sobre los pastizales”, comenta Miguel.
El avance de especies arbustivas ha sido otro desafío. La ausencia de ovinos, que tradicionalmente consumían los brotes permitió la proliferación de vegetación lechosa y arbustiva. Para controlar este crecimiento se utilizó maquinaria como cadena pesada y rolo para así promover el equilibrio entre las especies nativas y el ecosistema natural.
El impacto sobre la fauna también ha sido evidente. La disminución observada de especies autóctonas, como vizcachas y guanacos dio lugar a la proliferación de especies invasoras como el jabalí y la liebre europea, que afectaron el equilibrio ecológico. “Como parte de nuestras iniciativas de conservación realizamos un censo de aves en colaboración con Aves Argentinas, identificando 73 especies, y proyectamos la creación de una reserva privada para investigación y recreación”, comenta.
“Nuestra producción ganadera está alineada con principios de sostenibilidad, y para abordar esa dimensión nos unimos a la Alianza del Pastizal. Para acompañar este proceso de mejora con respecto al manejo ganadero aplicamos un esquema de servicio estacionado y utilizamos inseminación artificial en todo el rodeo. Evitamos, además, el uso de Ivermectina para proteger los escarabajos estercoleros, fundamentales para la regeneración del suelo”, remarca Miguel.
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En busca de una mayor eficiencia, se incorporó la tecnología de manejo holístico propuesto por Alan Savory, ajustándola a las características del campo y del ambiente árido. Para eos se diseñaron parcelas con boyeros eléctricos, mejorando la distribución del ganado y optimizando el uso de los recursos forrajeros.
“El camino hacia una ganadería sostenible requiere inversión, innovación y adaptabilidad. A través de estrategias integradas de manejo hemos demostrado que es posible producir de manera responsable en un entorno desafiante, garantizando la viabilidad económica sin comprometer la biodiversidad y la salud del ecosistema”, resume el empresario.