El diseño de la estrategia comercial de la campaña agrícola 2023/24 coincide con un cambio de administración nacional que seguramente derivará en una nueva política macroeconómica orientada a controlar el proceso de expansión inflacionaria.
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SUSCRIBITEEl diseño de la estrategia comercial de la campaña agrícola 2023/24 coincide con un cambio de administración nacional que seguramente derivará en una nueva política macroeconómica orientada a controlar el proceso de expansión inflacionaria.
La cuestión es que terminar con el proceso inflacionario que enfrenta la Argentina requiere aplicar un plan de estabilización, el cual requiere la implementación de un ancla antiinflacionaria.
Tres economistas argentinos, Gabriel Palazzo, Martín Rapetti y Joaquín Waldman del Centro de Análisis Económico Equilibra, estudiaron 46 planes de estabilización implementados en países de América latina desde 1970 hasta la actualidad.
“Los resultados del estudio muestran que la probabilidad de fracasar ha sido superior a la de tener éxito: mientras que un 26% de los casos fueron exitosos de forma duradera, el 74% restante fracasó de manera temprana o tardía”, explicó Joaquín durante una charla ofrecida esta semana en la última edición de Economía Online CREA.
La evidencia histórica regional muestra que los planes que tienen éxito logran estabilizar el tipo de cambio, pero, luego de una devaluación inicial, el tipo de cambio no acompaña al resto de los precios de la economía.
“Al establecer un ancla cambiaria lo que sucede muchas veces es que el tipo de cambio queda rezagado respecto al avance del resto de los precios”, indicó el economista.
La apreciación relativa de la moneda hace que los sectores exportadores pierdan competitividad de manera progresiva y eso, junto con un aumento de las importaciones, puede llegar a comprometer la evolución de las cuentas externas del país.
“Contar con superávit de cuenta corriente inicial aumenta las chances de tener éxito porque durante el proceso de estabilización el país puede hacer frente a un incremento de las importaciones sin llegar a tener una crisis externa”, remarcó Joaquín.
El estudio muestra entonces que los planes exitosos inician su intento de estabilización con saldos de cuenta corriente superavitarios o menos deficitarios que aquellos que fracasan. Partir de una situación más robusta en el balance externo implica menores chances de inestabilidad cambiaria durante el lanzamiento del plan y una mayor posibilidad de apreciar el tipo de cambio real durante la desinflación sin que se torne insostenible tempranamente el balance de pagos.
“Los resultados fiscales también son muy relevantes para poder sostener el tipo de cambio y para reducir la inflación de manera sostenida”, remarcó el economista.
“Con mejor resultado fiscal existe una menor necesidad de emitir, además de contar con un mayor margen de maniobra para intervenir el tipo de cambio y el sector público mete menos presión de demanda en la economía”, añadió.
El estudio sugiere que los planes no logran estabilizar si no se corrigen los desequilibrios fundamentales que acompañan la dinámica inflacionaria previa, es decir, no se puede estabilizar sin ordenar las cuentas fiscales y externas. La capacidad de mantener el ancla nominal de manera sostenible y creíble para guiar un cambio de comportamiento y expectativas de los agentes económicos depende en última instancia de la capacidad de estabilizar esas dos dimensiones.
¿Dónde nos encontramos en la actualidad? “Argentina tiene un balance primario y de cuenta corriente deficitario, es decir, no tiene los superávits gemelos que se registraron en los casos exitosos, pero tampoco está tan lejos; está más bien en los puntos de corte”, resumió el economista.
El trabajo muestra que estabilizar es redituable, aun contabilizando los esfuerzos fiscales y el ajuste de cuenta corriente inicial necesario: reducir la inflación de forma perdurable es condición necesaria para terminar con el estancamiento y promover el crecimiento sobre bases genuinas.