Coordinada por los ingenieros agrónomos Francisco Ferreira y Fermín Torroba, la comunidad “Gestión de equipos de trabajo” sigue creciendo como ámbito de intercambio de manera virtual a partir de la presentación de casos reales.
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SUSCRIBITECoordinada por los ingenieros agrónomos Francisco Ferreira y Fermín Torroba, la comunidad “Gestión de equipos de trabajo” sigue creciendo como ámbito de intercambio de manera virtual a partir de la presentación de casos reales.
Uno de los últimos encuentros exploró la problemática de la firma La Sara S.A., una empresa agrícola-ganadera ubicada en la Cuenca del Salado, y contó con la participación de empresarios, técnicos y académicos. Todos unidos por un interés común: el factor humano en el campo.
En esta oportunidad, el planteo de Ariel García, su propietario, fue muy concreto y sirvió de disparador para un interesante debate en el grupo: ¿Cómo mantener un equipo desafiado con el propósito de la empresa y desarrollar a las personas?.
Ubicada en la Cuenca del Salado, provincia de Buenos Aires, la actividad principal de La Sara ha sido tradicionalmente la ganadería, más precisamente la cría, desplazada en parte por la agricultura con el arribo de la revolucionaria siembra directa.
“Con la siembra directa apareció el negocio agrícola, que hoy constituye el motor principal de nuestra economía. Hacemos agricultura en cada hectárea que lo permite, pero mantenemos un capital de hacienda grande, de alrededor de 3.000 cabezas. La idea es seguir en esa línea”, explicó Ariel.
El planeo ganadero es de ciclo completo, con corrales de encierre temporales para el engorde. Aparte, tienen una majada de 800 lanares y una tropilla de percherones. “¡Incluso, hemos llevado animales a Palermo! Hoy ambas están bastante en stand by, pero ocupan a la gente”, apuntó.
Estas actividades se realizan mitad en campos propios (alrededor de 3000 hectáreas) y mitad en campos alquilados (otras 3000 hectáreas), que se distribuyen en las zonas de Rauch, Gorchs, Bahía Blanca y Las Flores. En esta última localidad vive Ariel, con su mujer Marina, desde hace más de veinte años. Allí también posee su oficina: su “base de operaciones”.
Tras varias transformaciones, La Sara es hoy una sociedad anónima con dos accionistas: Ariel, quien oficia de gerente general, y su hermana Verónica, que reside en otro país, pero se encuentra muy interiorizada de lo que acontece en la empresa.
Comparten, asegura, el propósito de cuidar e incrementar el patrimonio familiar a través de la reinversión de utilidades. Así, han adquirido campos en la zona, propiedades en la ciudad de Buenos Aires y en Las Flores, además de realizar una inversión inmobiliaria en Villa La Angostura. “También invertimos en mejora en campos propios y adquiridos. Tratamos de valorizar mucho los inmuebles, sobre todo los que se han ido sumando, porque en general están en una condición inferior”, subrayó.
Hacia adelante, les gustaría sumar algún otro “negocio de flujo”, pero, explica, aún no lo han encontrado. “La realidad es que queremos mantener la empresa con una escala adecuada. Yo estoy cómodo trabajando si tengo gente que hace lo mejor posible en cada lugar y si tengo una escala para que las personas puedan lucirse. Si se me achico demasiado, me da la sensación de que empiezo a pelear con eso”, sostuvo Ariel, quien integra el CREA Roque Pérez Saladillo (región Sudeste).
Actualmente, el equipo de trabajo de La Sara se compone de dieciocho personas, la mayoría con dedicación plena. Cada uno con un rol bien definido y una clara descripción del puesto que ocupa.
Responden a cinco líderes, en los cuales Ariel deposita toda su confianza. Todos ellos con entre quince y veinte años en la empresa. “Tuvimos una etapa con mucha agricultura; con un socio llegamos a manejar 25.000 hectáreas con más de 50 personas trabajando. Pero a partir del 2014, después de algunos golpes muy grandes, desarmamos toda esa estructura y volvimos a las empresas originales. En esa época de resultados altos y mucha capacitación es que arrancaron, siendo jóvenes, la mayoría de las personas que hoy son líderes”, recordó.
Rosario, que es contadora, está en la administración. Matías es líder de logística y comercialización. Juan y Carlos están al frente del área de agricultura, que comprende estructura y maquinaria. Ramón, en tanto, es el líder de ganadería y, por ende, el que más gente tiene a cargo, gran parte de los cuales residen en el campo.
Ariel intenta respaldar a sus líderes sin entorpecer en la línea de mandos. “Muchos temas se los traslado en general a ellos: “Comentá tal cosa, conversá tal otra’. Trato de ser muy cuidadoso porque como esto es chiquito, en dos minutos la gente termina respondiendo a mí y no es la idea”, indicó.
Respecto a la relación entre los líderes, Ariel explicó que lo que trata es que ellos mismos acuerden cómo hacer las cosas. “Tengo diez años más para seguir haciendo lo mismo si tengo líderes, en cada lugar, que funcionan. Yo considero que tienen la capacidad para hacer la operación de forma correcta y competitiva, y descanso en ellos, en su compromiso”.
A los jefes de área se les suma, desde hace trece años, Martín Dumrauf, un ingeniero agrónomo, quien es además responsable técnico de la Regional de Aapresid de Bahía Blanca. “Arrancó despacito y tuvo un crecimiento muy grande”, sostuvo el administrador.
“Si alguien de mi equipo necesita algo, cualquier cosa, lo primero que tiene que hacer es pedir hacia adentro. La realidad es que estamos atentos a cada necesidad que podamos atender. Yo estoy muy presente y, en general, todos tratamos de estarlo”, enfatizó Ariel.
Entre esas acciones para “ayudarlos a vivir mejor”, se encuentran dar respaldo financiero al momento de comprar inmuebles o autos (o simplemente acompañarlos en la negociación), otorgar asistencia financiera para la educación de sus hijos, estar atentos a los temas de salud o, incluso, organizarles las vacaciones para que descansen.
“A Ramón, el encargado de ganadería, directamente le alquilé una cabaña en el sur y le di la camioneta de la empresa porque si no, no se tomaba vacaciones. Es bastante reacio a irse”, relató. Pero eso no es todo. Al hijo de Ramón, estudiante de medicina, le dio una tarea para que tuviera una ocupación cuando fuera al campo. “Los fines de semana viene y, además de arreglar las motos que usa el personal, mantiene el parque, y por eso tiene una retribución como monotributista”, describió. Ariel no deja de sorprenderse por la garra de esa familia. “Para mí estas cosas son muy fuertes, ¡está por recibirse de cirujano! Ese desafío de ir por más es también la forma en que yo encaro las cosas”.
Ese “ayudarlos a vivir mejor” incluye también contemplar un equilibrio entre la vida personal y profesional de las personas, a través de horarios y salidas flexibles. “A mí me preguntás qué horarios manejan y no sé, pero cada cual hace lo que tiene que hacer y lo hace con responsabilidad”, señaló.
En base a lo que va viendo (el CREA Roque Pérez Saladillo realiza tres comparaciones por de remuneraciones internas), Ariel establece una escala con multiplicadores sobre el sueldo básico de comercio y de empleados rurales. Las bonificaciones no están acordadas, las define él según cómo nos fue, el compromiso que pone cada uno, el crecimiento de cada persona”.
Su intención es ir subiendo las remuneraciones. Pero no es la única decisión. También se ha propuesto sumar al equipo de trabajo a las mujeres de los empleados que ya llevan tiempo en la empresa. “Lo tengo como un plan. La verdad que me encantaría que, el día de mañana, todas las mujeres tengan algo para hacer, por chiquito que sea. Un trabajo que las desarrolle personalmente, que genere valor a lo que estamos haciendo y, a su vez, que refuerce esta idea de vivir en el campo”, subrayó.
En esa línea, hace seis años sumaron a María, la esposa de Ramón. María fue la primera mujer que fue a la Escuela de encargados de la Región CREA Sudeste. Hoy participa del proyecto de caravana electrónica.
Hace poco incorporaron a Leticia, la esposa de Javier, que nunca antes había trabajado. Lo hace medio día, cuidando la reserva natural de una hectárea que armaron en el campo.
Cada cosa que emprenden en La Sara es pensando e implicando a su gente. Desde la inversión en tecnología (por ejemplo, la compra de un mixer) hasta la mejora de alguna instalación y el involucramiento en un nuevo proyecto. “Usamos las innovaciones como tracción. Y ahí aparece la gente con muchas ganas, ideas y compromiso para mejorar las cosas. Nos sirve para aunar ideas, intercambiar y motivar hacia adelante”, aseguró.
Entre las refacciones, se encuentran los corrales, las viviendas y la manga. “La techamos, le pusimos pantalla solar, luz, le vamos a hacer un baño… Estamos haciendo un lugar para manejar mejor el tema de la inseminación”,destacó. También en el diseño de la oficina, en la que el equipo (fundamentalmente las mujeres) participó activamente. “La idea es que ambiente donde trabajamos sea lindo y cómodo”, agregó.
Ampliar la mirada a nuevos proyectos tiene que ver con la idea de involucrar a los hijos de la gente. A una de ellas, que estudia radiología, le propuso, por ejemplo, acciones vinculadas al tema ambiente: un relevamiento de aves en la zona y ocuparse del reciclado de los silobolsas.
Al momento de tomar personal, la primera opción es conversar con el propio equipo: “¿Conocen a alguien? ¿Hay algún hijo con ganas de trabajar? La verdad es que le ponemos muchas fichas a eso porque sabemos con la responsabilidad con la que proponen. Obviamente es gente que tiene la camiseta puesta y teniendo en cuenta los requisitos para el puesto”, señaló Ariel.
El equipo de La Sara promedia los dieciocho años de antigüedad, un número atípico para empresas de agro. Y cuando se van, aclaró Ariel, lo hacen por cuestiones personales. “Todos dejan el equipo siendo bien valorados”.
Tan poco recambio es, sin duda, positivo si se analiza desde el punto de vista de los costos y el tiempo que demanda cada reemplazo. No obstante, son conscientes que el ingreso de gente, con nuevas miradas, aporta una “incomodidad” inicial que con los meses termina nutriendo y mejorando los procesos. Hacia ese equilibrio van con el intento de atraer e incorporar a hijos de empleados.
Hacia adelante, Ariel tiene en claro sus desafíos y pendientes en relación al equipo de trabajo, tales como mejorar el parque de maquinaria, la infraestructura de los campos que alquilan (últimamente decide no arrendar campos que no estén en condiciones), la protocolización de procesos y la profesionalización del esquema de retribuciones, entre otros desafíos. También bajar la siniestrabilidad. “Tuvimos cuatro accidentes menores en moto y a caballo. Cuando lo pondero por el total de gente y la cantidad de días trabajados es un número razonable, pero me da bronca cuando pasan. Pienso que hay accidentes que, con mayores precauciones, podrían evitarse”, concluyó.