Vivero Mercier, una empresa francesa radicada en Mendoza 25 años atrás, es uno de los protagonistas centrales de la historia del Malbec argentino. Y todo indica que lo seguirá siendo a partir de un avance científico de alcance internacional.
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SUSCRIBITEVivero Mercier, una empresa del CREA Huarpe, integró el consorcio internacional que logró descifrar el genoma del Malbec.
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SUSCRIBITEVivero Mercier, una empresa francesa radicada en Mendoza 25 años atrás, es uno de los protagonistas centrales de la historia del Malbec argentino. Y todo indica que lo seguirá siendo a partir de un avance científico de alcance internacional.
A fines de los años 90 comenzó a gestarse un profundo proceso de reconversión del sector vitivinícola argentino gracias al cual en la actualidad es factible disponer de vinos de una calidad excelente a un precio muy competitivo.
Por entonces diversas instituciones y entidades privadas y públicas de Mendoza –entre las cuales se incluyó CREA– diseñaron un “Plan Estratégico de la Vitivinicultura Argentina”, que se propuso crear una identidad de marca sólida para promover las exportaciones. En ese programa el Malbec tendría un rol central.
En ese contexto, aterrizó en el país el Grupo Mercier -que se dedica desde fines del siglo XIX a producir y comercializar plantas de vid- que en pocos años se transformaría en el vivero de producción de plantas de vid más importante de la Argentina.
“En los inicios comenzamos a recorrer viñedos en diferentes regiones para encontrar material propicio para producir plantines de Malbec. Así fue que descubrimos una gran variabilidad genética”, recuerda Daniel Bergamín, gerente de Producción de Vivero Mercier, empresa integrante del CREA Huarpe (región Valles Cordilleranos).
Así, con una dedicación titánica, realizaron un relevamiento gigantesco de ejemplares de Malbec para detectar aquellos individuos más destacados en términos agronómicos y enológicos. Por medio de métodos de selección masal, en 2004 obtuvieron las primeras plantas de vid certificadas, pero en 2012 dieron un paso más al lanzar la primera planta certificada de Malbec clonal argentino. Actualmente cuentan con 43 variedades diferentes de Malbec.
“En el año 2016, durante una reunión casual con investigadores del CONICET, descubrimos que podíamos unir experiencias y conocimientos en la materia para investigar los fundamentos genómicos de aquellas variedades de Malbec mejor adaptadas a condiciones ambientales extremas”, apunta Daniel.
El factor climático se estaba transformando entonces en una preocupación recurrente, y con razón, porque en la última década viene aumentando de manera abrupta la variabilidad del régimen hídrico, junto con las temperaturas y la humedad ambiente, factores que pueden alterar la capacidad de la vides de generar uvas con alto valor enológico.
Uno de los investigadores argentinos, que acababa de terminar su doctorado en España, advirtió que era factible unir fuerzas con un grupo ibérico que se encontraba en la misma búsqueda para optimizar la disponibilidad de recursos.
Así se gestó en 2016 el proyecto IBEROGEN, un consorcio internacional conformado por Vivero Mercier de Argentina y Bodegas Roda de España, que se propuso secuenciar los genomas de las variedades Tempranillo y Malbec. El Grupo de Genética y Genómica de Vid del Instituto de Biología Agrícola Mendoza (IBAM-CONICET-UNCuyo) se ocupó del Malbec, al tiempo que el Instituto de Ciencias de la Vid y del Vino de España se encargó del Tempranillo.
Para establecer una base de comparación del Malbec a secuenciar, primero se determinó el genoma de las dos variedades parentales de origen francés que dieron origen a la cepa emblemática argentina: Prunelard y Magdeleine Noire des Charentes.
Debido a la pandemia, el trabajo se extendió más de lo programado inicialmente, pero luego de mucho esfuerzo pudieron finalmente descifrar el conjunto del genoma diploide de Malbec. El material que se utilizó para realizar la secuenciación fue el Malbec clon Mercier 136, que corresponde a una obtención de vivero del año 1999 proveniente de un viñedo de más de cien años ubicado en Agrelo, Luján de Cuyo, Mendoza.
El logro obtenido fue publicado en marzo pasado en la revista científica Horticulture Research (Oxford Academic), lo que representa un hallazgo trascendental que sienta las bases para nuevas investigaciones tendientes al mejoramiento de distintos aspectos cualitativos y cuantitativos de la variedad Malbec.
“El estudiar la diversidad genética existente en el Malbec, podemos contar con herramientas más precisas para seleccionar líneas más adaptadas a condiciones ambientales más exigentes”, remarca Daniel.
Por supuesto, el avance también será fundamental para contribuir a mejorar las características enológicas de las vides. Por ejemplo: en la investigación se destacó un clon por su mayor contenido de antocianina (compuesto responsable del color) en las pieles de sus bayas –un atributo deseado en la elaboración del vino– y se determinó que tal diferencia estaba relacionada con las respuestas elevadas al ácido abscísico, una hormona que influye en la expresión de genes relacionados con la respuesta al estrés y la madurez de las bayas.
“La innovación es parte del ADN de Mercier y, frente al desafío del cambio climático, no podíamos quedarnos de brazos cruzados; teníamos que dar un paso más para poder seguir al frente de nuestra posición como el vivero de producción de plantas de vid más importante de la Argentina”, resume.
En el artículo (Diploid genome assembly of the Malbec grapevine cultivar enables haplotype-aware analysis of transcriptomic differences underlying clonal phenotypic variation), además de Daniel Bergamín, Cristóbal Sola y Laura Bree de Vivero Mercier, participaron Luciano Calderón, Claudio Muñoz, Walter Tulle (IBAM), Sebastián Gómez Talquenca (INTA), Carolina Royo, Javier Ibáñez, José Miguel Martínez Zapater (ICVV, España), Pablo Carbonell Bejerano (ICVV y Max Planck, Alemania), Christa Lanz, Detlef Weigel (Max Planck) y Diego Lijavetzky (IBAM), quien lideró el proyecto.