12 de junio de 2025 en Buenos Aires

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Transformación productiva: de la renta a la sostenibilidad

Las Helenas desarrolló una estrategia que combina cultivos de servicio, intensificación ganadera y mejora de suelos, sin descuidar la rentabilidad.

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Por CREA Región Centro

La empresa Agropecuaria Las Helenas SA inició hace 10 años un proceso de transformación en el sur de Córdoba, con el objetivo de mejorar sus planteos en términos ambientales, productivos y económicos. En ese camino, incorporó cultivos de servicio con especies que también generan una renta, redujo el área ganadera e intensificó sus procesos para lograr una mayor eficiencia.

La firma cuenta con tres establecimientos productivos distribuidos en distintas regiones del país. Uno de ellos es San Jorge, ubicado en San Joaquín, al sur de la provincia de Córdoba. Allí cuenta con 10.000 hectáreas, de las cuales 60% se destina a la agricultura y 40% a la ganadería. El segundo se encuentra en Barker, en el partido bonaerense de Benito Juárez, con 5.200 hectáreas orientadas a la agricultura. El tercer campo está en Pedro Luro, al sur de Bahía Blanca, con 26.000 hectáreas sobre la costa del río Colorado dedicadas a la ganadería.

El campo de San Joaquín, miembro del grupo CREA Cañada Seca, de la Región Centro, tiene una larga tradición ganadera. Históricamente, los lotes agrícolas se arrendaban a terceros —pooles de siembra u otras empresas—, mientras que la ganadería se realizaba sin una planificación agronómica definida. El enfoque estaba centrado en maximizar la renta.

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Los lotes sembrados con avena, además de cubrir el suelo y mejorar su estructura, permiten reemplazar una aplicación de herbicidas por una cosecha destinada a la alimentación animal.

Los lotes sembrados con avena, además de cubrir el suelo y mejorar su estructura, permiten reemplazar una aplicación de herbicidas por una cosecha destinada a la alimentación animal.

"En la última década decidimos cambiar esa política. Dejamos de arrendar los lotes agrícolas y comenzamos a manejarlos de manera directa", señaló Nicolás Rubín, gerente de Producción de la empresa. A partir de entonces, diseñaron una rotación más ordenada, con el objetivo de conservar la rentabilidad, pero incorporando criterios agronómicos. "Siempre buscamos incluir al menos una gramínea por año en la rotación agrícola, para mejorar la textura del suelo, generar una estructura y cobertura, y favorecer la infiltración mediante el desarrollo radicular, sin dejar de lado cultivos que generen una ingreso", explicó. Ese fue el inicio de un proceso que derivó en una agricultura diversificada, con cultivos de renta y de servicio.

Actualmente, el 40% de la superficie continúa dedicada a la ganadería. El rodeo incluye un plantel de 1400 madres y el resto se destina a recría a campo y engorde en feedlot, con un promedio de carga de entre 4500 y 5000 cabezas mensuales para todo el establecimiento.

Un proceso hacia la sostenibilidad

Como parte de la transición hacia un sistema más sostenible, incorporaron rotaciones agrícolas más planificadas. En una primera etapa implementaron una secuencia tradicional para la zona: maíz, soja de primera, trigo o cebada seguidos de soja de segunda, y nuevamente maíz. Esta rotación garantizaba la presencia anual de una gramínea, clave para mantener y mejorar la estructura del suelo.

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Lote sembrado con avena

Lote sembrado con avena

Tras afianzar ese esquema, decidieron avanzar en otras prácticas e incorporaron cultivos de cobertura, que si bien no ofrecían una renta directa, aportaban a una mejora en los suelos y una disminución del uso de insumos. Por ejemplo, introdujeron centeno luego del maíz picado y utilizaron avena como cobertura en cabeceras con riesgo de erosión eólica o en lotes específicos, y aprovecharon excedentes de semilla destinada a los verdeos para pastoreo. "No lo hacíamos con una visión muy técnica, sino como una forma de proteger el suelo y obtener, si era posible, nuevas semillas", explicó Rubín.

En ese camino, en la campaña 2022/23 sumaron el cultivo de camelina, con la siembra de 180 hectáreas. El ciclo siguiente superaron las 200 hectáreas y esta campaña proyectan alcanzar 400, para aprovechar un espacio disponible entre la cosecha de soja de segunda y la siembra del maíz tardío. "Teníamos una ventana entre fines de mayo y principios de diciembre. Sembramos la camelina a fines de mayo y los primeros días de junio, y la cosechamos entre el 10 y el 15 de noviembre. Entra justo en ese hueco", indicó.

Desde el punto de vista agronómico, la camelina ofrece una cobertura moderada. Su sistema radicular no explora en profundidad y su desarrollo aéreo depende fuertemente de las lluvias invernales, que en esa región son escasas. Sin embargo, protege el lote, ayuda a controlar malezas y contribuye a mantener la actividad biológica del sueño.

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En la campaña actual proyectan sembrar 400 hectáreas con camelina.

En la campaña actual proyectan sembrar 400 hectáreas con camelina.

También genera una renta adicional. En las primeras campañas, los rindes oscilaron entre 600 y 800 kg/ha, con márgenes brutos de aproximadamente 50 dólares por hectárea. "El segundo ciclo fue aún menor. Nos tocaron años muy secos. Quizás esta campaña tengamos más suerte", expresó Rubín. "Los números son finos. No es un cultivo que aporte una gran renta, pero es mejor que dejar el lote desnudo durante seis meses", añadió. Y destacó que los resultados productivos variaron según la zona. Una prueba realizada por la empresa en el sudeste bonaerense alcanzó 1700 kg/ha. "Ahí las lluvias invernales juegan a favor", señaló.

Integración agrícola-ganadera

En el establecimiento, los cultivos de cobertura se utilizan de forma estratégica, en función de su aporte agronómico o del posible retorno económico. Como alternativa a la camelina, también están ensayando el uso de avena en los lotes que salen de maíz picado. “Sembramos avena entre el 10 y el 15 de febrero, con la intención de generar rollos. La idea es que lleguen la mayor cantidad de plantas a floración y formar grano, enrollarla y sacar una renta”, explicó Rubin. Además de cubrir el suelo y generar raíces que mejoran su estructura, esta estrategia permite reemplazar una aplicación de herbicidas por una cosecha destinada a la alimentación animal.

El picado se hace sobre una parte de los maíces tempranos, entre fines de enero y principios de febrero. Ese forraje se destina al feedlot, como fuente de fibra en los corrales, y también se embolsa en distintos puntos del campo para alimentar el rodeo de cría y recría. “Se realiza silo de maíz picado y se colocan bolsones en las cabeceras de los potreros ganaderos para reforzar la alimentación en invierno”, apuntó.

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Cobertura de centeno sobre maíz picado.

Cobertura de centeno sobre maíz picado.

Para evitar que esos lotes queden descubiertos hasta la siembra de soja, se siembran con cultivos de cobertura. Este año se utilizó centeno, implantado inmediatamente después del picado, para mantener el suelo cubierto durante el invierno. Según la disponibilidad hídrica, se evalúa la posibilidad de cosecharlo si logra buen desarrollo o bien se deseca para preservar la cobertura y humedad antes de la siembra de la soja.

“Ingresar pesuñas a los lotes agrícolas es algo que solo consideramos con pasadas muy livianas, para evitar compactación o erosión”, resumió. El pastoreo directo sobre estos cultivos de cobertura no es la alternativa más adecuada. “Esos lotes agrícolas suelen estar sin alambrados ni aguadas, con lo cual también se complica el manejo de hacienda”, señaló. Los vacunos se concentran en el 40% de la superficie del campo, que cuenta con una rotación independiente de verdeos de invierno y pasturas de agropiro para la recría, así como en zonas de campo natural —principalmente con gramón— para la cría.

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Cobertura de centeno sobre maíz picado.

Cobertura de centeno sobre maíz picado.

Mejoras en los suelos

El uso de cultivos de servicio mostró efectos positivos en la estructura del suelo. Hace 10 años, el punto de partida eran lotes muy degradados, con secuencias que alternaban entre agricultura y pastoreo sin una estrategia de cobertura. "Partíamos de lotes prácticamente desnudos, donde históricamente se levantaba el cultivo agrícola y entraban las vacas, y donde salían las vacas y entraba la sembradora", describió el productor.

Incluso con rotaciones básicas, como trigo/soja, maíz/soja de primera, o trigo/soja de segunda, se empezaron a observar impactos positivos. "Con esa rotación agronómica sola se notó una mejora, que luego también se fue potenciando con los cultivos de servicio. “Pasamos de un lote compactado como una piedra, donde no podías meter los dedos, a sacar un pan de tierra húmedo y esponjoso debajo del rastrojo", sostuvo.

Esa transformación tuvo impacto directo en el manejo y en los rendimientos. "Nos permitió manejar la fecha de siembra, sin tener que esperar a que llueva, como consecuencia de la reserva de humedad que teníamos. Así, cumplimos más fácilmente el calendario de siembra de los cultivos de renta", explicó. También observaron una mayor disponibilidad de nutrientes y una disminución del uso de insumos químicos. "La siembra del cultivo de cobertura tiene un costo, pero puede evitar una fumigación futura. Además, limita el desarrollo de malezas difíciles, que son las más costosas de controlar", aseguró.

En la zona, donde los inviernos son secos, también aparecen desafíos. Algunos cultivos de cobertura, como la camelina, compiten por el agua que necesitarán los cultivos de renta. En ese sentido, están realizando ensayos para medir el impacto de la camelina en el rendimiento del maíz posterior. La hipótesis es que, en campañas con baja recarga hídrica, ese uso anticipado del recurso podría afectar negativamente al cultivo de verano.

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Actualmente, el 40% de la superficie es ganadera. El rodeo incluye un plantel de 1400 madres y el resto se destina a recría a campo y engorde en feedlot, con un promedio de carga de entre 4500 y 5000 cabezas mensuales.

Actualmente, el 40% de la superficie es ganadera. El rodeo incluye un plantel de 1400 madres y el resto se destina a recría a campo y engorde en feedlot, con un promedio de carga de entre 4500 y 5000 cabezas mensuales.

Campaña de fina

Para la campaña actual de granos finos, la planificación quedó limitada a trigo y camelina. Decidieron no sembrar cebada, debido a los problemas que presentaron los últimos años. "Con la cebada tuvimos algunos inconvenientes en esta zona, fundamentalmente en lo referido a heladas durante el cultivo", explicó el productor. A esa inestabilidad climática se sumó la escasa disponibilidad de agua durante el invierno y la dificultad para comercializar el grano. "Los márgenes económicos de la cebada fueron muy finos y los rindes, muy escasos", señaló. Además, la calidad cervecera exigida por la industria y la falta de condiciones locales adecuadas complicaron aún más su inserción en el mercado. "La cosechábamos y la dejábamos para el engorde, pero este año no lo vamos a hacer. Vamos a utilizar solamente maíz de cosecha para el engorde", indicó.

El trigo se mantendrá como el principal cultivo de invierno, pero con una selección más rigurosa de los lotes, también debido a que los márgenes están al límite. "El año pasado con 1600 kg de trigo en campo propio salimos hechos o perdimos plata", afirmó. Para esta campaña, la ecuación sigue siendo compleja. "Precisamos un trigo de 2000 kg para pagar las cuentas en campo propio. Ese es el punto de inflexión; recién de ahí para arriba tenemos ganancias", detalló.

"Antes hacíamos trigo por rotación casi a ojo cerrado", contó. La estrategia habitual era continuar con el cereal tras la soja de primera, seguido de soja de segunda. Sin embargo, este año optaron por hacerlo solo en los lotes que cumplen con dos condiciones: buen potencial productivo y humedad en el perfil. "Ahora todo lo que sale de soja de primera va a trigo, en tanto y en cuanto tenga un perfil de agua lleno por lo menos hasta 1,5 o 2 metros, y que sean lotes de mediano a alto potencial", detalló.

Por esta razón, si bien por lo general planifican la campaña con 1500 hectáreas de trigo, en esta oportunidad ajustaron el plan a 700 hectáreas, priorizando la estabilidad productiva frente al riesgo. "El resto de los lotes no tienen agua en el perfil o son de baja actitud. Elegimos aquellos sitios que garantizan cierto rinde, y evitamos zona de riesgo", concluyó.

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