12 de abril de 2025 en Buenos Aires

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De la fruticultura a la ganadería: apuesta por la diversificación

Desde la producción de peras y manzanas hasta la producción de novillos, la empresa integra tecnología y manejo eficiente del riego en una zona con desafíos.

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Por CREA Región Patagonia | PAT

La familia Lustig, miembro del CREA Alto Valle-Valle Medio, de la región Patagonia, y socia de la empresa frutícola Agro Roca, decidió incursionar en la ganadería como parte de una estrategia de diversificación. Con la incorporación de tecnologías como sistemas de riego por pivot central, buscan expandirse y avanzar en el uso de herramientas de precisión.

Entre los principales logros del proyecto ganadero se destacan la sistematización de 160 hectáreas bajo riego, la producción estable de alfalfa y maíz para silaje, y la consolidación de un rodeo de 200 vacas Hereford, integrado a sistema de ciclo completo. Los próximos pasos incluyen la implementación de agricultura por ambiente, con densidad y fertilización variable, el crecimiento en superficie y animales.

Fruticultura con visión de futuro

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Agro Roca, con más de 50 años de trayectoria, está integrada por seis familias de socios y opera en General Roca, en el corazón del Alto Valle de Río Negro. Actualmente, la empresa está liderada por la segunda generación de los socios.

En la década de 1990, la compañía fue pionera en la producción orgánica, con la introducción técnicas como el uso de feromonas de confusión sexual para controlar la carpocapsa, la principal plaga de la fruticultura. Esta práctica, en un principio adoptada para la producción orgánica, se convirtió en una herramienta efectiva incluso en los sistemas convencionales.

Hoy, la firma cuenta con procesos integrados que incluyen empaque, frigorífico y la modernización de sus montes frutales, principalmente de peras y manzanas, mediante técnicas de alta densidad y otras innovaciones. “La producción orgánica representa entre el 60% y 70% de nuestro volumen, dependiendo del año. Es un mercado de nicho que requiere procesos muy bien ajustados, ya que la vida en góndola es más acotada al no utilizar productos de poscosecha”, detalló Leonardo Lustig, ingeniero agrónomo y responsable técnico de Agro Roca, además de gerente de las áreas de empaque y frigorífico. “Es una actividad que insume mucha inversión. Cuando se planta un frutal, hay que esperar entre 6 y 8 años, según las variedades y los suelos, para alcanzar la producción plena”, explicó.

La empresa divide su producción en dos mercados principales: durante el segundo semestre, abastece al mercado interno y a Brasil, mientras que en contraestación apuesta fuerte a la exportación de productos orgánicos hacia Estados Unidos y a Europa. En el segmento convencional, también destina parte de su producción a Centroamérica y Sudamérica.

La compañía forma parte del consorcio de exportación Productores Argentinos Integrados (PAI), que reúne a empresas de la región para garantizar calidad y continuidad en los mercados internacionales. Este consorcio es el segundo exportador de peras y manzanas de Argentina.

“La logística es uno de los pilares fundamentales de esta actividad. Trabajamos con una superficie total de alrededor de 450 hectáreas, incluyendo las propias y las de otros productores asociados”, señaló Lustig. La producción anual de la empresa oscila entre 15 y 16 millones de kilos de peras y manzanas, sujeta a las inclemencias climáticas. En 2022, una helada severa y eventos de granizo afectaron significativamente la cosecha. “En 2024, tuvimos granizo alrededor del 14 de octubre, una fecha inusual para este fenómeno, que impactó en algunas zonas”, relató.

A pesar de estos desafíos, la empresa mantiene planes a largo plazo. “Nuestro lema siempre ha sido llegar con la fruta al cliente final, asegurando un retorno que nos permita mantener la continuidad en la cadena de valor”, subrayó el ingeniero.

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Diversificación ganadera

La decisión de diversificar los negocios comenzó a fines de 2009, cuando algunos de los socios de Agro Roca (la familia de Leonardo Lustig, su padre y su tío, Mauro y Leonardo) decidieron incursionar en un proyecto agrícola-ganadero. “Buscábamos diversificar y aprovechar la disponibilidad de agua del río Negro”, explicó.

El campo elegido para este nuevo emprendimiento era, en ese momento, un terreno virgen. “Primero comenzamos con la sistematización del suelo y la implementación de riego por manto en 50 hectáreas, a través del consorcio de riego en la zona de Valle Azul, a unos 40 km de Villa Regina”, relató Leonardo. Luego, el proyecto avanzó en tres etapas, durante las cuales se incorporaron tres equipos de riego por pivot central. “La idea era producir alimento para convertir en carne”, precisó.

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La producción se centra en los cultivos de maíz y alfalfa. “La alfalfa se destina al pastoreo directo de categorías de recría y a la henificación para acumular reservas durante el invierno. El maíz, por su parte, se utiliza en mayor medida para silaje de planta entera, y una parte se destina a la terminación de novillos”, detalló.

Actualmente, la superficie sistematizada bajo riego alcanza las 160 hectáreas, de las cuales 110 corresponden a riego por pivot y el resto a manto. La idea es seguir creciendo en sistematización para licuar los gastos de estructura y aumentar la escala.

El proyecto se desarrolló en etapas, con un enfoque de prueba y error. “Esta actividad es nueva para nosotros y muy diferente a la fruticultura. Aquí vemos una respuesta casi inmediata en los cultivos, que nos ha sorprendido gratamente”, comentó Lustig.

Además se destacó que las actividades ganaderas al sur de la barrera del río Colorado, libre de aftosa sin vacunación, agrega un plus al precio de la carne”, explicó, aunque la producción en la región no está exenta de desafíos. “Nos cuesta producir carne debido a la necesidad de bombeos y la alta demanda de mano de obra. En comparación con la región pampeana, aquí el sistema es más complejo, ya que trabajamos con escalas más pequeñas y necesitamos un parque de maquinaria propio”, señaló el empresario CREA.

En este sentido, la empresa tuvo que invertir en equipamiento específico. “Debemos contar con nuestro propio mosquito, sembradora y otras maquinarias. Solo en las cosechas recurrimos a contratistas para el picado o la recolección de granos”, detalló.

A pesar de los desafíos, la familia Lustig mantiene una visión optimista respecto al futuro de su proyecto ganadero. “Estamos armándonos y capitalizando con maquinarias que, aunque no son sencillas de adquirir, son necesarias para nuestra estructura. La idea es seguir creciendo y consolidar esta actividad”, dijo.

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Riego: manto vs pivot

En el proyecto agrícola-ganadero, el riego juega un papel central. Actualmente, cuentan con tres equipos de riego por pivot central: dos cubren 30 hectáreas cada uno, y el tercero alcanza las 47 hectáreas. Además, disponen de un área de riego por manto de 50 hectáreas. “El riego por pivot nos sorprendió por el manejo que permite en los cultivos, especialmente en una zona donde el suelo actúa, por la falta de nutrientes y el bajo porcentaje de materia orgánica”, explicó.

La tecnología del pivot no solo optimiza el uso del agua, sino que también ofrece alternativas para la fertilización, mejorando la eficiencia. “Vemos diferencias notables en los rendimientos entre el manto y el pivot. Una de las grandes ventajas del pivot es que, al sistematizar el campo, no es necesario realizar una nivelación al cero por ciento, como sí ocurre con el riego por manto”, detalló Lustig.

Para el riego por gravedad, el agua debe distribuirse de manera uniforme, lo que implica mover grandes volúmenes de suelo para lograr una nivelación precisa. “Con el pivot, solo se realiza un desmonte y una nivelación básica, sin necesidad de remover tanto los primeros perfiles del suelo y afectar la estructura del terreno”, agregó.

Sin embargo, no todo son ventajas. Lustig destacó que el costo de bombeo del pivot es más alto que el del riego por consorcio. “Hoy en día, el costo de la energía nos está generando incertidumbre. Es el gasto más elevado y, en algunos casos, nos deja fuera de competencia”, señaló. En contraste, el consorcio de riego mantiene un canon que, aunque se actualiza periódicamente, resulta más económico. “El consorcio también tiene sus desafíos, como el mantenimiento de los canales, pero los costos son considerablemente más bajos que los del bombeo”, explicó.

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Por otra parte, comentó que los suelos del Alto Valle tienen una gran heterogeneidad, que se traduce en una variabilidad significativa de rendimientos. “En pocas hectáreas podemos encontrar suelos muy distintos, lo que genera diferencias notables en los rendimientos. Incluso en áreas regadas por pivot, hay manchones de piedra u otras condiciones que afectan la producción”, comentó Lustig.

Frente a esta situación, el ingeniero destacó la necesidad de adoptar tecnologías de punta. “En un futuro cercano, el valle deberá incorporar herramientas como la densidad y fertilización variable, que ya se utilizan en la Pampa húmeda. Para nosotros, serán herramientas vitales para maximizar el potencial de los cultivos”, afirmó.

A pesar de los desafíos, los rendimientos obtenidos son alentadores. En el caso de la alfalfa, se logran entre 10.000 y 12.000 kg de materia seca por hectárea, mientras que el maíz picado alcanza entre 50.000 y 60.000 kg de materia verde. En grano, los rendimientos oscilan entre 10.000 y 12.000 kg por hectárea, con picos que superan las 14.000 o 15.000 kg en lotes excepcionales. “Vemos que hay potencial, pero todavía nos falta dar una vuelta de tuerca con la tecnología. La división por ambientes y la aplicación precisa de insumos permitirán maximizar los rendimientos”, señaló Lustig.

El Alto Valle cuenta con condiciones favorables para la agricultura, como agua de calidad y una amplia amplitud térmica, especialmente beneficiosa para cultivos como el maíz. “Esto hace que sea una zona con altos potenciales, y estamos convencidos de que, con las herramientas adecuadas, podremos aprovecharlos al máximo”, concluyó.

Rodeo: ciclo completo y manejo estratégico

El proyecto ganadero incluye un sistema de ciclo completo, con un rodeo de 200 vacas de cría de raza Hereford, terneros producidos en el campo y compra de invernada para recría. El esquema productivo integra pastoreo continuo con terminación en corral, utilizando silaje de maíz y suplementación proteica. “Aún no producimos proteínas, por lo que compramos núcleos proteicos para la suplementación”, detalló Lustig.

El uso de los rastrojos de maíz es clave en el manejo. “El lote de maíz grano deja un gran volumen de rastrojo, que utilizamos para pastoreo, aliviando los lotes y preparando el suelo para la siguiente siembra”, explicó. Sin embargo, en esta zona, a diferencia de la región pampeana, la descomposición es más lenta por las bajas temperaturas de otoño e invierno. “El exceso de rastrojo es un desafío, y estamos analizando alternativas en el grupo CREA para optimizar su uso”, agregó. El rodeo de cría es estratégico: “La vaca puede aprovechar el rastrojo, aunque necesita suplementación para mantener su condición corporal”, dijo.

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El objetivo final del sistema es la venta de novillos de aproximadamente 400 kg de peso. “Nos exigen producir medias reses de menos de 115 kg, por lo que apuntamos a terminar novillos de alrededor de 400 kg”, explicó. Anualmente, la empresa vende entre 300 y 400 novillos, dependiendo de los ciclos de los cultivos y las condiciones climáticas. “Las inclemencias del clima, como heladas o granizo, pueden afectar la producción, pero con la experiencia que acumulamos en riego y manejo de cultivos, proyectamos aumentar la escala y el tamaño del rodeo”, destacó.

Aunque el proyecto ganadero aún no tiene un horizonte definido, la familia Lustig está enfocada en explorar nuevas oportunidades. “Hemos probado distintos sistemas de riego y categorías de hacienda para evaluar cuál será la próxima etapa de crecimiento”, concluyó Lustig.

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