Los incendios que están afectando a las sierras de la provincia de Córdoba desde el viernes 20 de septiembre provocaron enormes pérdidas productivas, habitacionales y ambientales, además de una gran cantidad de personas evacuadas.
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SUSCRIBITEYa se quemaron 43.490 hectáreas en los departamentos de Punilla y Calamuchita. El testimonio de tres empresarios CREA de la región Córdoba Norte.
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SUSCRIBITELos incendios que están afectando a las sierras de la provincia de Córdoba desde el viernes 20 de septiembre provocaron enormes pérdidas productivas, habitacionales y ambientales, además de una gran cantidad de personas evacuadas.
En estos días se calcula que se quemaron 43.490 hectáreas en los departamentos de Punilla y Calamuchita. En tanto, se estima que en lo que va del 2024 el fuego devoró un total de 69.000 hectáreas en la provincia de Córdoba. Las cifras fueron reveladas por la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE), que realiza un relevamiento satelital de la región.
Este año, la provincia atraviesa un clima extremo al que, además de una sequía que ya se extiende por tercer año consecutivo, se suman tres factores de peso que aumentan la dimensión del fuego y hace más complicado las tareas de los bomberos. Este fenómeno se suele llamar “las tres 30”: humedad relativa por debajo del 30%, vientos mayores a 30 km/hora y temperaturas superiores a los 30 ºC. En muchos casos, durante estos días las condiciones climáticas superaron ampliamente esos valores.
“Se nos quemaron 1700 hectáreas de un total de 2500”, resumió Diego Gilotaux, integrante del CREA Totoral (región Córdoba Norte), cuyo campo ganadero se encuentro en Cuchi Corral, vecino a la localidad de La Cumbre.
“A las cinco de la tarde me llamaron para avisarme que había comenzado un incendio en la zona. Recién pude llegar a la una de la mañana, porque estaba en Santiago del Estero, y encontré que el fuego ya había atravesado todo el campo y estaba a 100 metros de la casa”, relató.
“Pasé una angustia tremenda porque estaba solo. Fue la media hora más larga de mi vida, tratando de apagar las llamas que ya estaban contra la pared. Hasta que llegaron como diez camionetas de bomberos y lo apagamos entre todos. Mi casa se salvó, aunque el fuego siguió quemando el campo. Por suerte no perdimos animales, porque pudimos correrlos hacia la otra punta”, comentó Diego.
En 2020, cuando en la provincia de Córdoba se quemaron más de 300.000 hectáreas, el empresario también fue afectado por el fuego. “En ese momento se nos quemaron 700 hectáreas, que es la otra parte del campo, a donde ahora no llegó el incendio. Ese evento arrancó en Cuchi Corral, recorrió 30 kilómetros bajo el río y siguió hasta Cruz del Eje”, se lamentó.
Las pérdidas son cuantiosas. Por un lado, los animales no tienen comida para los siguientes meses, porque el fuego consumió gran parte de los recursos forrajeros. “El problema del pasto es el número uno; en los próximos tres meses no vamos a tener alimentos y nadie está en condiciones de comprar rollos”, dijo.
En las zonas del campo donde crece pasto llorón, es posible que haya un rebrote, aunque en un comienzo se espera que crezcan muchas malezas. En otras zonas, donde prevalecía el monte con árboles nativos, el suelo se compacta y complica la infiltración del agua una vez que llegan las lluvias.
“Después del incendio primero nacen en un montón de malezas. Pero donde hay monte, con molles, algarrobos y espinillos, el fuego se queda durante horas en el mismo lugar porque la madera es dura y demora en quemarse. Entonces la tierra se calienta tanto que se mueren hasta las semillas y se compacta la superficie del suelo, como si fuera un ladrillo, lo cual genera muchos problemas de infiltración. Cuando llegan las primeras lluvias, el agua escurre por las pendientes y se lleva la materia orgánica”, explicó.
Otro de los problemas son los alambrados que se quemaron. “Son un flagelo para esta zona. Para nosotros es muy difícil volver a levantarlos, pero un productor chico no los vuelve a hacer nunca más”.
Los incendios se extendieron a otras zonas, como la localidad de San Marcos Sierras. Allí, Mariano Carbonari, productor ganadero del CREA La Picada, advierte que en su zona el fuego ya fue controlado y que actualmente los bomberos están en guardia de cenizas. Pero en los días previos el incendio llegó a la orilla de su establecimiento de 3600 hectáreas y en la zona se vivió una situación desesperante, que afectó a muchos vecinos. La última vez que el fuego ingresó al campo fue en 2012.
“El lunes a la madrugada hemos tenido el fuego llegó al límite de nuestro campo. Ha estado en todas las orillas. Después de la dos de la tarde, cuando empieza prender calor y a soplar el viento, el fuego vuelve a revivir y no se sabe de qué lado va a venir”, comentó Mariano. En esos días pasaron mucha angustia, sin poder dormir y mirando por la ventana cómo se desarrollaba el fuego durante la noche, en alerta.
“El único daño es que hemos tenido que mover toda la hacienda. En el potrero que estaba amenazado, teníamos unas 300 vacas preñadas que tuvimos que pasar a otro sector del campo, al lado del río. Y hace dos días que los animales no comen. Las vacas están en buen estado, pero no pueden aguantar mucho más tiempo sin comer”, apuntó.
En la zona, la situación complicó a otros productores: “Ayer di dos vueltas al campo, fui hasta el pueblo, al Vado de López y a San Marcos, y me encontré con productores chicos, de 20 o 50 vacas, que como mínimo ya han perdido toda la comida, y muchos han perdido los animales. He visto gente de desesperada”.
El empresario informó que, si bien su empresa tiene aprobado un plan de desmonte selectivo, la legislación no permite hacer líneas de control, que actúen como cortafuegos, en zonas donde hay vegetación nativa, como algarrobos y chañares. Esto dificulta el manejo de los incendios. “Tenemos un potrero de 600 hectáreas que no podemos abrir al medio para hacer un lugar donde se corte el fuego. Esto es zona roja y no se puede tocar. Por eso creo que habría que revisar las políticas, que son favorables a que el fuego se agrande de este modo, por cuidar el monte nativo”, subrayó.
“Además de la condición de monte, tenemos sierras y cañadas donde es imposible ingresar para combatir el fuego. En los lugares llanos también es muy difícil, porque no estamos preparados. Es valorable el esfuerzo sobrehumano de los bomberos y de los lugareños, quienes más experiencia tienen porque han vivido esta situación muchas veces y saben qué hacer. A nosotros, si nos llega a entrar el fuego, lo único que nos queda es rezar”, indicó.
Unos 50 kilómetros al norte de Jesús María, en la localidad de Avellaneda, Gustavo Cabalieri, productor agrícola y ganadero del grupo CREA La Picada, también fue afectado por ellos incendios. “Sobre un lote de 120 hectáreas, me afectó un 85% del lote que tiene Panicum coloratum y un 70% de la zona de monte. También alcanzó un 15% de otro lote de 100 hectáreas y perdí unos 2500 metros de alambre”, detalló.
“Este incendio se originó el sábado. Yo estaba en Córdoba y un vecino me avisó sobre la situación a eso de las 15:30 horas. Cuando llegué, ya estaban trabajando los bomberos y la policía. Nosotros alcanzamos a sacar a todos los animales y meterlos en un corral hasta que se calmara la situación”, dijo.
El siniestro se logó controlar el domingo en la noche, pero Gustavo está atento al avance de otro frente de fuego, que se extiende desde la localidad de Ongamira hacia el norte. “Es muy difícil manejar la situación porque gran parte del campo está ocupado por monte. Quizás el camino que va de Avellaneda a Ischilín pueda actuar como cortafuegos”, señaló.