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Inés Durañona de Mussat y Pablo Roberto Mussat durante un congreso CREA.
Tras su fallecimiento en 2003, la familia decidió continuar con la administración de la empresa. En ese momento, Pablo, uno de sus cuatro hijos, finalizaba el secundario y decidió involucrarse en el negocio familiar. “Cuando elegí qué estudiar, no opté por agronomía, sino por Administración de Empresas, porque siempre me gustó conocer de distintos negocios”, señaló, y agregó que quiso darle un enfoque más industrial a la empresa, desarrollar al máximo la agricultura y avanzar en la industrialización de la soja y el maíz que producen.
La familia proyecta incluir la producción ganadera como otro eslabón de un esquema circular. “En una próxima etapa buscamos integrar estas actividades con ganadería, para consumir los subproductos industriales que generamos en soja y maíz”, detalló, y afirmó: “Queremos darle una vuelta de rosca a la empresa y ya no hablar de valor agregado, sino de integración”.
Agricultura de punta
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La empresa siembra unas 1500 hectáreas, con equipos de riego sobre 400 hectáreas, con sistemas de pivot centrar y riego enterrado.
La empresa siembra unas 1500 hectáreas, distribuidas entre 700 de campo propio y 800 alquiladas. La instalación de equipos de riego se transformó en un eje central de la planificación productiva.
Pablo explicó que desde su ingreso, en 2013, tenía claro el objetivo de implementar esta tecnología. Así avanzaron con pivotes centrales en 350 hectáreas, donde hacen cultivos de verano y de invierno, principalmente trigo. Además, incorporaron un sistema de riego subterráneo en otro campo, que actualmente abarca 100 hectáreas y que planean ampliar a 170 en una segunda etapa.
El riego permitió incorporar el doble cultivo y dar mayor estabilidad a la producción. Mussat destacó que “con riego siempre vamos a cosechar; lo peor que puede pasar es una caída de granizo, pero eso lo cubre el seguro”. Gracias a esta tecnología, la sequía dejó de afectar la producción y permitió introducir trigo en una zona donde antes no era viable, lo cual transformó las balances económicos de la empresa.
“Además de los cultivos bajo riego, mantenemos producción en secano, donde aplicamos genética de punta y tecnología de manejo para ser competitivos”, dijo el productor. Para ello cuentan con un servicio de monitoreo de siembra y cosecha que optimiza la eficiencia, y que aporta herramientas de agricultura de precisión.
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Trabajos durante los cuales se enterraron las cintas riego subterráneo sobre 100 hectáreas
En la búsqueda de mayor eficiencia, comenzaron a experimentar con sistemas de iluminación LED en cultivos bajo riego, replicando experiencias observadas en Brasil. “Las luces Grow LED aumentan las horas de luz y la fotosíntesis, favorecen un mayor crecimiento vegetativo y mejoran los rendimientos”, comentó.
Las lámparas se integraron a los equipos de riego y funcionan con automatización online, que permiten programar la iluminación nocturna entre las 20 y las 6 horas durante aproximadamente 20 días en etapas clave. Mussat explicó que “la luz se aplicó en estadios R3 a R4, con un consumo energético moderado, alrededor de 15.000 pesos diarios, gracias a la eficiencia de la tecnología Grow LED”.
En la última campaña lograron incrementos en rindes con este sistema. En soja de segunda, en un campo de Las Rosas, el promedio con riego fue de 35 quintales por hectárea, mientras que la zona iluminada rindió 7 quintales más. En maíz, el aumento fue menor, con un diferencial de 2 quintales sobre un rendimiento aproximado de 100 quintales en maíz de segunda.
Actualmente replican el sistema de iluminación en otros establecimientos y cultivos, con trigo y alfalfa, con el objetivo de optimizar cada variable de manejo. “Queremos definir cuándo, cuánto tiempo y a qué altura iluminar, así como el estadio adecuado para maximizar la eficiencia y el aprovechamiento del sistema”, afirmó.
Dentro de este esquema, los mayores impactos en la producción se lograron con el riego. “El agua es el primer, segundo y tercer factor en la producción”, indicó Mussat. Recordó que en trigo pasaron de no poder sembrar a cosechar 80-90 quintales por hectárea, cuando en secano hubieran obtenido 30. En maíz, el rendimiento en secano ronda 90-95 quintales, mientras que con riego alcanzaron 145 en maíz temprano y 120 en maíz de segunda. En soja, el impacto es menor, pero en la última campaña lograron 58 quintales con riego contra 50 en secano en el mejor escenario.
Pablo consideró que aún falta ajustar detalles para alcanzar potenciales más altos. “El ajuste fino requiere calidad de siembra, precisión en el manejo y selección genética adecuada. En maíz, la fertilización agresiva también es clave para buscar rindes de 180 a 200 quintales por hectárea”.
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En la búsqueda de mayor eficiencia, la empresa comenzó a experimentar con sistemas de iluminación LED en cultivos bajo riego.
Valor agregado en cada grano
El paso hacia la industrialización del maíz surgió como una inquietud para agregar valor dentro de la empresa. Pablo evaluó distintas alternativas: en un primer momento pensó en producir maíz frito para snacks, pero el proyecto requería una escala mayor. Luego analizó la molienda húmeda para obtener glucosa como endulzante industrial, aunque la inversión inicial resultaba demasiado elevada, por lo que también descartó esa opción.
El avance llegó a partir de un proyecto compartido con miembros del CREA Carnerillo, bajo la modalidad de molienda seca de maíz. Al conocer experiencias similares en Río Cuarto, Mussat convocó a productores CREA interesados en avanzar en un emprendimiento propio. Así nació Full Corn, que comenzó a trabajar a fasón con un molino en Vicuña Mackenna.
La experiencia mostró los desafíos de la venta de productos con valor agregado. “En el campo, lo difícil es producir; en la industria, lo difícil es vender”, señaló Mussat, y explicó que la venta de harinas de maíz para snacks o trozos para cornflakes no siempre encuentra compradores de inmediato y suele cobrarse a 30 o 60 días.
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El paso hacia la industrialización del maíz surgió como una inquietud para agregar valor dentro de la empresa, junto a otros miembros del CREA Carnerillo
El primer objetivo de Full Corn fue desarrollar el mercado, visitando empresas para ofrecer los productos, en un proceso con múltiples obstáculos. Durante ese recorrido, la firma se trasladó a Río Cuarto, donde reconvirtió un molino de trigo para procesar maíz. Actualmente, operan en dos turnos y procesan 500 toneladas mensuales, con mayor rentabilidad en la producción de trozos de maíz para copos y maíz inflado (tutuca).
El maíz que ingresa al proceso industrial proviene de producción propia y de terceros, priorizando el tipo flint o colorado, con alto contenido de endosperma vítreo y bajo nivel de germen. Este perfil permite desgerminar el grano y obtener como subproducto el germen, que se destina a alimentación animal.
Otro eslabón del proceso de Durañona es la extrusión de soja. En sociedad con otros empresarios, impulsaron la creación de Proteína Agrícola, destinada a producir aceite y expeller de soja, con foco en la provisión de alimento para tambos, feedlots y granjas porcinas.
“Teníamos un terreno en el parque industrial de Carnerillo y ganas de emprender. Armamos la sociedad con otros empresarios para obtener aceite de soja y de maní, aunque la línea de maní la descontinuamos por falta de materia prima”, comentó Mussat. Actualmente, la empresa produce aceite de soja, con un valor aproximado de 1.000 dólares por tonelada, y expeller destinado a tambos y granjas.
El próximo paso será desarrollar maíz extrusado como nuevo canal de integración entre Full Corn y Proteína Agrícola. Mussat explicó que el objetivo es adquirir la producción de maíz de Full Corn para extruirla y obtener un producto de mayor digestibilidad para ganado vacuno y porcino. Este maíz extrusado también podrá utilizarse en la elaboración de pastas sin gluten o alimentos para bebés, en reemplazo de la harina de trigo.
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Desde Río Cuarto, con Full Corn procesan 500 toneladas mensuales de maíz.
Integrar con ganadería
La proyección de Durañona incluye sumar un nuevo eslabón productivo que complemente las actividades agrícolas e industriales. Parte de los subproductos generados, por su cantidad y calidad, se destinan a feedlots o granjas porcinas, lo cual abrió la posibilidad de avanzar en un proyecto ganadero.
El objetivo apunta a la diversificación como estrategia de estabilidad y crecimiento. Pablo destacó que la agricultura, si bien es el pilar de la empresa, implica riesgos que motivan la búsqueda de nuevas actividades que aporten solidez. En ese sentido, señaló que la ganadería representa una alternativa más estable dentro del esquema productivo.
En julio de 2025, la empresa fue anfitriona de una reunión del grupo CREA Carnerillo, donde presentó el plan de negocios ganadero y recibió sugerencias para su puesta en marcha. Los integrantes del grupo recomendaron comenzar con un sistema de hotelería o con animales en otro establecimiento, para ajustar detalles antes de avanzar con el proyecto propio.
El vínculo con la ganadería forma parte de la historia familiar. Inés recordó que, junto a su marido, siempre destinaron los ahorros generados con el trabajo en el campo a la compra de animales, por lo que esta nueva etapa representa, en cierto modo, un retorno a las raíces.
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