El CREA Pedro Luro (región Sudoeste) reúne a diez empresas que se dedican a la agricultura y a la ganadería de carne y leche en el sur de la provincia de Buenos Aires.
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SUSCRIBITELa empresa Patagonions del CREA Pedro Luro busca expandirse tras varios años de sequía y frente a una campaña con desafíos económicos.
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SUSCRIBITEEl CREA Pedro Luro (región Sudoeste) reúne a diez empresas que se dedican a la agricultura y a la ganadería de carne y leche en el sur de la provincia de Buenos Aires.
Una de sus principales actividades es la producción de cebolla, un cultivo representativo de la región que tiene gran presencia tanto en el mercado nacional como internacional.
Leandro Busacca, al frente de Patagonions SRL, se encarga de la producción, procesamiento y comercialización de cebollas, además de manejar un planteo ganadero. Hace veinte años llegó a la zona desde Adrogué, Buenos Aires, y fue aquí donde conoció a su mujer, Luján Appelhanz, con quien hoy dirige la empresa familiar.
La producción de la empresa se desarrolla en Juan A. Pradere, partido de Patagones, sobre una superficie de 600 hectáreas propias. Esta región es el principal productor de cebollas de Argentina, debido a que allí se genera el 90% de las cebollas consumidas en el país y que se exportan a Brasil, Paraguay, Chile y Uruguay entre enero y agosto de cada año.
La zona se destaca por su clima seco, días largos y acceso al agua del río mediante un sistema de canales administrado por la Corporación de Fomento Río Colorado (Corfo), que riega las producciones en un radio de 50 kilómetros. Estas condiciones permitieron la formación de un cluster productivo clave para la actividad, que incluye mano de obra, profesionales, transporte y hasta fabricantes de maquinaria. Busacca también resalta que, aunque expandió su producción a General Conesa, Río Negro, la falta de este cluster en esa zona fue una limitante importante. “Lo seguimos sufriendo hasta hoy en día”, lamentó.
“La cebolla es un cultivo intensivo, demanda mucho trabajo y atención. A lo largo de su ciclo requiere unos veinte riegos por gravedad, diez aplicaciones foliares, cinco de fertilizantes, y dos o tres desmalezados manuales; incluso la cosecha sigue siendo artesanal, aunque usemos máquinas”, subraya Busacca.
En los últimos años el valle inferior del Río Colorado enfrentó una fuerte sequía, como muchas otras regiones del país. La falta de nevadas en la Cordillera de los Andes, que habitualmente provee agua a las producciones locales a partir de la primavera, redujo significativamente la disponibilidad de este recurso.
Busacca explica que “en el campo de Juan A. Pradere solíamos sembrar unas 30 hectáreas de cebolla; sin embargo, hace cuatro años la zona atravesó una crisis hídrica severa y el río y el dique Casa de Piedra comenzaron a secarse por la falta de nevadas en la cuenca alta, al sur de Mendoza, lo que redujo el caudal de los ríos Barrancas y Grande, origen del Colorado, y afectó nuestra capacidad de riego”.
Ante esta situación, la empresa decidió expandirse a General Conesa, a 350 kilómetros de Pedro Luro, una zona aún sin desarrollar para la producción. Ese valle, desde Conesa hasta Choele-Choel, abarca 170 kilómetros de costa completamente virgen, cubierta de monte bajo y arbustos, sin infraestructura alguna. Además, en esa región solo caen entre 200 y 300 milímetros de lluvia al año, insuficientes para cualquier cultivo. Todo depende del riego, con agua que llega por acequias desde el río Negro.
Frente a la crisis, algunos productores redujeron su actividad o abandonaron la producción. “La mayoría de los productores de cebolla son pequeños, con apenas 3 ó 5 hectáreas, y complementan su trabajo en otros establecimientos o tienen comercios en el pueblo. Para ellos, no hay muchas opciones. Por otra parte, mudarse a otro lugar es costoso, no solo económicamente, sino también a nivel personal. Significa dejar a la familia y vivir en condiciones difíciles, en campamentos con casillas que, aunque equipadas, no son lo mismo que estar en casa”, explica. “Mucha gente se fue y, cuando pudo, regresó. Otros se quedaron, pero no todos tienen la posibilidad de hacerlo”.
Así, cuatro años atrás Leandro comenzó a desarrollar su actividad productiva en General Conesa, en sociedad con la empresa Rigrau SRL, lo que le permitió reducir costos y optimizar tiempos. A través de un acuerdo de arrendamiento que incluye la sistematización del campo, destinó 160 hectáreas al cultivo de cebolla. Los lotes se desmontaron y nivelaron para aprovechar mejor el riego por gravedad, un recurso fundamental en la zona.
“Este año comenzamos a sembrar en agosto, y actualmente estamos aplicando los primeros herbicidas. La cosecha se llevará a cabo en febrero”, detalla. Como parte de sus innovaciones, la empresa incorporó riego por goteo, una tecnología que permitió impulsar significativamente la productividad: “Una hectárea de cebolla con riego por goteo rinde entre 70.000 y 100.000 kilos, mientras que con riego por gravedad, la misma superficie produce en promedio 50.000 kilos y rara vez llega a 70.000”.
A pesar de este considerable aumento en los rendimientos, el empresario aclaró que el riego por goteo conlleva mayores costos. “La cinta de goteo debe reemplazarse todos los años y los equipos son móviles, lo que implica montarlos y desmontarlos anualmente. Esto duplica prácticamente el costo de insumos, aunque el costo de la mano de obra se mantiene igual”, apunta.
¿Cuál es la razón detrás del aumento en la productividad? “El agua se utiliza de manera más eficiente. Aunque en verano, cuando la evapotranspiración es mayor, no se ahorra tanta agua, pero sí se optimiza su aprovechamiento por parte de la planta. Además, el sistema nos permite realizar fertirriego y mejorar la estructura del suelo, que permanece continuamente húmedo, evitando que se compacte. Con el riego por gravedad, el campo se inunda una vez por semana, lo que provoca días de encharcamiento y otros de sequía”.
Después de varios años de sistematizar los campos de General Conesa, la empresa está comenzando a devolver los primeros lotes como parte del contrato de arrendamiento. Sin embargo, el objetivo sigue siendo continuar con la producción en la zona. “Hemos logrado hacer pie y no queremos perder este lugar, que cuenta con agua asegurada”, comenta Leandro. Además, los planes incluyen retomar la producción en el valle del Río Colorado.
“Este invierno trajo grandes nevadas a la cordillera, lo que posibilitó la recuperación de nuestra cuenca del Río Colorado. Esto nos permitió volver de a poco y en esta campaña, después de cuatro años, logramos sembrar 20 hectáreas de cebolla en Pradere, que se suman a las 160 hectáreas de General Conesa”, señala con entusiasmo.
El dique Casa de Piedra tiene suficiente agua para los próximos dos años, asegurando el riego hasta al menos el próximo ciclo productivo. “Si en 2025 las nevadas se mantienen en niveles normales, podemos garantizar otro año más de agua. Sin embargo, no hay predicciones más allá de eso debido a la falta de infraestructura. Se necesita construir más diques y con mayor capacidad”, aclara.
Las mejoras en la disponibilidad de agua también tuvieron un impacto positivo en la producción ganadera. “Durante los años de sequía, dependimos de las pasturas y algo de maíz. Algunas alfalfas, aunque no fueron regadas durante años, sobrevivieron gracias a su capacidad para acceder a las napas subterráneas. Este año, tenemos el doble de animales fuera de los corrales, alimentándose de pasturas, una situación inusual en esta época, gracias a la disponibilidad de agua", explica.
La ganadería de la empresa se basa en un sistema de recría y terminación en corrales, con un rodeo de 1000 animales y 200 hectáreas bajo riego en Juan A. Pradere, donde se cultiva alfalfa y maíz para uso propio. Además de la leguminosa, los terneros se alimentan con pastizales naturales y verdeos de invierno. Y cuando logran los 300 kilogramos de peso se encierran para ser terminados con unos 400 kilos.
La región al sur del río Colorado es libre de aftosa sin vacunación, lo cual otorga a los ganaderos locales un precio diferencial de hasta un 15% respecto a los valores que se ofrecen al norte de la barrera fitosanitaria.
A pesar de contar este año con una buena disponibilidad de agua, el productor advierte sobre las dificultades económicas del actual ciclo. “Esta es una campaña con insumos muy costosos y un dólar estancado. Además, prevemos que el año que viene no obtendremos un buen precio por nuestras cebollas, por lo que será un ciclo complicado. La clave va a estar en mejorar la eficiencia productiva”.
Sin embargo, a pesar de tales inconvenientes, la empresa mantiene planes de crecimiento, con la posibilidad de ampliar tanto la producción como el procesamiento y las exportaciones.
Actualmente, se está gestionando la importación de una maquinaria para optimizar el procesamiento de las cebollas destinadas a Brasil. Este equipo permitirá cepillar, clasificar por tamaño y embolsar las verduras de manera más eficiente. Además, tienen previsto establecer una filial en el país vecino para agilizar las operaciones comerciales y mejorar los tiempos de exportación.
Hoy en día, la empresa destina su producción de cebollas en partes iguales al mercado interno y externo, aunque este porcentaje varía en función de los resultados de cada campaña, la calidad y los precios.
“Siempre buscamos exportar la mejor calidad. El principal problema que enfrentamos es la podredumbre del cuello, también conocida como pico de agua, una enfermedad en la cebolla que puede ser causada por varias especies de bacterias cuando se registran lluvias intensas durante la cosecha, en febrero. En los años malos, la cebolla de buena calidad escasea y la exportación puede pagar el doble. Sin embargo, en los años buenos, cuando febrero es seco, la cebolla de alta calidad puede valer lo mismo que una regular”, comenta. Por otro lado, los planes de expansión incluyen la ganadería. “También queremos crecer en cantidad de animales”, resume.