Con el tiempo, se observó que los guanacos, al igual que las ovejas, no consumían de manera uniforme el pasto, lo que llevó a considerar la incorporación de ganado bovino. “Hoy contamos con 500 vacas madre Hereford, y en el pico llegamos a tener 1400 cabezas en el campo”, detalló.
El establecimiento adoptó un esquema silvopastoril, integrando la forestación y la ganadería. “Al replantar las zonas quemadas, optamos por espaciar más los árboles, lo que nos permitió adaptar nuestro manejo. Realizamos podas para producir madera sin nudos, que tiene mayor valor, y también para facilitar el acceso de luz al suelo, promoviendo el crecimiento de pastos bajo los pinos”, señaló. Este enfoque permite combinar la producción de guanacos y vacunos, optimizando el uso del espacio.
La forestación se planifica para aprovechar las lluvias invernales, características de la región. “Plantamos los árboles en invierno cuando tenemos precipitaciones”, explicó. Según el diámetro y la densidad de los árboles, se realiza una primera poda a los diez años, seguida de una segunda poda a los cinco años subsiguientes. En total, se contemplan tres podas para alcanzar los seis metros de altura con troncos libres de nudos. Sin embargo, aclaró que “estas son reglas generales que se adaptan a cada lugar, según la calidad del sitio y otras variables”.
Las especies son variadas, para evitar el monocultivo. Se plantaron los pinos Ponderosa, Murayana y Jeffrey. Bajo la sombra del pinar se incorporan especies de mayor valor comercial, como Abeto Douglas o pino Oregón, robles y alerces europeos.
La zona de estepa donde se realiza la forestación no cuenta con especies nativas. “Nuestra lluvia viene del Pacífico y descarga en la cordillera, donde encontramos el bosque andino-patagónico. Pero aquí en la estepa solo hay relictos de especies nativas cerca de arroyos, como araucarias”, detalló.
A la vez, este planteo genera un microclima que reduce el impacto del viento, la erosión hídrica y eólica, y puede favorecer la introducción de otras plantas. “Hemos intentado introducir especies nativas, pero no han prosperado debido a las condiciones esteparias. Sin embargo, con el microclima generado, podríamos reconsiderar esta posibilidad”, comentó.
El ciclo completo de forestación se extiende entre 35 y 40 años. Actualmente, se están realizando terceras podas en árboles plantados entre 2002 y 2003. “Empezamos a sustituir los pinos originales, aprovechamos su madera y dejamos espacio para que crezcan otras especies”, sostuvo.
Bosque Andino SA es el único criadero de guanacos en Neuquén y, según Hoepke, probablemente uno de los más grandes del país en cantidad de cabezas. Hoy cuentan con unos 350 animales. La cría comenzó con la adquisición de animales en Los Menucos, Río Negro. “Allí capturan chulengos salvajes, los alimentan y amansan. Más adelante logramos tener producción propia”, explicó. La esquila se realiza en noviembre, antes del parto. “Los guanacos tienen un período de gestación de once meses. En diciembre les damos servicio y en enero del año siguiente comienzan a parir”, agregó.
Los guanacos se alimentan de pastos naturales y aprovechan los cursos de agua disponibles. Para mejorar la distribución de agua en los pastizales, se implementaron canales de riego con un diseño tipo espina de pescado, lo que permite que el agua se filtre de manera natural y mejore la calidad del pasto sin remover el suelo. Esto es crucial en la región, donde los veranos son muy secos y las lluvias prácticamente no existen entre octubre y abril. Este sistema también ayuda a proteger el suelo arenoso y propenso a la erosión.
“Respetamos los ciclos naturales de lluvias y el crecimiento del pastizal. Esto permite que el pasto se recupere y se resiembre cada dos años, evitando la erosión al mantener la cobertura del suelo”, explicó. Indicó que tres guanacos se consumen lo mismo que una vaca, lo que requiere un manejo equilibrado de la carga animal de ambas especies.
“La prioridad es evitar la erosión del campo, motivo por el cual se permite la recuperación de potreros para que semille naturalmente”, destacó. En ciertos momentos, los guanacos comparten las áreas de pastoreo con las vacas. “Dejo potreros en recuperación, junto a los animales y trato de manejar un rodeo grande con todos juntos. De esta manera, guanacos y vacas comparten espacio temporalmente”, agregó.
El empresario también subrayó los desafíos asociados a la comercialización de los productos derivados del guanaco. “Cuando comenzamos en 2003, no se autorizaba la faena de guanacos, ya que es una especie nativa. Sin embargo, es fundamental contar con una salida para los animales que ya no producen, como ocurre con cualquier otra actividad ganadera”, comentó. La falta de regulación adecuada generó problemas de sobrepoblación de animales y sobrepastoreo en regiones como Santa Cruz. “Hemos trabajado con investigadores del CONICET y universidades extranjeras, quienes confirmaron que el guanaco puede generar erosión si se sobrecarga el campo”, añadió.
El 30 de septiembre de 2024 el gobierno nacional, a través de la Disposición 812/2024 de la Subsecretaría de Ambiente, habilitó a las provincias patagónicas para que establezcan planes de manejo del guanaco, incluyendo su aprovechamiento como actividad ganadera en cautiverio para comercializar tanto la fibra como la carne del animal. Los nuevos criterios están estipulados en el documento “Directrices para el uso sostenible del guanaco”.
En cuanto a la comercialización de fibras, Bertil señaló que el mercado también presenta desafíos. “La lana de guanaco es un excelente producto, pero está subvalorada en comparación con la de vicuña, que es muy similar. Este año vendimos lana a una hilandería en Catamarca y tiene un gran potencial”, aseguró.
Hoy la mayor participación en la empresa está dada por el negocio ganadero porque la forestación todavía no está madura para su explotación. Con los guanacos, hacia adelante existen posibilidades de crecer, pero por ahora no es posible comercializar la carne. “Tenemos la cantidad de animales para empezar y en algún momento le daremos prioridad. Por ahora, la idea es vender nuestro stock de lana, que es considerable”, apuntó.
“Mientras tanto, gradualmente nos fuimos inclinando más hacia la ganadería, que es un negocio más establecido y rápido. Tenemos un total de 2000 cabezas de las razas Hereford y Angus, de las cuales 750 son vientres. Además, contamos con vaquillonas para reposición, toros para reproducción y, en menor medida, algunos terneros de destete, aunque la mayoría los estamos engordando y terminando nosotros”, comentó.
El servicio se realiza entre noviembre y febrero, y cuentan un porcentaje de preñez de entre 93% y 94%. La carga vacuna varía según la ubicación del campo, teniendo en cuenta que las mayores precipitaciones se registran en la zona de cordillera, en comparación con la estepa; en promedio oscila entre 5 y 9 hectáreas por vaca. El manejo de los animales se realiza en cuadros de 400 a 500 hectáreas, con boyeros eléctricos. “Durante el invierno los mantenemos en las zonas bajas, donde las condiciones climáticas son más benignas. En verano los llevamos a cuadros más altos, una vez que la nieve se retira”, señaló.
Los animales son recriados en potreros ubicados en zonas bajas para protegerse de las nevadas. “Realizamos suplementación a campo con comederos de autoconsumo, una práctica que implementamos hace algunos años y que ha dado excelentes resultados", explicó. Durante ese proceso, los animales alcanzan un peso promedio de 170 a 180 kilos.
En primavera, los animales son trasladados a otro campo en Aluminé, donde continúan el proceso de suplementación a campo hasta alcanzar su peso final. “Salen del campo con 230 a 240 kilos y los llevamos a terminación para faena con 400 kilos”, detalló.
Para mejorar la eficiencia del manejo, recientemente incorporaron caravanas electrónicas, lo que les permite realizar mediciones precisas de la ganancia diaria de peso. Además, trabajan en la expansión de canales de riego y consideran implementar más tecnologías silvopastoriles para optimizar el uso de los recursos.