El sistema implementado consiste en contener y desviar el agua proveniente de zonas altas, y luego evacuar los excedentes mediante canales internos. “Eso les permitió evitar los excesos de agua de una manera significativa y tener cultivos agrícolas con muy buena chance de poder llegar a cosechar”, indicó. Los principales cultivos sembrados son soja, y en menor medida maíz y trigo.
Los desarrollos observados tenían entre dos y tres años de antigüedad, aunque existen antecedentes más antiguos en otras zonas del país. Según Socas, “esto les permitió generar una renta superior a la histórica, que era muy baja en esos lugares, y extender el área agrícola”.
Los proyectos no fueron ejecutados por las mismas empresas ganaderas, sino por socios estratégicos. En uno de los casos se trató de una empresa brasileña que aportó capital de trabajo y conocimiento técnico. En otro, una sociedad de jóvenes paraguayos llevó adelante el diseño y la ejecución de las obras.
El interés del grupo argentino estuvo motivado por las similitudes con campos de la región Litoral Norte, especialmente en el noreste de Corrientes. “Nuestra región tiene empresas en Corrientes y Misiones, pero fundamentalmente en el nordeste de Corrientes hay muchos lugares muy similares, donde podrían considerarse desarrollos parecidos a los de Paraguay”, sostuvo Socas.
De todos modos, el coordinador advirtió que no todas las condiciones son replicables. Por un lado, se requiere de una pendiente que permita evacuar el agua de manera gravitacional. “En nuestros malezales hay zonas con muy baja pendiente, y eso implicaría sistemas de bombeo muy costosos”, explicó.
Además, las diferencias económicas juegan un rol clave. En Paraguay, los agricultores pueden afrontar costos logísticos elevados para incorporar enmiendas como cal o yeso, necesarias para mejorar el pH del suelo. “Ellos pueden costear fletes muy largos porque la economía se los permite. En nuestro caso, hoy no podríamos hacer esa inversión”, detalló.
Socas señaló que parte del impulso a estos desarrollos se relacionó con problemas de seguridad rural. “Uno de los motivos por los cuales se hicieron estos planteos fue el abigeato. Están tratando de reducir la ganadería o encontrar alternativas. También hubo ocupaciones de tierra, que ahora disminuyeron, pero en su momento fueron complicadas. En Argentina, no tenemos ese nivel de ocupación, aunque el abigeato sí está presente, aunque en otras dimensiones”.
Inversiones y beneficios
Julio Espínola, asesor del grupo CREA Caazapá, explicó los alcances de la estrategia que vienen desarrollando los empresarios paraguayos. "Este grupo CREA nació en 2012. Sus establecimientos tenían planteos ganaderos tradicionales. El 65 al 70% de la superficie está ocupado por campos naturales; un 15 al 20% por pasturas implantadas, y el resto por monte. Las zonas bajas integran ese 65 al 70% de campo natural. También hay algunas lomas, pero son poco productivas", señaló. A esto se suma un promedio anual de precipitaciones de 1700 milímetros, que afecta a las zonas bajas.
Frente a las limitantes que este ambiente impone sobre la rentabilidad ganadera, surgió la necesidad de diversificar los planteos. Fue entonces cuando los dueños de los campos comenzaron a buscar alianzas con colonos de la región, en su mayoría menonitas y brasileños, con experiencia en el desarrollo agrícola de zonas bajas. “En pocas palabras, buscaron un parcero que tuviera intención de transformar una zona inundable en un lote agrícola para soja”, resumió Espínola.
En la actualidad, dentro del grupo existen dos casos destacados que avanzaron con este tipo de sistemas, Agroganadera Pirapo SACIA y Agro Cabaña San Agustín SA. Uno de ellos reconvirtió 1500 hectáreas, y el otro, alrededor de 800, mediante estos sistemas de drenajes. En esas superficies, anteriormente dedicadas a ganadería extensiva, se obtenía un margen bruto de 60 dólares por hectárea. En cambio, actualmente la renta del alquiler agrícola, sumado a la valoración patrimonial de la tierra en esos campos, estaría generando una renta de 125 dólares por hectárea. Con los nuevos planteos, lograron rindes de soja promedio de 3.700 kg por hectárea, con máximos de hasta 4500. El desafío actual es ampliar la rotación con otros cultivos, también con buenos resultados.
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Para concretar estos cambios, la inversión inicial fue de entre 900 y 1000 dólares por hectárea en los casos en que se contrató el servicio de sistematización. En cambio, cuando los productores contaban con maquinaria propia, el costo bajó hasta un 40%, es decir, alrededor de 500 dólares por hectárea. “Estas inversiones se piensan a 10 años, con dos años de gracia, y tienen una buena tasa de retorno. Desde lo patrimonial, el valor de la tierra se incrementó de 2500 a 4500 dólares por hectárea. Entonces vimos que había una gran oportunidad para el dueño de la tierra”, agregó.
El esquema incluye el pago de un alquiler progresivo por parte del colono. En general, durante el tercer año (primer año de cobro), el valor arranca en 120 dólares por hectárea, y luego va aumentando gradualmente hasta alcanzar los 150 dólares hacia el final del contrato. También existen acuerdos en base a soja, que comienzan con un canon de 350 kilos por hectárea y escalan hasta 450.
Desde el punto de vista técnico, uno de los pasos clave son las labores de corrección de fertilidad y toxicidad del suelo mediante encalado, yeso y fertilizantes. Para eso, se aplica calcáreo de manera progresiva, con el objetivo de modificar el pH ácido característico de estos suelos. “Los análisis de suelo indican que tenemos que aplicar entre 4000 y 5000 kg de calcáreo por hectárea, pero esa aplicación debe ser de manera progresiva. Entonces comenzamos aplicando 30% de esa cantidad”, dijo.
En los primeros años, esta enmienda, junto con la actividad biológica promovida por los cultivos, favorece una mejora en la composición química del suelo. De ese modo la introducción progresiva de insumos, sumado a la actividad biológica, permiten reducir las dosis de insumos, como el fósforo y el calcáreo, hasta lograr cierta estabilización.
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La sistematización también implica una obra topográfica importante. En primer lugar, se construyen canales principales que derivan el exceso hídrico hacia cursos naturales. Luego, se trazan canales secundarios cada 70 metros, dispuestos en diagonal a la pendiente, para facilitar el escurrimiento. “El objetivo es que el agua no permanezca más de tres días en la superficie. Por eso, dentro de esas franjas de 70 metros, se realizan microdrenajes que permiten acelerar la salida del agua hacia los canales principales”, explicó Espínola.
Si bien estos planteos nacieron para resolver los problemas de anegamiento, la campaña 2024/25 presentó una dificultad opuesta: la falta de lluvias. Algunas de las empresas del grupo sufrieron pérdidas por sequía, y comenzaron a evaluar nuevas inversiones en infraestructura para riego. “Hoy se están analizando sistemas de riego por inundación y por pivot central, con el objetivo de mantener el potencial de rendimiento incluso en años secos”, indicó el asesor.
Sistematización productiva
Martín Winkler, miembro del grupo CREA Esquina, compartió su visión sobre las diferencias entre los campos bajos de Paraguay y los del norte argentino. "Nuestros bajos en Corrientes son zonas de inundación, mientras que los de Paraguay funcionan más como cañadas de escorrentía. Allí el agua proviene principalmente de la lluvia directa, por eso necesitan drenajes", explicó.
En esa región del centro-sur paraguayo, donde se concentran los emprendimientos del grupo Caazapá, la agricultura comenzó a expandirse sobre campos que históricamente fueron ganaderos. Esto responde tanto a las limitantes de los sistemas pastoriles como a la posibilidad de obtener una renta superior con agricultura.
“En zonas agrícolas consolidadas del noreste paraguayo, los arrendamientos superan los 1200 kg/ha de soja, y los contratos son anuales, mientras que en el sur, en campos bajos, se está haciendo agricultura luego de una inversión inicial de alrededor de 1000 dólares por hectárea realizada por terceros, que son agricultores con capacidad técnica, tecnológica y con respaldo económico y financiero. A cambio se busca poder expandir la producción, lograr mayor estabilidad por contratos de alquiler a 10 años, ofreciendo al productor una renta de 350 kg de soja por hectárea”, precisó.
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“Paralelo a esto se logran valorizar las tierras bajas ganaderas, que rondan los 2500 dólares por hectárea, a pasar a valer 4500 por ha, luego de la sistematización y estimando que al cabo de 10 años se podría considerar una renta por alquiler superior a los 500 kg de soja por hectárea. Se suma a todo ello la posibilidad de hacer riego gracias a todo el desarrollo del manejo del agua que se logra”, agregó.
En los casos observados por los miembros CREA que participaron de la visita, las zonas transformadas mostraron rendimientos agrícolas variables en función del manejo y el clima. Durante las últimas tres campañas se obtuvieron rindes de soja que oscilaron entre 3,5 y 4 toneladas por hectárea para la zafra (agosto-diciembre) y 1,2 toneladas para la zafriña (febrero-junio). Es decir que hablar de agricultura en estas latitudes es considerar como un desafío la posibilidad de hacer dos cultivos estivales.
"El rinde de indiferencia se ubica en torno a las 2 toneladas por hectárea", indicó Winkler. Con precios promedio de 350 dólares por tonelada y un flete de 48 dólares, la rentabilidad depende de la estabilización productiva y del manejo del agua.