7 de septiembre de 2024 en Buenos Aires

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Tambos robot, de la promesa a los hechos

Resultados generados por tambos robot en diferentes establecimientos de la Argentina.

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En 2015, Miguel Taverna, coordinador del Programa Nacional de Lechería de INTA, instaló en la Estación Experimental del INTA Rafaela el primer tambo robot del país. En su momento, muchos dijeron que estaba perdiendo el tiempo porque ese sistema jamás lograría implementarse en la Argentina. Sin embargo, bastaron unos pocos años para dar por tierra con ese pronóstico: actualmente existen al menos 160 robots ordeñadores en el mercado local y la tendencia indica que el crecimiento del uso de la tecnología será exponencial.

Actualmente existen al menos 160 robots ordeñadores en el mercado local y la tendencia indica que el crecimiento del uso de la tecnología será exponencial.

“A pesar de las muchas restricciones que tuvimos, pudimos poner en marcha el proyecto y afortunadamente, luego de seis años podemos decir que se trató de una iniciativa anticipatoria que generó buena parte de la información necesaria para evaluar posteriores inversiones”, comenta Miguel (gráfico 1).

El tambo con un sistema voluntario de ordeñe se montó sobre 29 hectáreas del INTA Rafaela, de las cuales 26 corresponden a potreros sobre suelos clase II y III, a partir de un diseño que contempla pastoreo diurno y encierre nocturno durante el período invernal, y pastoreo nocturno y encierre diurno –con adecuada sombra, ventilación y aspersión de agua para refrescar a los animales– durante el período estival.

“Luego de varios años de implementación, la primera gran conclusión del sistema voluntario de ordeñe es su utilidad para revelar el gran potencial presente en la lechería argentina y evidenciar todos los errores que veníamos cometiendo para que eso no se expresara; hoy los resultados nos pegan en la cara”, remarca Miguel.

Una vez estabilizada la producción, la pequeña unidad montada en el INTA Rafaela, que cuenta con un solo robot, logró obtener una productividad de 30.000 litros de leche por hectárea por vaca total. “Se trata de una cifra que multiplica por tres y medio o cuatro la productividad promedio de los sistemas lecheros argentinos, a la vez que más que duplica la productividad promedio de las empresas del cuartil superior”, expresa el investigador del INTA.

“Por otra parte, estamos produciendo 2100 kilos de sólidos útiles por hectárea y, si a eso lo afectamos por el costo de alimentación, estamos, en promedio, en 18.000 litros de leche libres del costo de alimentación por hectárea/año/vaca total y 1300 kilos de sólidos útiles libres por hectárea/año/vaca total. Si uno compara esos indicadores con la situación promedio, llega a la conclusión de que, independientemente de la robotización, tenemos como país una potencialidad de crecimiento muy importante”, añade.

Otro aspecto destacable es que el sistema de ordeñe voluntario montado sobre un módulo mixto (pastoreo + encierre) alcanzó una eficiencia de conversión de 1,35 a 1,40 litros por kilo de materia seca consumida. “A nivel nacional este indicador se encuentra en un rango de 0,8 a 1 en sistemas pastoriles o mixtos; se trata de otro aspecto relevante, dado que la alimentación representa casi la mitad del costo total”, apunta.

Gráfico 1. Evolución de la presencia de robots ordeñadores en el mercado argentino

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Fuente: CREA, sobre la base de datos de empresas comercializadoras de equipos.

Fuente: CREA, sobre la base de datos de empresas comercializadoras de equipos.

Si bien, por una cuestión económica, el INTA solo pudo incorporar un robot de ordeñe, cálculos realizados sobre la base de simulaciones muestran que los beneficios del sistema voluntario se potencian con el crecimiento de la escala a partir del incremento de la productividad de la mano de obra. “La bibliografía internacional muestra que estos sistemas se tornan muy competitivos cuando se superan los 400.000 a 450.000 litros de leche por trabajador por año y eso es algo perfectamente factible”, resalta.

El tambo robotizado, además de liberar al personal de tareas operativas, permite realizar un seguimiento en tiempo real del comportamiento, estado y productividad de cada animal presente en el tambo, más allá de cuál sea su escala. Con esa información, la gestión y selección del rodeo lechero podría eficientizarse de manera notable.

El tambo robotizado, además de liberar al personal de tareas operativas, permite realizar un seguimiento en tiempo real del comportamiento, estado y productividad de cada animal presente en el tambo.

En ese sentido, el equipo técnico coordinado por Miguel elabora todos los meses un informe muy completo –que se publica en el sitio de INTA– en el cual se informa la evolución de las variables productivas, sanitarias y reproductivas del módulo presente en Rafaela. “Es fundamental que no se pierdan los datos generados por los tambos robotizados con sistemas voluntarios porque a partir de ellos se pueden generar análisis que permitan producir información útil para el sector”, recomienda.

Por último, el especialista del INTA remarcó que la transición de un sistema convencional a otro voluntario lleva tiempo, y que, por lo tanto, sería ideal disponer de créditos con tasas de interés adecuadas y plazos de al menos cinco años con uno o dos de gracia. “Los créditos accesibles son fundamentales para que la tecnología se pueda masificar. No tengo dudas de que estos sistemas, en manos de empresarios motivados y competentes, pueden generar un crecimiento enorme del valor agregado”, concluye.

Tambo libre de estrés

En los últimos años, el establecimiento La Polvorilla (Castelli, Buenos Aires) experimentó un progresivo proceso de intensificación que derivó en un creciente estrés, tanto de las vacas como del personal dedicado a atenderlas.

“Todo lo que avanzábamos en términos de producción, lo perdíamos con la rotura de vacas, mayores costos y desgaste del equipo de trabajo; teníamos que buscar una alternativa”, explica Jorge Olmedo, administrador de la empresa lechera integrante del CREA Gelas (región Este).

“Con el sistema de ordeñe voluntario se abría una posibilidad de solucionar ese problema. ¿Por qué no dejar que la vaca maneje sus propios tiempos y acompañarla en el proceso? Nuestro propósito es contar con un tambo, por decirlo de alguna manera, libre de estrés”, añade.

Así, dos años atrás comenzaron a incorporar la primera tanda de robots hasta contar actualmente con seis unidades de ordeñe automatizado, que se ocupan de atender a unas 400 vacas localizadas en un free stall con cama de goma, mientras que otras 630 permanecen en otro tambo convencional diseñado con un sistema mixto (pastoreo con suplementación).

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Jorge Olmedo.

Jorge Olmedo.

La transición de un sistema convencional a otro automatizado intensivo no fue una tarea sencilla porque requirió un esfuerzo importante por parte de los animales y del equipo de trabajo; sin embargo, luego del primer año lograron acomodarse para comenzar a estabilizar las producciones, las cuales, si bien nunca bajaron de un promedio de 32 litros diarios, deberían ubicarse en no menos de 40 litros diarios.

De todas maneras, lograron detectar vacas con producciones individuales superiores a 60 litros diarios en la temporada alta lechera, de manera tal de contar con información sólida que les permita armar un seleccionado de vacas estrella adaptadas al sistema intensivo.

“Lo interesante de los sistemas voluntarios es que, de pronto, pueden trabajar en empresas lecheras personas que no tienen experiencia previa en la actividad, aunque sí se necesita un perfil bien atento para analizar con detalle cuestiones finas que en tambos convencionales muchas veces son pasadas por alto”, explica Jorge.

El sistema de ordeñe voluntario (VMS, por sus siglas en inglés) cuenta con tranqueras inteligentes que identifican a las vacas y las derivan hacia el robot de ordeñe o bien a salas de alimentación (en aquellos casos en que un animal que fue ordeñado recientemente desea volver a ingresar para alimentarse con ración). Si una vaca no ingresa al área en un tiempo prudencial, el sistema dispara una alarma para que un encargado pueda localizar al ejemplar y verificar qué sucede con él.

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Los sistemas voluntarios de ordeñe permiten la incorporación de personas que no tienen experiencia previa en la actividad lechera; sin embargo, se necesitan perfiles atentos, capaces de analizar cuestiones finas que en tambos convencionales pueden pasarse por alto.

Los sistemas voluntarios de ordeñe permiten la incorporación de personas que no tienen experiencia previa en la actividad lechera; sin embargo, se necesitan perfiles atentos, capaces de analizar cuestiones finas que en tambos convencionales pueden pasarse por alto.

Las camas de goma espuma con cobertor plástico, si bien contribuyen a mejorar las tareas de limpieza, generan cierta resistencia por parte de algunas vacas. Por eso incorporaron viruta para atenuar el olor a goma nueva que disgusta a algunos animales.

Las mejoras implementadas incluyen, además, un galpón techado para terneros/as y un “túnel de enfriamiento” con grandes ventiladores que distribuyen chorros de agua durante el verano, además de un galpón de preparto –también tipo free stall– con camas de goma y un sistema de manejo de efluentes, el cual, además de abarcar todos los espacios por donde transitan las vacas, posee un separador de sólidos tipo “tornillo” que permite reutilizar el agua tratada para el lavado de pisos por medio de un sistema de flushing.

La empresa también implementó un sistema automatizado de elaboración de raciones, el cual lo único que requiere es medir la calidad de los insumos e incorporarlos a diferentes silos para que, una vez diseñadas las fórmulas por el nutricionista, el equipo las mezcle de acuerdo a los criterios predeterminados.

“Con la implementación parcial de este sistema observamos una reducción sustancial de las mermas en la elaboración de raciones y una mejora en la eficiencia de conversión al estar completamente seguros de que la ración diseñada es la misma que la ofrecida”, apunta Jorge.

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Arrimado robótico de comida.

Arrimado robótico de comida.

“Las vacas son animales muy rutinarios que se estresan cuando experimentan cambios. El hecho de ofrecerles una ración de calidad uniforme en el tiempo permite reducir desvíos que pueden impactar en la productividad de las vacas”, añade.

Los robots permiten alimentar a los animales con diferentes tipos de raciones según las necesidades diferenciales de las vacas y vaquillonas en ordeñe. Como el sistema permite identificar de manera individual a cada ejemplar, en un futuro quizás puedan diseñarse dietas en función de las necesidades particulares de cada vaca.

La automatización del ordeño y del sistema de confección y distribución de raciones permite contar con un enorme volumen de datos que, luego de ser analizados, deberían generar la información necesaria para detectar las vacas mejor adaptadas a un sistema intensivo.

“Con el sistema funcionando a pleno, será posible identificar aquellos animales que, además de tener una elevada producción individual, cuenten con la mejor eficiencia de conversión de alimento en leche. El propio sistema permitirá realizar una selección genética específica para un modelo intensivo”, asegura Jorge. Parte del proceso de selección genética se fundamenta además en el uso de semen de toros Holando validados por métodos genómicos en EE.UU.

“El sistema de producción intensivo con ordeñe voluntario y automatización de procesos requiere trabajadores que realicen tareas diferentes a las de un tambo tradicional. Al reducir al mínimo la necesidad de realizar trabajos operativos, el equipo puede concentrarse en la calidad de los procesos necesarios para que brindarles a las vacas un buen servicio de alimentación y hotelería”, comenta Jorge.

El administrador de La Polvorilla asegura que este cambio de paradigma en la producción lechera no consiste simplemente en el hecho de que un robot ordeñe perfectamente a una vaca, sino en brindarle al animal la posibilidad de que decida cuándo quiere comer, ordeñarse o dormir.

“Imponer rutinas intensivas a las vacas genera altos niveles de estrés, tanto en los animales como en la organización de la empresa y eso afecta directamente la conversión del alimento en leche, además de comprometer el sistema inmunológico de las vacas, mientras que en los sistemas voluntarios son los animales quienes marcan sus propios ritmos de acuerdo a sus necesidades. Nuestra tarea es ofrecerles todo lo que necesitan en el momento en que lo necesitan, como si se tratase de un hotel cinco estrellas”, señala.

El repago de la inversión, que se realizó con fondos propios de la empresa, está calculado en un período de cinco años, el cual seguramente se cumplirá, especialmente si se considera el aumento en el valor de los insumos registrado en los últimos meses.

“Más allá de los robots, existe un conjunto de tecnologías, tales como arrimadores de comida, sensores de estrés térmico o de condición corporal de las vacas, que nos permiten generar información útil en tiempo real para gestionar de manera cada vez más eficiente los sistemas lecheros”, señala Jorge.

Ventajas

El hecho de que los cuatro hijos de los hermanos Isidro y Marcelo Bonamico –un médico veterinario, una agrónoma y dos estudiantes universitarios– hayan decidido continuar como familia empresaria fue uno de los catalizadores de la decisión de potenciar la productividad del tambo por medio de la instalación de un sistema de ordeñe voluntario.

Durante el año 2020, sin saber lo que venía en camino, tomaron la decisión de implementar el nuevo sistema –de manera parcial–, lo que les generó importantes trastornos a causa de las restricciones de circulación implementadas durante el primer año de pandemia.

Montaron un galpón con cama de compost a base de cáscara de maní, el cual se estima que requeriría su primer reemplazo en un período de dos años. Cada vaca tiene un espacio disponible de 12 metros cuadrados (sin contar la calle de alimentación). La instalación de circulación y ordeñe cuenta con piso de goma antideslizante y un sistema (flushing) que emite grandes chorros de agua reciclada para mantener el piso libre de residuos.

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Cama de compost: cada vaca dispone de un espacio disponible de 12 metros cuadrados.

Cama de compost: cada vaca dispone de un espacio disponible de 12 metros cuadrados.

La mitad del rodeo fue destinada al nuevo sistema, que cuenta con seis robots de ordeñe, mientras que la otra mitad permanece en el tambo convencional estabulado tipo dry lot. Los primeros meses de implementación del sistema voluntario fueron muy difíciles, no sólo por las condiciones particulares presentes durante la pandemia, sino porque además, el nuevo paradigma productivo exige necesariamente un período de adaptación, tanto de los animales como del personal.

“Comenzamos incorporando muchos animales a los tambos robots -primero las vacas y luego las vaquillonas- sin dimensionar el personal necesario para hacer la transición, por lo que terminamos todos muy estresados. Actualmente, si bien los animales se adaptaron al sistema y circulan de manera adecuada mantenemos los turnos de personal”, explica Isidro.

Dos tercios de la inversión fueron financiados con préstamos de la empresa proveedora de equipos y de una entidad bancaria oficial, mientras que el tercio restante se solventó con capital propio.

“Cuando iniciamos el proyecto, calculamos un repago en siete años, sin considerar las ventajas asociadas al nuevo sistema de producción. Los primeros meses no encontrábamos resultados, pero, cuando las vacas se adaptaron, estos comenzaron a aparecer: en los últimos 12 meses logramos 4,7 litros libres más y con la suba del valor de los insumos estimo que vamos a poder cumplir la meta inicial, pero es importante no comenzar con la vara muy alta porque entonces lo más probable es que uno se frustre”, apunta el empresario cordobés.

Casi dos años después –con el sistema estabilizado– comenzaron a observar variables que los sorprendieron. Por ejemplo, mientras que la vaca logró una eficiencia de 1,5 litros por kilo de sólido ofrecido, el rodeo de vaquillonas registró nada menos que un nivel de 1,86 (41 litros sobre 22 kilos).

“En lo que respecta a la calidad del ordeñe, el sistema permite que prácticamente no se tengan casos de descarte de leche; hoy tenemos medido un descarte de apenas 0,14% de la producción, mientras que en tambos convencionales puede ubicarse en un 4-5%”, remarca Isidro.

Actualmente se encuentran analizando los datos individuales de cada integrante del rodeo para identificar los ejemplares más destacados en lo que respecta a productividad y comportamiento, dado que algunas vacas se adaptan mejor que otras al sistema voluntario.

“Cuando la ventaja del menor descarte de leche se combine con un rodeo seleccionado de alta eficiencia, los resultados van a ser otros y eso me entusiasma mucho. En este proceso, la longevidad de las vacas debería extenderse, junto a una disminución de los problemas de mastitis”, asegura.

El módulo intensivo fue diseñado con un sistema de gestión de efluentes que, por declive, deriva los desechos a un sector de recolección de cemento para luego enviarlos a un tornillo extrusor donde se separa la mayor parte de los residuos sólidos. Estos ingresan a un playón con geomembranas que terminan de drenar el líquido. Con los sólidos se elaboran biofertilizantes que se aplican en los cultivos.

Luego del primer proceso de filtrado, el agua es derivada por gravedad a una laguna anaeróbica, donde se produce la degradación de la materia orgánica en ausencia de oxígeno. El efluente resultante es derivado a una segunda pileta –la laguna facultativa– en la que la degradación de la materia orgánica tiene lugar por la actividad metabólica de bacterias heterótrofas, que pueden desarrollarse tanto en presencia como en ausencia de oxígeno. El agua depurada es empleada nuevamente en el sistema de flushing, lo que promueve un uso circular de los recursos disponibles.

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El módulo intensivo fue diseñado con un sistema de gestión de efluentes que, por declive, deriva los desechos a un sector de recolección de cemento para luego enviarlos a un tornillo extrusor donde se separa la mayor parte de los residuos sólidos.

El módulo intensivo fue diseñado con un sistema de gestión de efluentes que, por declive, deriva los desechos a un sector de recolección de cemento para luego enviarlos a un tornillo extrusor donde se separa la mayor parte de los residuos sólidos.

“Además, bajo el principio de reciclado de los recursos que nos propusimos, tenemos un sistema que recolecta el agua de lluvia caída sobre los 8000 metros cuadrados que posee el galpón, y es depositada en una pileta, impermeabilizada y techada, donde se mezcla con el agua subterránea a la que acceden las vacas para mejorar su calidad”, señala Isidro.

El objetivo final es incorporar el rodeo total, integrado por casi 700 vacas, al sistema voluntario. “La posibilidad de crecer de manera modular e incorporar robots a medida que se suman animales al sistema es clave para planificar el crecimiento”, concluye.

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La familia Bonamico.

La familia Bonamico.

Recaudos

“Inicialmente pensaba que este sistema no era adecuado para la Argentina; sin embargo, cuando observé tambos robotizados en viajes que hice a EE.UU. y Brasil cambié de opinión”, comenta Carlos Turchi, productor lechero de la localidad bonaerense de Trenque Lauquen.

Para asegurar el bienestar de las vacas se construyó –previamente a la instalación del tambo robotizado– un galpón que cuenta con una cama de compost elaborada a base de rastrojo de cebada, trigo y soja. Luego, con fondos propios, montaron los primeros dos robots en 2019, aunque, al observar el comportamiento de las vacas, descubrieron que el diseño del galpón no era el más adecuado para una óptima circulación de los animales.

“Actualmente estamos empleando cuatro robots en un galpón nuevo correctamente diseñado, mientras que el galpón donde comenzamos a trabajar está en obra, para hacer las modificaciones que permitan que el sistema voluntario de ordeñe funcione”, explica Carlos.

Para montar los últimos cuatro robots tomaron –por primera vez en la historia de la empresa– un crédito en pesos con una tasa fija anual del 22%. Si bien por ese entonces consideraron que se trataba de un riesgo importante, dado que el perfil de la empresa es fundamentalmente conservador, hoy saben con certeza que –inflación mediante– tomaron una decisión por demás acertada.

Al comienzo, siguieron el estricto protocolo establecido por la empresa diseñadora de los robots, pero con el tiempo el jefe de tamberos comenzó a realizar algunas modificaciones, basadas en criterios personales, que terminaron desajustando muchas variables.

“Cuando se cambiaron las rutinas establecidas en el protocolo, empezamos a experimentar problemas, los cuales desaparecieron cuando volvimos a aplicar el protocolo; estos sistemas fueron estudiados por muchísimos años por muchos profesionales y, por lo tanto, lo más adecuado es respetarlos”, asegura el empresario lechero.

En los primeros tiempos les ganó la ansiedad: buscaban que las vacas pasasen por el robot la mayor cantidad de veces posible, pero luego se relajaron al observar que los animales se iban adaptando al sistema que, en definitiva, está diseñado para respetar los tiempos de cada uno de los integrantes del rodeo.

“Al principio, la presencia de vacas demoradas era una preocupación, pero con el tiempo esa proporción de animales se redujo notablemente y el personal pudo adaptarse a jornadas de trabajo que son equivalentes a las de un empleo en el ámbito urbano”, remarca.

Durante el período estival se sorprendieron al lograr conversiones de 1,5 litros de leche por kilo de sólido ofrecido. “Nunca antes habíamos logrado tales conversiones en el tambo convencional, lo que muestra que las vacas parecen no tener límites productivos si se les ofrecen las condiciones adecuadas”, comenta Carlos.

“Cuando implementamos el nuevo sistema, el costo de los alimentos no constituía un factor de preocupación para la empresa, pero actualmente sí lo es, por lo que la eficiencia de conversión es una variable clave y crítica del negocio”, añade.

El empresario indica que, más allá del camino recorrido, los conocimientos adquiridos en la materia son superados por lo que aún les queda por aprender. “Ojalá fuésemos quinientos los empresarios que estuviésemos transitando este camino, ya que de esa manera podríamos compartir muchas más experiencias, pero hoy somos los que somos y vamos aprendiendo de a poco”, concluye.

Sin vuelta atrás

Luego de cinco décadas dedicadas a la producción lechera, Diego Baudrix creía que ya lo había visto todo. Pero tuvo la oportunidad de conocer en persona los primeros tambos robotizados que comenzaron a instalarse en Europa. Y entonces descubrió la llave a partir de la cual se originó el sistema voluntario de ordeñe.

“En su momento, no pudimos o no supimos entender que las vacas pueden manejarse solas; entonces, les impusimos horarios y rutinas que terminaban atentando contra la productividad. Con este sistema, en cambio, las vacas se desplazan, comen y se ordeñan por su propia voluntad. No se trata de una mejora más, sino de un cambio completo de paradigma”, asegura el empresario integrante del CREA Zona 4 Lechera (región Mar y Sierras).

El proceso comenzó tres años atrás; actualmente Diego emplea seis robots para ordeñar unas 400 vacas. Y le fue tan bien que está por incorporar otros dos equipos, aunque afirma que le gustaría tener presupuesto suficiente para sumar varios más.

“La inversión que hay que realizar es importante, pero la experiencia supera todo lo que creía inicialmente, dado que, además del mayor bienestar para el personal que trabaja en la empresa, las vacas parecen no tener techo productivo cuando se le ofrece un entorno con comodidades y sin estrés”, remarca

“Una parte de la producción la seguimos haciendo con un sistema tradicional, el cual ahora me parece casi una foto del pasado, luego de conocer los beneficios del sistema voluntario de ordeñe”, añade el empresario lechero.

Este modelo de ordeñe voluntario se gestiona en el marco de un sistema mixto, en el cual la mitad del alimento proviene del pasto y la otra de silo de maíz + balanceados. Las vacas tienen asignada suficiente cantidad de materia seca para que puedan comer todo lo que desean en el momento que quieran.

En el tambo automatizado el equipo de trabajo está formado por un encargado y dos empleados más que se dedican tanto a labores mecánicas como al manejo de las vacas que necesitan mayor atención (especialmente en el rodeo de vacas frescas o vaquillonas).

Las pasturas son a base de alfalfa combinadas con gramíneas, aunque también cuentan con tréboles, que confieren una buena funcionalidad a la dieta, sobre todo en invierno, además de ejercer una presión efectiva contra las malezas problemáticas.

“En los comienzos, nos preguntábamos si las vacas llegarían a consumir lo necesario sin intervención humana, pero pronto comprendimos que no existe nadie más capacitado que la propia vaca para regular cuándo y cómo alimentarse; además, cada animal tiene sus propios tiempos y respetarlos promueve la productividad del conjunto del rodeo”, explica Diego.

Los animales se ordeñan por voluntad propia durante el día y la noche (el tambo permanece iluminado), llegando a realizar hasta tres ordeñes por día (el promedio se encuentra en 2,2 ordeñes diarios). El robot consta de resguardos ante fallas en el suministro de electricidad, para lo cual se dispone de un generador conectado a una batería que lo mantiene funcionando tanto ante bajas en la tensión como durante los cortes del servicio.

El promedio de producción anual se encuentra en torno a los 28 litros por vaca, pero esperan superar los 30 litros cuando comiencen a seleccionar aquellas que mejor se adapten al sistema de ordeñe voluntario. “No es correcto pensar si el tambo resiste la inversión en robots; lo adecuado es calcular cuánto de todas las inversiones que realizamos se pierde por no poder ordeñar bien a las vacas”, concluye.

Experiencia

Marcelo Catalá, gerente de Grandes Proyectos de DeLaval Latinoamérica, es un converso. Ocho años atrás creía que los tambos robotizados no eran idóneos para la idiosincrasia argentina. Pero cuando comenzaron a evaluar los resultados logrados en el módulo del INTA Rafaela comprendió que estaba equivocado.

“Ahora soy el primer fan de los sistemas robóticos”, resalta. Y especifica que, más allá de los robots, la clave está en el cambio de paradigma productivo que representa el sistema de ordeñe voluntario, además del enorme caudal de datos que genera y que permite lograr un mayor entendimiento de los factores que hacen a la eficiencia de las empresas lecheras.

De todas maneras, advirtió que los sistemas voluntarios tienen grandes exigencias, porque deben asegurar la presencia de rodeos integrados por vacas altamente productivas, muy bien alimentadas y gestionadas. “Los tambos robotizados se pueden adaptar a diferentes sistemas de manejo, ya sean pastoriles, mixtos, estabulados con cama de compost o tipo free stall, pero todos tienen en común que dejan a las vacas hacer su vida y que la gestión de los datos se hace de manera individual y no grupal”, explica Marcelo.

Los tambos robotizados se pueden adaptar a diferentes sistemas de manejo, pero todos tienen en común que dejan a las vacas hacer su vida y que la gestión de los datos se hace de manera individual y no grupal Los tambos robotizados se pueden adaptar a diferentes sistemas de manejo, pero todos tienen en común que dejan a las vacas hacer su vida y que la gestión de los datos se hace de manera individual y no grupal

El directivo indicó que, si bien es normal experimentar ansiedad al momento de inaugurar un tambo con un sistema voluntario, la base de datos de la compañía revela que, de todas las empresas lecheras que incorporaron el nuevo paradigma, las más eficientes son aquellas que tienen más de cuatro años de experiencia. “El módulo del INTA está en el top ten (primeros diez) de los sistemas robóticos pastoriles voluntarios”, comenta.

Además, aclaró que los sistemas lecheros voluntarios no van a reducir la mano de obra, dado que, si bien prescinden de los ordeñadores, exigen personal con nuevas capacidades para asegurar el monitoreo del rodeo a nivel individual y el pleno confort de las vacas las 24 horas del día. “Un aspecto a tener en cuenta es que es cada vez más difícil conseguir ordeñadores en la Argentina y esa tendencia, lejos de aminorarse, seguramente se consolidará”, advierte.

“La experiencia de los empresarios pioneros en el nuevo sistema representan la vanguardia, y debería ser de gran ayuda para aquellos que tienen la intención de iniciarse en el nuevo paradigma productivo”, concluye.

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Los sistemas voluntarios deben asegurar la presencia de rodeos integrados por vacas altamente productivas, muy bien alimentadas y gestionadas.

Los sistemas voluntarios deben asegurar la presencia de rodeos integrados por vacas altamente productivas, muy bien alimentadas y gestionadas.

Los testimonios comprendidos en el presente artículo fueron expresados en un evento en formato virtual organizado por la Comisión de Lechería de CREA que puede verse en el canal de YouTube de CREA con el título “Experiencias en la implementación de tambos robots: de la idea a la acción”.

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