2 de diciembre de 2024 en Buenos Aires

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Pool lechero: juntos se llega más lejos

El Grupo L fue el primer "pool lechero" de la Argentina. En conjunto, entregan entre 250.000 y 300.000 litros diarios.

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Con 35 años en su haber, el el "pool lechero" Grupo L es el mejor ejemplo de que la sinergia es el camino para traspasar los propios límites. Sus orígenes se remontan al CREA Lincoln: inconvenientes con una misma usina obligó a sus miembros a empezar a buscar la manera de protegerse ante situaciones similares. Así, lentamente, comenzaron a comercializar su leche en conjunto a distintas industrias, compartiendo riesgos y precios. Algo inédito en la Argentina.

Esa idea original, con la evolución propia del tiempo, es la que se mantiene en el presente. Actualmente, integran Grupo L 21 empresas y 29 tambos (algunas con más de uno), que van desde los 40.000 hasta los 5000 litros diarios. El tamaño no es un obstáculo, ni tampoco la localización. Ya no son todos de la región oeste de la provincia de Buenos Aires, dado que también participan empresas lecheras de Villa María, Córdoba, y de Cañuelas, en la zona de Abasto Sur. Tampoco son todos miembros CREA. En conjunto, entregan entre 250.000 y 300.000 litros diarios.

Legalmente, se trata de una ACE (Agrupación de colaboración empresaria), dónde cada integrante mantiene su identidad y las ganancias de las operaciones; la agrupación en sí no tiene bienes ni propósito de lucro.

Conforman la comisión directiva cuatro socios, que son los encargados de negociar con las empresas lácteas. “En general siempre se ocupa uno de una misma usina, porque ya la relación personal que tiene con el que compra es muy directa, entonces esa cercanía ayuda de los dos lados. Y si hay algún problema, cambiamos interlocutores”, explica Fernando Zubillaga, empresario lechero de la zona de Lincoln e integrante del órgano ejecutivo.

Desde hace 26 años en el grupo, Fernando, integrante del CREA Infosura y ex vicepresidente de CREA, define al pool de comercialización como un “grupo de amigos”, con mucho intercambio formal entre socios y empresas. “Tenemos una asamblea anual en mayo, donde hacemos la presentación de los litros que se entregaron, a quiénes se entregaron, los gastos que tuvimos y un repaso de cómo está el mercado en ese momento. Nos pasamos una mañana mostrando cosas y charlando. Y después, mensualmente, pasamos informes de precios”, relata.

A eso se le suma bastante comunicación informal, a través de la cual se pasan datos de usinas y potenciales miembros.

Desde el origen del grupo, las usinas han ido cambiando, tanto por sumar otras como por la incorporación de nuevos actores al mercado. Hoy entregan a ocho industrias lácteas, algunas grandes y otras más pequeñas. El porcentaje que se remite, explica Fernando, depende del riesgo que se quiera correr con cada una.

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Fernando Zubillaga

Fernando Zubillaga

Es parte de la filosofía del grupo hacer hincapié en las relaciones personales con las empresas. “Buscamos visitarlas, ver a los dueños. Queremos ser una ayuda y que nos vean como aliados cuando tengan algún problema. O sea, cuando ellos necesitan leche, nosotros queremos que nos llamen y rápidamente estar moviéndonos. Y en la misma forma, en caso de que ellos necesiten menos leche, que nos avisen y la cambiamos de lugar. Y esto viene funcionando”, indica.

Si bien saben cuál es el fuerte de cada empresa láctea y qué negocios están siendo en cada momento más rentables (por ejemplo, ahora lo es la exportación gracias a la mejora del tipo de cambio real), no es algo que los condicione o lleve a moverse. “No nos interesa cambiar la leche de usinas todo el tiempo. Por ahí hay tambos que hace 20 años o 25 años que entregan a la misma empresa y lo respetamos. Lo que intentamos son negocios de largo plazo”, asegura Fernando.

Y cita el caso de una industria que, en pandemia, les pidió ampliar el plazo de pago: “Le dijimos, ¿necesitas que te saquemos leche? No, con eso me arreglo. Y bueno, cedimos a lo que él necesitaba y a los ocho o diez meses nos llamó diciendo que ya se había acomodado y volvimos al acuerdo original. Lo apoyamos porque es un buen empresario y tiene un negocio sano”.

En Grupo L, las empresas tienen su propia liquidación de leche (en función de la cantidad y calidad que entregan), pero comparten precios, riesgos y, en los últimos años, debido a los vaivenes económicos y de alta inflación, comparten también plazos de pago.

“Todos los meses se saca un promedio entre lo que cobra cada productor de la industria a la cual remite y, si uno está por debajo del promedio, la agrupación le hace una nota de crédito y le paga la diferencia”, explica.

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El Grupo L está integrado por 21 empresas que tienen 29 tambos. Comercializan entre 250.000 y  300.000 litros diarios entregados a ocho empresas lácteas.

El Grupo L está integrado por 21 empresas que tienen 29 tambos. Comercializan entre 250.000 y 300.000 litros diarios entregados a ocho empresas lácteas.

Lo mismo ocurre con los plazos de pago. Si un productor está cobrando una semana después de la media, se le paga un plus en función de la tasa de interés del Banco Nación, al tiempo que se le descuenta al que cobra más temprano. “No sería justo estar en un grupo compartiendo un precio con alguien que está cobrando dos semanas antes. Y hoy particularmente el plazo es importante, porque hay usinas que pagan muy bien y otras que pagan a los 25 días o 30 días”, advierte Fernando.

Toda esta operatoria se efectúa a través de una administración que está en CABA. Emitida la liquidación, la usina paga el 90% al productor remitente en forma directa y el 10% a la agrupación, en Buenos Aires. “Antes todo iba al productor, pero el tema del débito y el crédito era una tortura. De esta manera, la cosa se simplificó. Este fondo operativo permite pagar estas diferencias, los gastos anuales y que la agrupación tenga un poco de dinero por cualquier eventualidad”.

El grupo tiene alrededor de 0,7% de gastos anuales, que se engloban fundamentalmente en honorarios de los directores, de la administración y gastos bancarios.

El deterioro de la producción de forraje en el último semestre del año, realidad que afectó a casi todo el país, obligó a los productores a “meter mano a la billetera” para cubrir baches del 80% a 100% en la alimentación del tambo y a las industrias a adoptar una posición más cercana a sus socios comerciales. Así, pensando en asegurarse la leche del otoño, las usinas están cediendo en precios y sobre todo en plazos.

“Cuando la producción baja tanto, nadie quiere tener una usina con el 70% o el 80% de uso, entonces intentan por todos los medios no perder leche; y si les ofrecés leche nueva, te la toman todos”, advierte Fernando, quien agrega que “hay veces que preferimos tener mejor plazo a precio, porque cuando te ponés a hacer la cuenta, con la inflación que hay una semana es muchísima plata”.

En enero, el precio promedio pagado al productor rondó en Argentina los 230 pesos por litro. Aun con una actualización del 30% respecto a diciembre, en un esfuerzo por acompañar la inflación creciente, el mismo sigue siendo muy bajo, con costos que alcanzan los 270 pesos por litro.

Pese a esto, Fernando es auspicioso respecto al futuro: “El corto plazo no lo tengo tan claro porque todo lo que es inestabilidad al campo lo mata, pero si el país se estabiliza un poquito, deberíamos tener un buen negocio en el mediano plazo”.

Aunque el fin último no es solucionar los problemas financieros o económicos del productor, el grupo es, en cierta forma, una salvaguarda en tiempos difíciles. “Si a uno de los miembros se le complicó porque, por ejemplo, alguna usina le pisó el pago una semana, se le adelanta la plata de acuerdo al presupuesto que tenía. O si tiene una urgencia y pide un adelanto, también se lo damos. En general, tratamos de ser justos”, subraya Fernando.

Por eso, integrarlo representa para algunos un “reaseguro”, con un costo despreciable del 0,7%. “Nosotros siempre les decimos a los productores que no hagan la cuenta individual. Si la hacen, es posible que determinada empresa les pague más que nuestro promedio, pero eso no es solo el grupo. Más allá de que nosotros buscamos los mejores negocios, el grupo es como un seguro. Hoy quizás no te sirve, pero el día de mañana te puede salvar. ¡Imaginate que cayó Vicentin! Eso te da la pauta de que cualquier empresa puede tener problemas”.

También, brinda la posibilidad de desentenderse de una tarea muchas veces tediosa: la negociación con la industria. “Me parece que esa es otra fortaleza, porque a algunos nos gusta un poco más la comercialización, pero otros no se sienten cómodos en ese lugar o dicen ‘Tengo 5000 litros, ¿qué me voy a poner a negociar?”. A hoy, el balance es más que positivo. Tanto, que han ayudado con su ´know how´ a la formación de otros grupos de comercialización en la Argentina.

Hacia adelante, sus desafíos pasan por consolidar relaciones y buscar los mejores negocios. Ampliar la cantidad de litros no es algo que los desvele, ya que el foco está puesto en lo que ese productor pueda aportar al grupo y en la gente. “Si un miembro presenta a alguien tiene que haber consenso total para que ingrese, hay bolilla negra. Y para eso, la leche que sumemos debe agregar valor al grupo, ya sea por un tema de logística o porque es demandada por alguna usina. De hecho, hay veces que alguno tiene el ‘ok’ de los socios, pero lo tenemos esperando porque aún no es el momento”, concluye Fernando Zubillaga.

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