Decir que Eduardo Ergueta es consultor especializado en marketing, resolución de conflictos y creación de valor es sólo contar la mitad de la película. Porque en el año 2003, a los 36 años, este empresario agropecuario, por entonces integrante del CREA Armstrong-Montes de Oca (región Sur de Santa Fe), decidió cambiar de carrera, sin dejar de estar vinculado al agro.
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“Soy un agradecido de la red CREA porque uno de los valores que trata de inspirar CREA es el desarrollo de las empresas y las comunidades con el foco puesto en las personas”, comenta Eduardo, quien, además de consultor, es profesor de cursos de posgrado de la UBA y autor del libro “El Modelo de la Casa: Un modo más simple de pensar en organizaciones”, que se publicó tanto en la Argentina como en EE.UU., donde viaja habitualmente para realizar capacitaciones.
Un cambio decisivo
En 2003, mientras se encargaba de gestionar la empresa agropecuaria familiar, Eduardo realizó una capacitación en el ámbito de la red CREA (Empretec) dedicada a promover habilidades emprendedoras.
“Esa instancia fue decisiva porque comencé a preguntarme cómo me imaginaba en la próxima década y, luego de una profunda introspección, decidí empezar a estudiar para poder cultivar mi vocación profesional”, expresa .
Ese camino lo llevó en el año 2008 a arrendar el campo familiar para poder dedicarse a tiempo completo a su carrera, aunque sigue participando, junto a los arrendatarios, en el diseño agronómico instrumentado en el establecimiento con el objetivo de cuidar el patrimonio suelo.
“El empresario agropecuario no es sólo un productor, sino además un creador de contextos, de futuro y de cultura; un verdadero líder. Y liderar, hoy más que nunca, no es imponer: es inspirar. No es mandar: es construir espacios donde la gente sienta que vale la pena estar”, explica.
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Eduardo Ergueta
Eduardo, al haber dedicado la mitad de su vida a la gestión empresaria y la producción, mientras que la otra mitad la destinó a la investigación, la docencia y la consultoría, tiene la ventaja de haber estado a ambos lados del mostrador, lo que le permite tener una visión más integral de los desafíos presentes en las organizaciones.
“La posibilidad de sembrar y cosechar granos es y será cada vez más producto de haber sembrado visión para cosechar compromiso. El agro no necesita más jefes, sino referentes que convoquen, que marquen camino y que diseñen entornos donde la innovación florezca, donde el talento se quiera quedar, donde las nuevas generaciones vean una causa y no sólo un negocio”, explica.
El consultor apunta que la incorporación de talento en las empresas agropecuarias es clave para poder hacer frente a la transición que viene en camino, en la cual la inteligencia artificial comenzará a generar ventajas competitivas sustanciales, que provocarán una brecha gigantesca entre las empresas que la adopten y las que no.
Tecnología, liderazgo y talento, ¿las nuevas claves del agro?
“La tecnología está cambiando todo. Los que lideran no le temen, la usan. No para controlarlo todo, sino para liberar tiempo, creatividad y valor. La inteligencia artificial, los datos, la robótica, no son una amenaza, sino aliados, pero sólo para quien está dispuesto a dejar de mirar el campo como lo miraba su abuelo y empezar a entenderlo en función de la actual coyuntura”, comenta.
Si bien el impacto de la inteligencia artificial para el agro puede resultar algo lejano, la realidad es que la aceleración del cambio no respecta los tiempos de adaptación humanos. En ese sentido, algunas industrias ya pueden dar cuenta de ese fenómeno, como es el caso de la programación, donde corporaciones de ese rubro que hasta hace apenas unos años parecían sólidas y prósperas, ahora atraviesan crisis profundas que obligan a realizar fuertes reconversiones.
“Liderar hoy es preguntarse: ¿Estoy creando un espacio donde la gente quiere pertenecer? ¿Mis decisiones inspiran o condicionan? ¿Mi empresa tiene alma o solo estructura? Porque el verdadero capital del agro no es la tierra. Son las personas. Y el rol del empresario agropecuario es convertir cada hectárea en un lugar de pertenencia, crecimiento y propósito”, remarca.
Para Eduardo liderar también es animarse a incomodar. A desafiar la inercia. A poner en palabras lo que nadie se anima a decir ya hacer las preguntas que abren futuros. El empresario agropecuario que deja huella no es el que solo maximiza rindes, sino el que moviliza conciencias y promueve desarrollo.
“¿Por dónde empezar? Escuchá más. Armá equipos diversos. Invertí tiempo en conversaciones, no sólo en fierros o infraestructura. Abrí las tranqueras de tu empresa a nuevas ideas, a jóvenes con hambre, a tecnologías que potencian tu intuición. Animate a diseñar una cultura que no se limite a pagar sueldos, sino que despierte el compromiso. Preguntate cada semana: “¿Qué hice para que este sea un lugar donde la gente quiera quedarse y crecer?” Y después, hacelo”, resume.