“La producción de arroz es una importante fuente de trabajo -directo e indirecto- en la región, que genera arraigo en las zonas productivas e industriales y reduce la migración, un aspecto de fundamental importancia para mantener el tejido social de las comunidades del interior del país”, señala Cerutti.
Sistemas de riego
El arroz se siembra desde el mes de agosto en el norte del país, hasta noviembre en la provincia de Entre Ríos, para ser cosechado desde fines de enero hasta abril en el caso de los más tardíos.
Aproximadamente 90-100 días de su ciclo productivo debe permanecer inundado con una lámina baja, lo que representa un consumo de agua importante; la mayor parte de este recurso se recircula al sistema. “Se siembra como un cultivo de fina, preferentemente a una distancia de 17 centímetros, y cuando está en el estadio de cuatro hojas se comienza a regar. Tradicionalmente se requería una lámina de 15 cm pero ahora ha bajado mucho, con 5-7 cm alcanza. De todos modos, hablamos de 10.000 metros cúbicos de agua por hectárea”, enfatiza el asesor.
Antiguamente, el riego se efectuaba mediante canales que traían el agua desde arroyos o ríos, quedando expuesto el cultivo a las inundaciones provocadas por el aumento de los cursos de agua. Este sistema sigue vigente en las arroceras que aún se encuentran próximas a los ríos, desde los que el agua es bombeada y distribuida a través de canales. Para evitar catástrofes, se construyen defensas que regulan ingresos imprevistos o excesivos de agua.
Posteriormente se generalizó −fundamentalmente en el centro-norte de Entre Ríos− un sistema de riego por pozos profundos. Este sistema, que puede irrigar de 40 a 90 hectáreas de arroz, sigue vigente, aunque está siempre bajo la lupa por sus altos costos de energía eléctrica o combustión.
El sistema que más ha crecido en términos de superficie, principalmente en Corrientes y norte de Entre Ríos, es el de arroz por represa, un sistema desarrollado en Brasil hace más de 30 años. Con maquinaria para realizar movimientos de tierra en los sectores de menor cota -donde la topografía es más favorable- se construye un reservorio o represa para juntar el agua que aporta su cuenca, generar un lago y luego, a través de un sistema de bombeo -que tiene un costo menor que el de bombeo de pozos profundos- regar el cultivo. En general, se grata de represas grandes, que son dispuestas en el mismo establecimiento y permiten regar entre 300 y 5000 hectáreas.
En arroz, a diferencia de lo que ocurre con cultivos más tradicionales, el riego por pivot no ha avanzado en la Argentina. “En las zonas arroceras con alta disponibilidad de agua, no lo ha hecho fundamentalmente por una cuestión de costos, además de la mayor exigencia operativa que presentan los equipos de riego”, describe. Para tener una idea, bajo pivot se necesitan 800-900 mm de riego, lo cual imprime una necesidad de 10 mm/día por 90 días corridos.
Actores principales
Tal como ocurre con otras actividades, las transformaciones que viene sufriendo el sector se evidencian en una mayor concentración de la producción. Año tras año, quedan cada vez menos productores con una superficie promedio, mientras que los de mayor escala aparecen integrados con la industria. “A esta situación hay que añadirle el hecho de que las últimas tres campañas fueron secas (La Niña), lo que resultó muy perjudicial para el arroz”, señala Cerutti.
Los productores que se limitan a la producción a campo, que cosechan y venden su cereal, ya casi no existen. En Corrientes, sólo el 10-15% de las 90.000- 95.000 hectáreas cultivadas es trabajada por arroceros que venden su producción; todo lo demás es generado por empresas que avanzan en la cadena de valor y, en algunos casos, llegan hasta la góndola.
Algunas de esas empresas integradas tienen acuerdos con pequeños productores, a los cuales muchas veces financian: reciben el arroz en sus plantas de silos, lo acondicionan y luego lo exportan como arroz cáscara (casi como sale de la chacra) o lo procesan para venderlo como arroz blanco, con marca propia o sin marca. De este modo, el 50% del área sembrada se encuentra en manos de 10 empresas productoras, y el 90% de éstas cuenta con industria integrada.
En un porcentaje creciente, estas empresas trabajan en campos de terceros, es decir que no son propietarias de la tierra. “En estos planteos, el dueño del campo aporta la tierra, a veces también la fuente del agua, mientras que el arrocero aporta el capital, el personal y el manejo del cultivo. En los últimos años, al productor del arroz le cuesta mucho generar rentabilidad”, asegura.
Tal fenómeno de concentración afecta en forma distinta a las provincias productoras. Así, en Corrientes, principal provincia del país en términos de producción y de cultura arrocera, el número de productores se redujo en pocos años de 300 a 60-70. En Entre Ríos, con arroceras promedio de menor superficie y suelos de mayor calidad edáfica (que permiten la rotación con otros cultivos), así como menores distancias respecto a los destinos, sigue habiendo una matriz de unos 200 arroceros en actividad.
Actualmente, además de encontrarse con menos productores, la superficie sembrada del cereal que venía bajando drásticamente en los últimos 10 años, parece haberse estabilizado en torno a las 200.000 hectáreas. A razón de 90.000 hectáreas en Corrientes; 63.000 en Entre Ríos; 29.500 en Santa Fe; 13.300 en Formosa, y 5900 hectáreas en Chaco para la presente campaña.
Consumo interno y exportación
Con 10-11 kilos de arroz per cápita, el consumo en la Argentina es el más bajo de toda Latinoamérica, fenómeno que se agudiza en los grandes centros urbanos.
“Brasil consume unos 45-50 kilos por habitante y también ha ido bajando. En la medida en que la gente mejora su poder adquisitivo, reemplaza ciertos alimentos, con alto porcentaje de energía, por otros con más proteína vegetal primero, y proteína animal, después. Esto se aprecia claramente en los países asiáticos, que consumían 170-200 kilos por año y ahora están entre 100 y 160”, señala el asesor del CREA Avati-í Arrocero. Esta realidad determina que sólo un 30-35% del arroz producido se consuma en el país y que el resto se exporte.
Tradicionalmente, el principal destino de las ventas argentinas fue Brasil, mercado últimamente abastecido en gran medida por Paraguay. Hoy el arroz se destina también a Chile, Cuba, Panamá, Haití, México, Turquía, Perú, y a algunos países de África y Europa.
“En Sudamérica ha cambiado un poco el mapa, porque desde hace unos 6-7 años, cuando empezó a crecer la oferta de Paraguay, con menores costos de producción y menor precio, ha ido copando el mercado de Brasil. Además de mano de obra y riego más baratos, tienen menos flete e impuestos. Tienen a Brasil muy cerca y utilizan mucho la vía fluvial. Nosotros tenemos un alto componente de costos por traslado. El costo del flete terrestre por camiones es muy elevado, con decir que el costo de traer el arroz por camión desde Corrientes hasta el puerto del Guazú (sur de Entre Ríos) es similar al que insume trasladarlo por barco a Centroamérica. ¡Una locura!”, advierte. Además del costo para la propia actividad, agrega Cerutti, está el costo provocado por el deterioro de las rutas.
Cerutti explica que el mercado mundial del arroz es un mercado de excedentes. A nivel mundial, los principales productores asiáticos -Tailandia, Vietnam, China e India- son también grandes consumidores. En muchos de estos países, el abastecimiento de arroz es una “cuestión de Estado”, por lo que comercializan sólo los excedentes de la producción.
En la Argentina, el arroz no se comporta totalmente como un commodity, ya que no hay un precio pizarra que se pueda tomar como referencia, mercado futuro ni alternativas de cobertura. “Se trata de un mercado con una dinámica a veces poco previsible, y en función de situaciones de oferta y demanda estacionales o puntuales”, advierte.
“No se puede fijar un precio de venta como en el caso del maíz, trigo o soja. Tampoco existe un Mercado a Término. Esta situación vuelve todo más complejo que con otros granos, sumado a que hay muchos tipos de arroz para distintos mercados, regiones y gustos, como el asiático, el americano, el europeo o el sudamericano. Todas variables que atentan contra una buena planificación”, concluye Cerutti.