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SUSCRIBITEEl proyecto Carbos detalla los requisitos para medir, validar y comercializar créditos de carbono en ganadería regenerativa.
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SUSCRIBITEEl proyecto Carbos acompaña a productores en la certificación de créditos de carbono a partir de sistemas ganaderos regenerativos. Nacido dentro del CREA Pergamino como una iniciativa de Campo 21, integra la medición, certificación y comercialización del carbono capturado en suelos bajo manejo regenerativo, promoviendo prácticas que regeneran el ambiente.
Durante la jornada “Carbono y suelos vivos”, organizada por los grupos CREA Pergamino y CREA Arroyo del Medio en la región Norte de Buenos Aires, Laura Butti, líder del proyecto Carbos, presentó la experiencia y explicó cómo la iniciativa busca poner en valor los beneficios ambientales de la ganadería. “Todo nació de la búsqueda por hacer las cosas de otra manera, de repensar la producción y encontrar formas de medir y visibilizar su aporte ambiental”, señaló.
A partir de esa inquietud, comenzaron a trabajar junto a la Alianza del Pastizal y otras redes de manejo regenerativo, articulando capacitaciones, experiencias y asesoramiento con productores de distintas regiones del país. “Nuestro foco es la comunidad. No damos recetas, sino que conectamos personas, conocimientos y oportunidades para que más productores puedan sumarse a esta transición”, destacó.
El programa comenzó hace un año y medio y tuvo su lanzamiento en junio de 2025 junto al grupo CREA Laprida, en Benito Juárez. Desde entonces, organiza encuentros presenciales y virtuales con grupos CREA y con productores regenerativos de diversas zonas del país.
El ingreso al programa de créditos de carbono tiene una serie de condiciones que aseguran la trazabilidad y la integridad ambiental de los proyectos. “El requisito principal es hacer este tipo de ganadería regenerativa y tener el compromiso de mantener o mejorar las prácticas a largo plazo, no puramente especulativo, sino estar convencidos de la forma de producir”, sostuvo Butti. “La idea es acompañar a los productores en una transición regenerativa que permita mejorar y perennizar esas pasturas, cuidando siempre el suelo”, añadió.
Las prácticas promovidas apuntan a mantener el suelo cubierto y biológicamente activo, a través de intersiembras, presencia permanente de raíces, micorrizas y fotosíntesis. “Buscamos ir hacia una cobertura perenne que mantenga la vida del suelo”, resumió.
A nivel administrativo, el programa exige acreditar la propiedad de la tierra, ya que los beneficios del crédito corresponden al titular del campo. “No puede presentarse cualquiera: el propietario debe demostrar la titularidad del terreno, y luego se inicia un proceso con documentación y verificación”, aclaró. Entre los documentos requeridos se incluyen títulos de propiedad, copia del DNI y la firma de una carta oferta por diez años con Boomitra, el desarrollador internacional del proyecto.
“Nosotros actuamos como intermediarios. Conectamos al productor con Boomitra, que es quien mide el carbono, presenta la documentación ante Verra, la certificadora internacional, y organiza las auditorías y las mediciones”, detalló.
El proceso comienza con la presentación de un archivo KMZ —un polígono georreferenciado elaborado a partir de imágenes satelitales— que identifica los lotes y su superficie. Esa información se incorpora luego al sistema de Boomitra, donde cada campo figura con su nombre de referencia y queda listo para el seguimiento remoto y las mediciones periódicas.
Luego de presentar la documentación básica, el productor completa una carta oferta —contrato a diez años con Boomitra— y un plan de manejo que detalla las prácticas que llevará adelante en su establecimiento. “Ese plan funciona como una hoja de ruta. Allí el productor cuenta qué prácticas agronómicas implementa, qué capacitaciones realizó, cuáles son sus objetivos y cómo proyecta la evolución de su sistema en los próximos cinco años”, indicó
El plan incluye tanto acciones productivas como mejoras en infraestructura y manejo, que muestran la progresiva intensificación del sistema regenerativo. “Por ejemplo, el primer año puede juntar rodeos; el segundo, pasar de dos a cuatro parcelas; el tercero, a seis; y así hasta alcanzar unas 12. En paralelo, puede incorporar cañerías para bebederos, acoples o tanques móviles. Lo importante es demostrar una continuidad en el proceso”, detalló.
Además de las metas productivas, la propuesta contempla indicadores de biodiversidad y aspectos sociales, con una mirada integral de la sostenibilidad. Esta hoja de ruta permite evidenciar el compromiso del productor con la regeneración y establecer una base verificable para el seguimiento técnico y la certificación posterior.
El plan de pastoreo es el corazón del proceso. Allí el productor detalla cómo organiza el manejo de los animales y los lotes incluidos en el proyecto. “En ese plan deben figurar los potreros que participan, identificados en un plano, y la dinámica de pastoreo: cuántos días permanecen los animales, cuánto tiempo descansan los lotes y en qué fechas se realizaron los movimientos”, explicó Butti.
Cada planificación debe asegurar la presencia de períodos de pastoreo y de descanso, definidos según el recurso, el ambiente y el criterio de cada productor. “Tiene que haber remanentes que garanticen la captura de carbono, la fotosíntesis y la actividad de raíces. Lo importante es que el suelo esté cubierto y en actividad”, dijo
El plan puede incluir esquemas gráficos o mapas rotacionales donde se representen los movimientos del rodeo, mostrando la lógica del pastoreo rotativo con descansos planificados y estadías breves.
Desde Carbos acompañan ese proceso con herramientas y orientación. “Les damos un modelo de planilla, compartimos bibliografía y material de apoyo. A veces hacemos visitas a campo, una por año, para ver las prácticas junto al productor. No es una auditoría ni una receta: es un intercambio de aprendizaje”, aclaró.
El objetivo no es fiscalizar, sino fortalecer las capacidades del productor para diseñar y sostener un manejo regenerativo, para la certificación de los créditos de carbono.
Para garantizar la transparencia y la trazabilidad del proyecto, cada productor debe presentar evidencias que respalden las prácticas declaradas en su plan de manejo. “Si el productor hizo más parcelas, compró alambrado eléctrico o postes, tiene que acompañar esas acciones con una factura o documento fiscal. Todo lo que sirva como comprobante suma: fotos, certificados de cursos o capacitaciones, registros de reuniones, informes de biodiversidad”, indicó
Estas evidencias se integran al sistema de monitoreo del programa, que combina imágenes satelitales, inteligencia artificial y verificaciones en campo, tal como establece el protocolo de Boomitra y la certificadora internacional Verra.
“En uno de nuestros campos también participamos del programa Inbioagro —una iniciativa del INTA que evalúa indicadores de sostenibilidad y carbono en sistemas productivos—, y eso nos ayudó mucho a demostrar con datos todo lo que venimos haciendo”, agregó Butti. De este modo, cada evidencia se convierte en un elemento más del proceso de verificación que sustenta los créditos de carbono emitidos en el mercado voluntario.
El espíritu de comunidad es uno de los pilares del proyecto. “En general, los campos de los miembros CREA tienen mucho potencial para sumarse porque ya trabajan con una mirada de sustentabilidad”, señaló Butti.
Desde Carbos aclaran que su rol no es enseñar a producir ni ofrecer recetas, sino canalizar experiencias y facilitar la implementación de prácticas regenerativas. “No estamos para dar cursos, sino para mostrar lo que hacemos y qué nos funcionó. Tenemos distintos sistemas de pastoreo y compartimos eso: si sirve en otra región, invitamos a los productores a que lo adapten”, explica.
El enfoque colaborativo se traduce en una red que conecta productores de distintas regiones, generando intercambios antes impensados. “Por ejemplo, a Carlos, en Pampa de Achala, le compartimos datos de productores de Neuquén. Y eso pasa todo el tiempo: alguien en Pehuajó prueba algo, otro lo replica en Córdoba, o comparten proveedores, insumos, herramientas. Es impresionante lo que se genera cuando se tejen esas conexiones”, contó.
Una vez cumplidos todos los requisitos y presentado el proyecto ante los organismos correspondientes, comienza la etapa de validación y certificación internacional, a cargo de Verra, entidad que regula más del 90 % de los créditos de carbono en el mercado voluntario global.
“Nosotros trabajamos bajo la norma VM0042, que es la que aplica Verra para proyectos de manejo ganadero regenerativo. Esa norma fue actualizándose con el tiempo para evitar abusos o malas prácticas que se dieron en distintas partes del mundo, como la intervención de humedales o el reemplazo de ecosistemas naturales solo para generar un salto de carbono”, explicó.
Las sucesivas revisiones del protocolo hacen que los procesos sean extensos. “Cada vez que Verra modifica la norma, se suman meses de trabajo porque hay que volver a ajustar la documentación. Por eso los tiempos se alargaron: lo que deberíamos haber cobrado hace un año y medio, probablemente lo veamos recién el primer semestre del año que viene”, comentó.
El registro oficial del proyecto en Verra fue aprobado el 18 de junio de 2024, y actualmente se encuentra en la etapa final de verificación. Esa instancia incluye auditorías de campo donde equipos externos verifican las mediciones, si cumplen los requisitos, certifican la captura y los créditos, y entrevistan a productores participantes en diferentes regiones del país. “Ya realizaron auditorías en Paraguay y en la Patagonia, y ahora vienen los recorridos por los campos del centro del país”, detalló.
Una vez emitidos los certificados, Boomitra se encarga de la comercialización de los créditos en el mercado voluntario —un sistema de oferta y demanda directa conocido como Over the Counter—, donde compradores y vendedores negocian los valores según la demanda global.