Para continuar, suscribite a Crea. Si ya sos un usuario suscripto, iniciá sesión.
SUSCRIBITEDos campañas con resultados opuestos. El girasol aprovechó la humedad de primavera, mientras el algodón enfrentó altas temperaturas y déficit hídrico.
Para continuar, suscribite a Crea. Si ya sos un usuario suscripto, iniciá sesión.
SUSCRIBITELas últimas campañas de girasol y algodón en la Región Chaco Santiagueño mostraron realidades opuestas. El girasol aprovechó las lluvias de primavera y logró rindes y calidades récord, mientras que el algodón enfrentó su período crítico bajo temperaturas extremas y fuerte déficit hídrico, con pérdidas significativas.
En ambos casos, los resultados confirman que la gestión del agua, la elección de la fecha de siembra y la validación de prácticas son clave para sostener la productividad en escenarios climáticos cada vez más exigentes.
Durante una jornada organizada por la Región Chaco Santiagueño, Martín Canteros, asesor del grupo CREA en formación Oro Blanco, presentó los principales indicadores de la campaña de los cultivos de algodón y maíz y analizó las oportunidades de mejora hacia adelante.
La última campaña girasolera en la región dejó resultados alentadores: rendimientos superiores a 2.700 kilos por hectárea y una materia grasa promedio por encima del 48%, con precios internacionales cercanos a 340 dólares por tonelada. En un contexto de buena recarga hídrica y control eficiente de malezas, el cultivo se posicionó como una alternativa competitiva para el norte argentino.
La superficie sembrada de girasol en Chaco está estrechamente vinculada a las precipitaciones de otoño e invierno. Cuando las lluvias se ubican en valores normales o superiores, la siembra crece; en años secos, se retrae al piso histórico de 150.000 hectáreas.
En la campaña 2025/26, las lluvias de mayo y junio, que acumularon entre 80 y 120 mm, recargaron los perfiles y permitieron iniciar la siembra con buena humedad. Esa condición explicó el salto a 470.000 hectáreas sembradas en la provincia, a las que se sumaron unas 50.000 has en Santiago del Estero y 10.000 en Formosa.
En el norte argentino, el girasol alcanza actualmente solo el 67% del rendimiento potencial, según los datos analizados por la región CREA Chaco Santiagueño. Esa diferencia responde principalmente a la limitante hídrica y a la necesidad de incorporar tecnologías de procesos que permitan capturar más agua y aprovechar mejor las lluvias de primavera.
En términos comparativos, el norte de la región productiva —integrada principalmente por la provincia del Chaco y en menor medida por Santiago del Estero y Formosa— logra en promedio el 80% del rendimiento nacional. En cambio, el centro y el sur de la región productiva, que coinciden con el norte y sur de Buenos Aires, se ubican entre 14% y 29% por encima del promedio nacional en los últimos diez años.
“Existe una brecha importante para crecer en girasol. Ese crecimiento no depende tanto del material genético, sino de mejorar los procesos: capturar más agua y asegurar mejores condiciones para la siembra y el llenado del grano”, señaló Canteros. Entre los principales desafíos destacó la necesidad de mejorar la calidad comercial del grano y optimizar el manejo nutricional y del ambiente.
El girasol chaqueño se distingue por su alto contenido de materia grasa, un atributo clave en la rentabilidad. Cada punto porcentual adicional sobre la base del 42% duplica el valor comercial, mientras que cada punto de cuerpo extraño a partir del 1,5% genera descuentos. “Cada punto de cuerpo extraño equivale a unos seis dólares por hectárea que se pierden, simplemente por no limpiar el cultivo o no regular bien la máquina”, explicó.
Con un rendimiento promedio de 1.800 kilos por hectárea, alcanzar entre 50 y 52% de materia grasa puede significar más de 100 dólares adicionales por hectárea, suficiente para cubrir gran parte del alquiler. Sin embargo, ese beneficio depende de decisiones de manejo, como secar el cultivo —a partir del 28% de humedad— y ajustar la cosecha para minimizar impurezas, prácticas que demandan alrededor de 23 dólares por hectárea y se amortizan fácilmente.
El otro frente de mejora es la fertilización, especialmente la aplicación de nitrógeno al momento de la siembra. Los ensayos realizados en la región muestran respuestas positivas con aplicaciones promedio de 41 kilos de nitrógeno por tonelada de grano. “El nitrógeno es el principal limitante del rendimiento y regula el área foliar, directamente relacionada con la eficiencia del uso de la radiación”, señaló.
Según los análisis económicos, se requieren 180 kilos de girasol por hectárea para recuperar la inversión en fertilización, lo que hace viable su adopción en la mayoría de los ambientes. En paralelo, la sostenibilidad del sistema depende de aumentar la materia orgánica y la cobertura del suelo, incorporar cultivos de servicio y reducir la compactación, factores que determinan la capacidad del ambiente para sostener mayores rindes.
La Red CREA de Girasol Chaco Santiagueño, que lleva dos años en marcha, permitió validar información en distintos ambientes y fechas de siembra, con ensayos comparativos en La Tigra, Pampa del Infierno y Ceres. En todos los casos, los rendimientos fueron económicamente positivos, con una materia grasa promedio superior al 48% y sin diferencias significativas entre densidades (42 y 52 mil plantas por hectárea).
Los ensayos mostraron la estabilidad del cultivo y la consistencia de los híbridos evaluados, aún bajo condiciones ambientales contrastantes. En Pampa del Infierno, los rendimientos corregidos por materia grasa superaron los 2.700 kilos por hectárea, mientras que en La Tigra se alcanzaron valores cercanos a 2.900 kilos. En Ceres, la media se ubicó en torno a 2.800 kilos, con coeficientes de variación entre 10 y 15%, lo que refleja una alta uniformidad del comportamiento de los materiales.
Entre los híbridos más destacados se destacaron Paraíso 1800, Nufarm 4175 y 4180, Experimental BASF, Argenetics 76 y 78, además de materiales de Klein y ADV, que también mostraron buen desempeño comercial.
La campaña algodonera 2024/25 en la Región Chaco Santiagueño estuvo marcada por un verano extremadamente cálido y seco, que condicionó el rendimiento y provocó pérdidas importantes en buena parte de los lotes. Diciembre mostró lluvias normales, pero entre enero y marzo se registraron cerca de 80 días de calor extremo y déficit hídrico, con apenas 28 milímetros de precipitación en enero, 28 milímetros en febrero y la primera lluvia significativa recién el 22 de marzo, según datos de la estación meteorológica del INTA Las Breñas.
Cantero compartió un análisis de 9.272 hectáreas sembradas por productores CREA de Chaco, Santiago del Estero y Santa Fe. De ese total, 7.360 hectáreas fueron cosechadas y 1.912 se perdieron, lo que arroja un rendimiento promedio general de 1.086 kilos por hectárea y 1.370 kilos por hectárea sobre lo efectivamente cosechado. “El tiempo extremo fue el que provoco el desastre productivo”, resumió.
La fecha de siembra fue el factor más determinante. En la región se siembra entre octubre y diciembre, lo que define distintos momentos de floración y, por ende, de exposición al estrés térmico. Los lotes implantados en el primer decenio de noviembre atravesaron la floración hacia fines de diciembre, antes de los picos de calor, y fueron los únicos que lograron rendimientos satisfactorios, con un promedio de 3.951 kilos por hectárea. En cambio, los sembrados en noviembre tardío y diciembre, que florecieron entre enero y febrero, sufrieron pérdidas casi totales.
“Las siembras tempranas, aunque tuvieron cosechas moderadas, fueron las que se salvaron. Las que florecieron en enero o febrero se perdieron por completo”, explicó.
Los mejores resultados se obtuvieron en Bandera, Vilelas, Weisnburg y Malbrán, con un promedio de 1.570 kilos por hectárea, seguidos por Villa Minetti (1.667 kg/ha), mientras que el centro-norte del Chaco fue el más castigado, con apenas 796 kilos por hectárea.
El rastrojo de soja fue el antecesor más frecuente, con cerca del 60% de la superficie, seguido por maíz y algodón, con proporciones similares. El rendimiento promedio sobre soja fue de 864 kilos por hectárea, frente a 2.026 kg/ha en lotes sobre maíz y 1.019 kg/ha en los que repitieron algodón. Sin embargo, las diferencias no pueden atribuirse al antecesor: “En un año con lluvias tan erráticas y temperaturas extremas, el antecesor no explica los resultados; lo que hizo la diferencia fue la lluvia y la fecha de siembra”, sostuvo.
En cuanto al diseño de siembra, predominaron los distanciamientos de 38 y 52 centímetros, que concentraron más del 80% de la superficie. Canteros indicó que esta práctica favorece la cobertura inicial y la eficiencia en el uso del agua, pero subrayó la necesidad de ajustar densidades y manejo del crecimiento en cada ambiente.
Frente a escenarios climáticos cada vez más extremos, el asesor destacó que la eficiencia en el uso del agua depende de ajustar integralmente el sistema de producción. Esto incluye revisar las densidades y distanciamientos para mejorar la cobertura inicial y repensar las fechas de siembra en función de que los meses de febrero y marzo concentran los picos de calor.
Además, recomendó seleccionar variedades largas para siembras tempranas y más cortas para las tardías, de modo de evitar la floración en los períodos críticos, y regular el crecimiento del cultivo para reducir el área foliar y disminuir la transpiración.