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Mario Aguilar Benítez (derecha) junto a dos colaboradores
Su padre había adquirido el campo en los años 80 y, desde 2003, había comenzado un proceso de incorporar a sus hijos a la empresa, que desde 2013 experimentó un crecimiento exponencial. “En diez años pasamos de tener 13 empleados a contar con 160 colaboradores en forma directa. Fue un cambio muy grande, que consistió en pasar de hacer sólo agricultura y ganadería, a inaugurar la granja de cerdos, la destilería de alcohol y la planta de biogás, y aumentar la capacidad del feedlot. Hoy, los cinco hermanos estamos en el día a día de la empresa”, explicó el directivo.
El circuito cerrado del establecimiento comienza con el cultivo de maíz. Primero, en la destilería de alcohol transforman los granos en bioetanol, que se vende directamente a las petroleras y que se utiliza para el corte obligatorio del 12% con nafta. En total, se obtienen unos seis millones de litros por año de este biocombustible.
Como resultado del proceso de fermentación de los granos se generan dos subproductos. En primer lugar se producen unas 19.000 toneladas de burlanda de maíz por año, que se utilizan como alimento de los animales en el feedlot, por sus beneficios energéticos y proteicos. El segundo subproducto es la vinaza, un residuo líquido que se deriva a un biodigestor para producir biogás, donde también se procesan los residuos de las distintas unidades de negocios, como el estiércol bovino y los purines de los cerdos.
El biogás se utiliza para poner en funcionamiento la caldera de la planta de alcohol e impulsar el proceso de cocción del bioetanol, con una importante reducción de costos, debido a que el combustible representa el 30% de los gastos de la destilería. A su vez, el biodigestor genera otro subproducto, llamado biol o digestato, que se usa como biofertilizante, y aporta nitrógeno y fósforo a la agricultura, principalmente al maíz.
“El biodigestor nos ayudó a cerrar el círculo de esta economía y, a su vez, a solucionar un pasivo ambiental. Logramos ser más eficientes, competitivos y sustentables en términos ambientales, sociales y económicos. Generamos más empleo y aportamos al desarrollo local; y en cada eslabón de nuestro proceso productivo usamos insumos que otras empresas consideran que son desperdicios”, dijo Aguilar Benítez.
En términos netamente económicos, en un año climático normal la agricultura aporta a la empresa un 55% del ingreso y la ganadería un 40%, repartido en partes iguales entre el feedlot vacuno y la granja de cerdos. El negocio de alcohol aporta otro 5%. Sin embargo, cada año es particular, dado que una campaña agrícola mala puede revertir fuertemente esa ecuación.
El campo principal de Las Chilcas se ubica en la zona de Rayo Cortado, donde se extienden los planteos ganaderos (vacunos y porcinos) y la agricultura, principalmente maíz y soja. Esta región, muy cercana a Santiago del Estero, se caracteriza por tener un régimen de lluvias promedio de 650 milímetros al año, que se concentran en la temporada estival, entre noviembre y marzo, con mucha volatilidad. No obstante, se destaca por la profundidad de los suelos y su capacidad de almacenar agua. “Son suelos que tienen una corta historia agrícola y cuentan con una buena cantidad de materia orgánica y fósforo. Y al estar al pie de la sierra tenemos una amplitud térmica que favorece la producción”, afirmó.
Los cultivos de soja y maíz se siembran sobre una superficie de 11.400 hectáreas y los granos que se producen se utilizan en el propio establecimiento, tanto para el feedlot, donde se engorda al ganado vacuno, como para la granja de cerdos. El trigo sólo se suma a la rotación cuando reciben precipitaciones en otoño, que son muy poco frecuentes. “Lo hacemos cada cuatro o cinco años, cuando llueve a fines de marzo o abril, y los perfiles acumulan 200 milímetros de agua”, indicó el empresario.
En total, las instalaciones cuentan con una capacidad de 21.500 cabezas de ganado en más de 90 corrales; no obstante, la rotación permite que allí se alojen unas 40.000 cabezas por año. Entre el 60% y el 70% de la hacienda es de terceros, a la cual se brinda el servicio de hotelería, con un costo asignado al alimento, la estadía y la sanidad. El resto es hacienda propia, que en mayor medida se destina a la exportación. Estos últimos animales llegan al feedlot luego de atravesar una etapa de recría a pasto, en otro campo ubicado en la zona de Balnearia, donde se produce alfalfa y grama consociada con melilotus. Además se produce forraje para el feedlot en otro campo ubicado en Obispo Trejo, que también se destina a la agricultura.
La empresa posee una granja de cerdos de alta eficiencia, con un ciclo completo, donde se producen lechones y unos 36.000 capones al año con un peso final de de 130 kilogramos. Esta producción se encuentra en la segunda fase de un plan maestro, que arrancó con 500 madres y apunta llegar a las 2500 en una tercera etapa. Actualmente tienen 1200.
“Si la producción es eficiente, los costos son bajos y la actividad se vuelve muy rentable. Cuando proyectamos el negocio, los números cerraban con una eficiencia de 2800 kilos por hembra por año, teniendo en cuenta las inversiones en galpones, genética, nutrición y manejo”. Pero hoy superaron ampliamente ese número. “Estamos produciendo unos 4000 kilos por hembra por año, a máxima capacidad. Vendemos 3000 capones al mes, lo que equivale a 36.000 capones al año”, se entusiasmó Aguilar Benítez.
“Logramos capturar esa renta y vemos que existe un potencial enorme hacia adelante. En nuestro país tenemos granjas eficientes, buena genética y sanidad, pero aún no exportamos. Cuando lo hagamos habrá muchas nuevas oportunidades”, añadió.
El cerdo tiene una gran eficiencia de conversión de alimento en carne, y a una gran velocidad. “Una vaca demanda un largo tiempo para alcanzar entre 350 y 400 kilos, mientras una cerda produce 4000 kilos de carne por año. Además, este animal convierte dos kilos de alimento en un kilo de carne, cuando el vacuno, en la última etapa, necesita ocho kilos de alimento para lograr solo un kilo de carne. A esto se suma que el cerdo tiene un rendimiento de 85%, contra un 60% un novillo”, detalló.
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Granja de cerdos. Las Chilcas
Las instalaciones de la granja comprenden una superficie construida de 19.000 metros cuadrados, con 29 galpones y una planta para transformar, por semana, 220 toneladas de maíz y soja en alimento balanceado, con una capacidad de molienda de 10 toneladas por hora. Sobre este aspecto, adelantó que próximamente planean instalar una planta procesadora de soja, que permitirá generar expeller y agregar valor sobre este cultivo, como ya lo hacen con el maíz. La extrusora también genera aceite, el cual podría, hacia el futuro, generar una nueva unidad de negocios en el establecimiento, con la puesta en marcha de una planta de biodiésel.
¿Cómo surgió la idea de armar una granja de cerdos? “Cuando trabajaba en finanzas corporativas, recibí un plan de negocios de una granja de cerdos intensiva de ciclo completo. El proyecto me pareció brillante, una oportunidad para diversificar nuestra producción y darle un valor agregado a nuestros granos, con rentabilidad”, recordó.
En ese momento, en el país se comía muy poco cerdo (8,5 kilos por habitante por año), pero en el resto del mundo era la carne más demandada. Ante ese dato, cabía preguntarse si el escaso consumo local respondía al paladar de los argentinos, o simplemente a la poca oferta y al desconocimiento o bien a una cuestión cultural. Aguilar Benítez se inclinó por la segunda opción, y consideró que ese escenario representaba un enorme potencial para crecer en el mercado interno. No se equivocó: actualmente se consumen 16,7 kilos por habitante por año en el país.
En este sentido, destacó que Argentina es un país privilegiado para producir carne de cerdo con una gran eficiencia. “El cerdo se alimenta básicamente de maíz y soja, y Argentina siembra una gran superficie de estos cultivos. Podríamos convertir en carne de cerdo la harina de soja y los granos de maíz que hoy se exportan, con beneficios son notables, porque luego podríamos exportar productos de mayor valor agregado ¿Por qué no hacer las granjas donde producimos maíz y soja? Además, podemos tirar el purín en el mismo campo, como biofertilizante, contribuir con nitrógeno y fósforo para el próximo ciclo agrícola y solucionar el pasivo ambiental”, opinó.
“En Argentina tenemos buenas condiciones naturales para producir proteína animal, por la temperatura y por tener una humedad relativa muy baja. Además tenemos una muy buena sanidad”, aseguró.
Tras poner en marcha la planta alcohol, el feedlot y la granja de cerdos, en 2018 la empresa instaló un biodigestor para producir biogás y ahorrar en combustible, por los altos costos del gas licuado que utilizaban hasta entonces en la planta de alcohol. Además, el objetivo fue aprovechar los residuos de sus actividades ganaderas, transformándolas en energía y solucionando un pasivo ambiental, ya que el biodigestor colabora con el manejo eficiente de los efluentes de los vacunos y porcinos.
Este sistema usa distintos sustratos como vinaza, purín de cerdo, estiércol vacuno y la mortandad de los cerdos y del feedlot vacuno, así como materia orgánica generada en el propio establecimiento y en el pueblo, a través de un acuerdo que firmaron con la Municipalidad de Villa María de Rio Seco para retirar los residuos sólidos orgánicos de diferentes puntos de recolección, donde los vecinos depositan sus desechos.
El biodigestor genera, como primer producto, unos 1.800 millones de metros cúbicos de biogás al año. Pero además, permite obtener como subproducto digestato, que son aguas ricas en fósforo, nitrógeno, manganeso y potasio, las cuales se aplican a los suelos agrícolas como fertilizante orgánico.
La empresa produce 130 metros cúbicos de digestato por día, con los cuales se riegan los lotes, principalmente durante el barbecho, con el lote desnudo, y en algunos de estadios específicos del cultivo. “Hoy estamos fertilizando unas 700 hectáreas con este sistema, que mejora la sustentabilidad económica y ecológica de la empresa, puesto que el biofertilizante aporta nutrientes a los cultivos, genera un gran ahorro en insumos químicos y aumenta la productividad”, concluyó.