“Detectamos que algunos campos arrendados poco productivos se estaban llevando la utilidad generada por aquellos que sí lo eran, con lo cual hicimos una depuración y, si bien perdimos escala, ganamos en eficiencia de uso de los recursos”, explica Daniel, quien actualmente gestiona unas 1300 hectáreas entre propias y arrendadas.
A dichas bases de datos tienen acceso tanto el agrónomo de la empresa como el asesor del grupo CREA, quienes verifican en línea –sin necesidad de trasladarse físicamente hasta el establecimiento– la realización de las tareas pautadas, los rendimientos agrícolas y los márgenes, entre otros ítems. También acceden los contadores externos encargados de realizar el balance y las liquidaciones de IVA y salarios.
El uso del programa de gestión, que Daniel ejecuta junto con su esposa Verónica, requirió un proceso de aprendizaje. “La única forma de lograrlo fue con mucha dedicación, pero, una vez que logramos encontrarle la vuelta, se terminaron las sorpresas: allí está toda la información unificada, todo queda registrado, y lo que falta registrar queda expuesto, es posible identificarlo rápidamente y agregarlo; todo lo cual se traduce en un ahorro de tiempo”, expone el empresario.
Además, cinco años atrás, Daniel, amante de los fierros, decidió actualizar su vieja sembradora para incorporar un sistema de precisión y adaptarla para hacer doble fertilización variable. Luego empleó una aplicación digital (FieldView) para gestionar los datos aportados por los sensores ahora presentes en la máquina renovada.
“Con una inversión moderada, pasamos a tener una sembradora inteligente que, gracias al uso de la aplicación digital, nos brinda información en tiempo real acerca de la calidad de una siembra y las condiciones ambientales presentes al momento de realizar la tarea”. “Con una inversión moderada, pasamos a tener una sembradora inteligente que, gracias al uso de la aplicación digital, nos brinda información en tiempo real acerca de la calidad de una siembra y las condiciones ambientales presentes al momento de realizar la tarea”.
La recolección automatizada de datos, que también involucra las tareas realizadas por la cosechadora y la pulverizadora, permite que tanto Daniel como los técnicos efectúen el seguimiento en tiempo real de la calidad de los procesos planificados. Pero, además, la comunicación es bidireccional, dado que las máquinas, si bien generan información mientras trabajan, también pueden recibirla, ya que desde la oficina se pueden, por ejemplo, enviar prescripciones sin tener que ir físicamente al lote.
“Los datos de las aplicaciones y lo cosechado se cargan de manera automática en el programa de gestión, de manera tal de hacer un seguimiento integral y prácticamente en tiempo real del comportamiento de los diferentes sectores y ambientes que componen los lotes de producción”, señala.
“Gracias a la tecnología, somos mucho más eficientes en el área agronómica, porque se generan distintas capas de datos que nos permiten detectar los sectores del campo en los cuales se producen desvíos, además de hacernos preguntas e intentar responderlas por medio de experimentaciones, por ejemplo, variando las densidades de siembra de maíz en distintas situaciones”. “Gracias a la tecnología, somos mucho más eficientes en el área agronómica, porque se generan distintas capas de datos que nos permiten detectar los sectores del campo en los cuales se producen desvíos, además de hacernos preguntas e intentar responderlas por medio de experimentaciones, por ejemplo, variando las densidades de siembra de maíz en distintas situaciones”.
Tal como había ocurrido con el manejo de gestión de datos productivos y contables, la digitalización de los procesos agronómicos también permitió ganar mucho tiempo, el cual fue utilizado por Daniel para capacitarse en la gestión comercial agrícola.
La primera consigna de la nueva metodología de trabajo fue dejar de hablar de precios de los granos para empezar a trabajar en función de objetivos de rentabilidad a partir de la definición de la estructura de costos de la empresa y de los ingresos proyectados por rendimientos agrícolas y precios esperados de los granos.
“La gestión comercial no consiste en vender a cinco dólares más (por tonelada), sino en evaluar cómo impacta la evolución del mercado de granos en la rentabilidad buscada partiendo de la propia realidad de la empresa. Dejamos de hacer futurología para cubrirnos ante los escenarios probables que vayan en sentido opuesto al objetivo buscado”, comenta Daniel.
Para gestionar la comercialización de granos con mayor eficiencia comenzó a emplear una aplicación digital (Inteliagro) por medio de la cual se puede hacer un seguimiento en tiempo real del precio promedio de venta de cada cultivo. Es decir: la plataforma digital permite observar y comparar el porcentaje de coberturas de precios (realizadas con forwards y futuros y opciones del Matba Rofex) y el valor promedio de venta de cada cultivo, tanto cosechado como por lograr.
“La estrategia comercial debe ser definida por cada empresa en función de su situación productiva, económica y financiera; lo que puede ser adecuado para una empresa agrícola, quizás no lo sea para otra. Entender esto es fundamental, así como contar con las herramientas necesarias para hacer un seguimiento de la posición comercial en tiempo real para capturar las oportunidades que se puedan presentar en el mercado”, resalta Daniel. En los últimos tres años casi un tercio del resultado final logrado por la empresa familiar se originó en la gestión comercial.
La empresa, que cuenta con tres empleados, incorporó recientemente a Mateo, uno de los hijos de Daniel. Y Lucas –quién está terminando sus estudios universitarios– también tiene planes de sumarse a la firma familiar.
“La centralización de la gestión de datos, además de promover la eficiencia del uso de los recursos materiales y del tiempo, es vital para hacer transiciones generacionales ordenadas, dado que la información crítica no está en la cabeza de una persona, sino en una base de datos en funcionamiento que es alimentada de manera constante”, apunta.
Inquieto por naturaleza, Daniel se hizo cargo años atrás –junto con otros socios– de la gestión de un acopio, en el que trabajó también en la implementación de un sistema de gestión contable y en la formación de un nuevo equipo de trabajo, que actualmente gestiona la firma. “Tal como sucede en mi empresa, con el acopio estamos conectados en forma remota para analizar en todo momento las distintas variables participantes”, explica, quien además cuenta con una empresa de transporte que facilita las tareas de logística.
“En 2008, con el propósito de diversificar actividades, invertimos comprando otra empresa, junto con un grupo de socios, dedicada a la producción lechera en la zona central de Santa Fe, que actualmente produce unos 31.000 litros de leche por día y que también cuenta con un sistema de gestión en la nube, ya que la administración esta a 130 kilómetros de donde se encuentra físicamente el campo”, resalta Daniel.
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Daniel Burini, miembro del CREA Gálvez.
El empresario santafesino destaca que formar parte del CREA Gálvez le enseñó a trabajar con objetivos y que fue fundamental como red de apoyo para atravesar momentos difíciles. También participa de un grupo de mensajería, integrado por empresarios agrícolas de diferentes regiones productivas, dedicado a intercambiar novedades e innovaciones tecnológicas.
“Tenemos la suerte de vivir en una época en la cual están plenamente disponibles los recursos para capacitarnos por nuestra propia cuenta con el propósito de emplear las numerosas tecnologías presentes en nuestro propio beneficio. Solo tenemos que tener la actitud necesaria para poder llevarlo adelante”, resume Daniel.